Victor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

Guerras de secesión

Después de la ligera bajada de tensión de ayer, la competición del festival de Cannes retoma su ritmo habitual, poniendo sobre la mesa a otros dos de sus grandes autores en plantilla. Una mujer y un hombre. La primera de Estados Unidos; el segundo de Corea del Sur. La primera, de sobra conocida, ya sea por méritos propios, ya sea por pertenecer a una de las dinastías más poderosas de la historia del cine. El segundo, una divinidad en la burbuja de Cannes; un ser anónimo fuera de ella. Ambos, compartiendo la sospecha (más bien convencimiento) de que hombres y mujeres a lo mejor sí estén destinados a matarse.

Sofia Coppola presentó “La seducción”, remake de “El seductor”, atípico western dirigido por Don Siegel, y protagonizado por Clint Eastwood. Entre aquella cinta y la que vimos ahora en Cannes, van casi cincuenta años, y lo cierto es que la historia no ha cambiado en nada. Esta nueva versión respeta prácticamente cada diálogo, coma y apunte a pie de página de la precedente. Grosso modo, en el fragor de la Guerra de Secesión, un soldado yankee se refugia en una escuela femenina sureña, estableciéndose así un perverso (y muy volátil) pacto de no-agresión entre norte y sur, o lo que es lo mismo, entre hombre y mujeres. Mismo punto de partida, desarrollo similar y desenlace idéntico. Entonces, ¿por qué molestarse?

Pues para recordarnos que el arte cinematográfico se define, básicamente, a través de la fineza en la narración, y no tanto en el poder de impacto. Sofia Coppola afianza su propuesta en una puesta en escena simplemente exquisita. Impecable. En esto y en una dirección de actores que también roza la excelencia. Desde Nicole Kidman a Colin Farrell, pasando por Kirsten Dunst o Elle Fanning. Cada pieza entiende a la perfección el juego de seducción orquestado por Coppola, un recital de miradas furtivas, frases lanzadas con segundas intenciones y gestos tan atractivos como envenenados. Sobra decir qué bando acaba ganando la batalla. Ya lo sabemos. Todo según lo previsto. Todo como debe ser.

En esta misma zona de confort nos deja de nuevo Hong Sangsoo. El prolífico cineasta surcoreano llegaba a Cannes con dos películas. Una fuera y otra dentro de la carrera por la Palma de Oro. La primera, “Claire’s Camera”, es poco más que una anécdota. Una simpática aventura cannoise que nos demuestra que incluso en sus momentos más bajos, este director sigue estando por encima de cualquier otra comedia que se nos ocurra.

En cambio, con “The Day After” (esta sí, a concurso) no hay que hacer ningún esfuerzo para preparar la defensa. Después de la enésima borrachera de saju, Hong Sangsoo se despierta y se da cuenta de que hombre y mujer siguen en plena Guerra de Secesión. Las riñas y las lágrimas como ese punto picante que da sentido a la vida. Como con Siegel/Coppola, todo suena a visto, y sin embargo, el chiste sigue funcionando. De nuevo, juegan un papel fundamental tanto la cámara como la estructura narrativa. En los zooms, las largas secuencias, las transiciones... Sangsoo vuelve a reivindicar lo sencillo para hacer con ello el más complejo (y divertido) de los artefactos fílmicos.