Joseba VIVANCO
Athletic

Alcanzar Europa ¿es una obligación o un objetivo?

La decepción final emborrona un curso atrompicado al que el equipo sobrevivió.

En el día después de la decepción por ese séptimo puesto envenenado, que ni los propios jugadores disimularon tras el gol realista in extremis en Vigo, muchos athleticzales se consolaron pensando en el lunes de Susana Díaz. Con el cuerpo del delito aún caliente y sometidos a un fútbol que devora a lo Fast & Furious, necesitado tanto de héroes como de villanos, y ávido de culpables a los que lapidar una mañana cualquiera, el entorno rojiblanco ha abierto la Caja de Pandora de los descalificativos para valorar la campaña del Athletic. Como si todo en esta vida, y el fútbol muchas veces se asemeja a ella, necesitara de una etiqueta con la que sentirnos en paz con nosotros mismos y nuestras contradicciones. Una temporada irregular, que empezó mal y ha acabado peor, que tuvo una primera mitad salpicada de dudas y fiascos, y una segunda ilusionante, una eliminación europea que hizo mucha pupa, y un final de curso que ha dejado un innegable regusto a aceite de ricino. Los primeros, a los propios futbolistas, que también son de carne y hueso como los demás, y lo son, como ante el altar, en la salud y en la enfermedad. Eso sí, hasta el divorcio.

Jugadores que vienen de tres años seguidos clasificándose para Europa, cuatro en los últimos seis y a expensas del premio de consolación que pueda deparar la final de Copa. Nada mal después de décadas de vagar por el desierto como para concederles el comodín de la duda.

¿Es una obligación meterse en Europa cada temporada? ¿O es un objetivo? Partiendo de una u otra pregunta, no clasificarse ni quinto ni sexto ¿ha sido un fracaso o más bien una decepción? El fútbol no son matemáticas, ni los jugadores robots, ni en una competición tan larga dos más dos son cuatro. Casi nunca. Buena prueba de ello es que todo el mundo coincide en que tanto Real, Eibar y Alavés han firmado un temporadón, y, sin embargo, el primero le ha sacado un solo punto al Athletic y los otros han quedado por detrás en la tabla. ¿Ha sido un fracaso la campaña del Sevilla de Sampaoli? Ay, el fútbol, ese milagro, parafraseando a Paul Auster, que nos permite odiarnos sin destruirnos.

La campaña del Athletic ha sido la más discreta de las últimas cuatro de Ernesto Valverde. Por juego y por resultados. Su fortaleza en San Mamés le ha mantenido en pie, pero con marcadores siempre muy ajustados. Su propuesta futbolística se ha basado más en su fe y su espíritu, simplificados en sus heróicos arreones, que en un juego que haya encandilado. Las lesiones de hombres clave, los picos de forma bajos de jugadores al mismo tiempo, su inexplicable pérdida de identidad a domicilio, han sido una constante disimulada con esa racha triunfal en la segunda vuelta, ya sin Europa ni Copa, y desterrados los partes médicos. Han sido estos tres últimos encuentros los que han desdibujado un curso que sin alardes mantuvo al equipo en la pelea hasta el final. Si esto ha sido un bache, pase; si es un aviso a navegantes, ¿será Ziganda el relevo ideal de Valverde?

 

Del petardazo de Nicosia a los 5 goles de Aduriz

Una temporada de tobogán, con petardazos como el de la Europa League o el decepcionante final de curso, algunos partidos ligueros para borrar de la videoteca, pero que nos dejó también hitos como esas celebradas victorias en el año de los derbis vascos, o el primer gol de Balenziaga, aquellos inolvidables cinco goles de la mágica noche de Aduriz ante el Genk, el esperanzador triunfo ante el Barcelona en Copa, lo mismo que las irrupciones de Kepa, Yeray o Lekue, el adiós de Iraizoz... Un campaña a la que pondrá el punto y final la despedida de Valverde.J.V.