Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA

«El fantasma del soberanismo se saca como otro hombre del saco»

Nacido en Ágreda (Soria, 1977), este periodista y presentador de televisión conoce bien las intrigas de la política española. Visita Euskal Herria para presentar su libro “Conspiraciones”, en el que disecciona tramas de poder, intereses cruzados y fantasmas que se agitan para evitar un Gobierno alternativo al de Rajoy. Atiende a GARA para reflexionar sobre los nudos y las taras de la política española.

Su libro “Conspiraciones. ¿Por qué no gobernó la izquierda?”, se publicó a mediados de abril y va por la sexta edición. Es la obra de no ficción más vendida en varias listas. Mañana la presenta en Iruñea, en el espacio social Katakrak, tras haberla dado a conocer con buena aceptación en Bilbo y en Donostia.

«Creo que a la gente le está gustando porque no es un ensayo sino una novela basada en hechos reales, que engancha, porque plantea las intrigas de poder que se mueven en la clase dirigente y en cada partido, con un desenlace determinado y un final abierto», comenta este periodista que durante años presento las Mañanas de Cuatro, llegando a duplicar su audiencia y que fue destituido como consecuencia de las presiones políticas procedentes del Gobierno y el Partido Popular.

Su libro parte de un análisis previo a las elecciones del 20D: crisis económica, del duopolio PP-PSOE, la imagen de la monarquía bajo cero entre los escarceos del rey, Urdangarin… la trituradora de legitimidad y credibilidad a máxima velocidad, corrupción desparramada, crisis territorial, Catalunya augurando un choque de trenes...

En 2014 hubo gente con mucho poder que vio venir la tormenta perfecta. Había un jefe del Estado en una grave crisis de credibilidad por la corrupción, otro tanto pasaba con el presidente del Gobierno, el PSOE tenía una seria crisis de liderazgo y afrontaba otra sucesión en su cúpula, la gente estaba sufriendo por la crisis económica y los recortes, el contencioso con Catalunya iba in crescendo, apareció con fuerza Podemos… Fue el momento en el que una serie de poderes fácticos se conjuraron porque consideraron que la nave podía estrellarse y debían preparar un aterrizaje de emergencia, controlado.

El Estado tenía la fuerza de lo establecido, de la homologación europea. ¿Saltaron los puntos de soldadura y los equilibrios por los aires?

Mi libro parte de ese año 2014 y todos esos truenos, rayos y centellas, porque al final de lo que se trataba era de que parezca que hay cosas que cambian para que tampoco cambie tanto.

Que el Estado estuviera un año sin Gobierno o el espectáculo que se vive en el PSOE, ¿lo enmarca en este proceso de, digamos, descomposición? ¿Es una crisis de partido, o también la de un sistema político con síntomas degenerativos?

Todo afecta. En el PSOE, sin duda, hay un choque entre al menos dos épocas. Hay una serie de dirigentes, de la llamada «vieja guardia», que siguen influyendo enormemente. A menudo, esos intereses ya no es que choquen con la gente más joven que llega al liderazgo del partido, que también, sino que se estrellan con el rechazo de la sociedad, que cada vez les compra menos el discurso. Ahí tienen un problema. Además, el desgaste también afecta cuando has gobernado un montón de años. Eso hace que te salgan canas o que hasta se te empiece a caer el pelo.

El sistema financiero pudo rescatarse. ¿Puede hacerse lo mismo con el sistema político? ¿No cree que las taras de la Transición brotaron entonces y se evidenció la falta de una cultura política democrática?

Yo no soy de los que tira por tierra toda la Transición. También se han conseguido unos cuantos avances. Otra cosa será que se asumieran una serie de vicios condenables, que seguimos soportando. Dicho de otra forma, pongo en valor que soy de un pueblo donde había muchos caminos de barro; mi madre calentaba el agua para bañarnos en una gran lata de conservas de los años 80 y no teníamos ni frigorífico. Son algunos datos anecdóticos. Hoy hay menos cosas cutres de estas, aunque las tasas de desigualdad siguen siendo inasumibles y, sobre todo, hay una serie de personas que manejaban y manejan el cotarro. Daría para hablar mucho de unos cuantos aspectos que por desgracia siguen sin hacer la Transición.

Habla de poderes fácticos que entraron en juego, movieron sus hilos y no permitieron un Gobierno alternativo al del PP. ¿Puede decirse que mientras las grandes fortunas y sus terminales mediáticas sostengan al Gobierno Rajoy no caerá?

No es así, exactamente. El poder económico y mediático, sin duda, influye en la configuración del poder, pero en esas relaciones con la política, no es que elijan a Rajoy como el amado líder, se trata más bien de que Mariano aprovecha el poder que tiene para tener menos disgustos con empresarios y medios muy influyentes y que le quieran un poco más... Hay un juego de intereses mutuos, eso sí, para que la máquina funcione y no dejen de pilotarla. Por otra parte, en líneas generales el objetivo fue que hubiera algún tipo de entendimiento entre PP, PSOE y Ciudadanos. Y, al final, lo consiguieron.

Dice de Rajoy que tuvo en todo momento información de primera mano, que parece que se hace el tonto pero que de tonto no tiene un pelo. ¿Es tan maquiavélico y, a la vista de los hechos, tan efectivo?

Partamos de la base de que vivimos en un sistema parlamentario donde gobierna el que tiene los apoyos en una votación de investidura. Rajoy no los tenía y nadie quería apoyarle. Llevaba tiempo pensando en ese posible escenario y no creas que hizo grandes esfuerzos para conseguir que el PSOE, históricamente rival del PP, cediera finalmente y se abstuviera. Algo pasó para que Mariano esperase a que Sánchez fuera devorado por los suyos. Y hay más, pero está en el libro. Es tremendo.

En el PSOE, subraya el poder de Felipe González, una especie de líder supremo; de Rubalcaba, que tiene el aparato del partido en la cabeza y cómo lo utiliza. ¿Fue Sánchez desde su elección el peón sacrificable de un gambito? ¿Alguien que luego se levantó contra su suerte y tiro por la calle de en medio?

No comparto que Felipe González sea una especie de líder a lo norcoreano, como sugieres. Tampoco que en el PSOE manden los de siempre. Lo que ocurre es que esa llamada «vieja guardia» tiene una grandísima influencia, pero esto no es Corea del Norte. A Sánchez es verdad que el aparato le movió la silla, que también fue el aparato el que le ayudó a llegar a ser líder y que hay una guerra de poder y grandes intrigas en el Partido Socialista desde hace unos cuantos años. En esa conspiración, Pedro emprendió una huida hacia delante, a veces pretendiendo cosas tan complicadas como ponerse a pactar con Ciudadanos y luego pretender que Podemos se sumara de alguna forma, cuando antes Iglesias y Rivera se habían declarado mutuamente incompatibles. La clave es por qué Sánchez emprendió el camino de Ciudadanos y no el de una posible alianza de izquierdas, con algunas abstenciones. Quería salvarse y pensó que con el encargo del rey de formar gobierno y mientras fueran negociando los suyos no se atreverían a cargárselo.

¿Han influido tanto los egos en Podemos –que si Errejón por aquí, que si Iglesias por allí–, o se subestimaron a los poderes fácticos?

Varios factores. Aquí el miedo está siendo convenientemente agitado. Hay momentos en los que se repite machaconamente que la unidad de España está en peligro, pero luego se pactan los presupuestos o la Mesa del Congreso con los nacionalistas y no pasa nada. Se saca el fantasma del soberanismo o el de Venezuela, como otro hombre del saco. Ha habido fases en las que se alertaba de que Iglesias y los suyos iban a instaurar una república bolivariana. Hay presiones externas a Podemos que no son casualidad. También existen errores propios, de Pablo o Errejón, con alguna fuerte discusión que se cuenta en el libro. Las ambiciones de poder y los recelos, claro que a ellos también les están pasando factura. Qué tendrá el poder que los cambia!

Abrir un diálogo con independentistas para formar un gobierno alternativo que pusiera urnas en Catalunya era un «¡España se rompe!». Ahora pactan con el PNV para estabilizar el Estado. ¿Con la chequera lo demoníaco se torna angelical?

El peligro de la unidad de España se emplea como arma electoralista. Rajoy, por ejemplo, se subió a ese caballo de batalla para exigir que PSOE y Ciudadanos le apoyaran para seguir gobernando y defender juntos la integridad territorial del Estado. Lo mismo ocurrió dentro del Partido Socialista para ponerle palos en la rueda a Pedro. Como si Sánchez fuera independentista. Pero se trataba de impedirle negociar con Podemos, el nacionalismo o ERC, no fuera a ser que montara un gobierno y no podían quitárselo de en medio. Aquí hemos visto ya hace tiempo a Aznar diciendo que hablaba catalán en la intimidad o a Arzallus elogiando a José Mari, según las conveniencias de poder de cada uno en cada momento.

¿Le parece que utilizan al PNV para contraponer el modelo de la chequera al proceso catalán?

Yo es que, hasta el día de hoy, en las negociaciones con los nacionalistas he visto sobre todo tirar de la soga para negociar partidas económicas. Tanto en Euskadi como en Cataluña. Se han conseguido otras cosas, pero últimamente creo que va mucho de esto. Hay un enfoque incluso inteligente en el que se juegan determinadas cartas y, mira, al País Vasco, por ejemplo, le llegan unos presupuestos mucho mejores este año. A mi abuela, que vive en Soria, le parece una injusticia, pero a lo mejor hasta luego vota a Rajoy, porque le da menos miedo.