Dabid LAZKANOITURBURU

Yihad e islamofobia: un método y un objetivo

En espera del resultado del análisis sobre el estado mental del autor confeso del atropello a la salida del rezo de medianoche del Ramadán en la mezquita de Finsbury Park, estamos ante el colofón sangriento de unos meses aciagos para Gran Bretaña y concretamente para su primera ministra, ya que desde el 22 de marzo han conocido atropellos y asaltos yihadistas, un terremoto electoral y, de guinda, el incendio de la Torre Grenfell, convertida en una pira humana que calcinó a un centenar de personas refugiadas y olvidadas, de fuera y dentro del país.

En este sentido, el futuro de la premier, políticamente ya fallecida, no merece lágrima alguna. Menos cuando, como muchos sostienen, el annus horribilis arrancó precisamente hace un año, con el referéndum del Brexit, y que los tories, incluida la propia Theresa May, utilizaron para intentar perpetuarse en el poder.

Tampoco hay duda de que el atacante de la madrugada de ayer está tan mal (o bien) de la cabeza como los que, por motivos opuestos, atropellaron a viandantes en los puentes de Westminster y Londres.

Lo que quita el sueño es que estamos ante el primer atropello reactivo, ley del Talión, en el contexto de una islamofobia creciente. En Raqa y en Mosul, como en las sedes europeas de los grupos ultras, estarán hoy de enhorabuena.

Y menos mal que el imán de la mezquita impidió que la multitud linchara al atacante, que pedía a gritos que le mataran. Si lo hubieran hecho estaríamos hoy ante un punto de difícil retorno. ¿Y mañana?