Jon ORMAZABAL
IRUÑEA
Elkarrizketa
JUAN MARTÍNEZ DE IRUJO
PELOTARI

«Ni en las grandes citas, cuando gané txapelas, me he sentido tan arropado»

El Labrit se quedará pequeño esta tarde para despedir oficialmente al pelotari de Ibero, abrumado por el apoyo y los ánimos que ha recibido desde que anunció que su corazón no le permitía seguir con su carrera como profesional de su pasión.

La agenda de Juan Martínez de Irujo le recuerda al de las previas a las grandes finales, pero encuentra un hueco para atender a GARA en un Labrit en el que hoy la temperatura subirá muy por encima de los últimos días. El de Ibero, entre agradecido y abrumado, se despedirá de los suyos en su hábitat, donde se siente más cómodo.

¿Adaptado a la nueva vida?

Todavía no me ha dado tiempo, tengo compromisos como antes de una final, pero muy a gusto porque se está reconociendo el trabajo realizado y hay que quedarse con lo bueno de la vida.

¿Ese reconocimiento ha sido mayor del esperado?

Bastante más. Al final, como dije en la ruda de prensa, ni en las grandes citas, cuando ganaba las txapelas, me había sentido tan arropado y es de agradecer. Estoy hablando a todos los niveles, desde compañeros, personas de la empresa, afición, prensa... todo el mundo se está portando muy bien conmigo. Por la calle también todo el mundo dando ánimos y eso es lo más grande que te llevas.

¿Hace una vida más o menos normal?

Sí, tranquilamente. Me han recomendado que siga entrenando, a baja intensidad, pero que siga haciendo deporte. Por lo menos algo puedo hacer, no me quitan todo de un plumazo.

Está fino...

Sí, he bajado kilos, ir al gimnasio a uno no le apetece mucho y no lo hago con la misma intensidad que antes, hago menos y he perdido músculo.

¿Dar a conocer su adiós fue una especie de liberación?

Sí, sobre todo para la gente más cercana a mí. Yo más o menos lo iba asumiendo, pero hasta no estar convencido de la decisión final no quería adelantar a nadie nada, y andar con medias verdades tampoco me apetecía. Lo dije, todo el mundo lo sabe y te quitas un peso. Muchas veces tenías que esconderte, la gente se preocupaba por ti y yo no quería hablar del tema y es difícil, porque como soy, que me gusta hablar y decir las cosas claras, al tener que estar aguantándome se pasa mal.

Cuando estaba en activo decía que lo de mirar al palmarés lo haría cuando se jubilara. ¿Le ha dado tiempo?

Es el legado que dejo, son 13 txapelas, pero bueno, no es una cosa que me obsesione, eso no me va a dar de comer ahora. Estoy contento con lo que he hecho, no solo por las txapelas, sino porque he dado todo todos los días; desde los entrenamientos a los partidos, he hecho todo lo que estaba en mi mano y eso es lo más importante. Me quedo con lo querido que me he sentido.

No es algo que le guste, pero su legado va más allá, pero se dice que cambió la forma de jugar a pelota.

Es que yo no lo he preparado así, no jugaba sobre un patrón establecido, yo veía el juego así y todo el mundo sabe jugar así. Me quedo con que he hecho grandes amigos y eso es lo más importante en esta vida.

Jokin Etxaniz comentaba que podían preparar el partido de una manera, pero que usted veía las cosas de otra manera y lo intentaba. ¿Es esa la diferencia, que usted se atrevía?

Al final se atreve todo el mundo. En la vida hay gente más echada para adelante y yo jugando a pelota, dentro de la cancha me veía cómodo, veía las cosas y me atrevía. En otras facetas de la vida no soy tan echado para delante. Cuando estás en tu hábitat, te sientes cómodo. Yo veía esas jugadas, de ahí que también ha habido partidos en los que he hecho fallos monumentales, por intentar cosas difíciles, pero es mi ADN.

Hablando de Etxaniz, ¿es el que más sabe de pelota del mundo, como dijo en su despedida?

Él y mi padre, los dos han sido mis referentes, a los que más caso les he hecho. Jokin técnicamente es el que más sabe, pero sin ninguna duda. ¿Por qué? Por las horas que ha metido y las ganas que le pone a los entrenamientos, a él nadie le ha enseñado. Él es el que me decía cómo meter un gancho con sentido, ‘mete el cuerpo así, dale de esta manera’… Y luego están los consejos de mi padre. El otro día me comentó que, siendo aficionado me decía, ‘si quieres, puedes jugar como Ogeta’. Yo no me acordaba, pero ya confiaba ya en mí.

Y eso que Etxaniz era un delantero en las antípodas de usted...

Sabía hacer las cosas pero no se atrevía. Le veías entrenar y era una pasada cómo jugaba. Era un pelotari al que costaba ganarle. Pero él, para arriesgar, lo tenía que ver muy claro y yo al revés, a nada que viera un poco de hueco, me tiraba a la piscina.

En profesionales le fue muy bien desde el inicio, pero en aficionados no lo tuvo fácil, ni siquiera para jugar torneos...

Sí, me costó muchísimo, pero nunca me he venido abajo. En mi casa también siempre me han apoyado y era el deporte rey. En el frontón siempre he estado a gusto, tenía rachas que perdía un montón de partidos y no me desanimaba, el martes y el jueves veníamos al Labrit a entrenar y seguir jugando. Esto es mi vida. Pero eso también me ha venido bien, si no me hubieran pasado todas esas cosas en el pasado, no habría llegado a donde he llegado.

El debut llegó con 21 años, tarde para lo que se estila hoy.

Sí, parece tarde, pero para mí fue una edad perfecta, porque pude tener muchas batallas en aficionados con pelotaris de distintas características y en distintos frontones, en Euskal Herria y fuera. Aquí los frontones están más o menos bien, pero te ibas a Salamanca y un frontón de baldosa, ibas a Barcelona y pintado, ibas a Castilla y de cemento… Te metes en mil batallas y me vino bien.

Incluso, en el Mundial de Iruñea, jugó a trinquete.

Sí, yo quería jugar el Mundial, quería jugar a pelota. Quería hacerlo en frontón para sacar la medalla de oro y no pudo ser. Me decían que la sacaría en trinquete pero salió rana –Oinatz Bengoetxea fue oro en mano–.

Y en el primer año de profesional, campeón manomanista y con un impacto brutal...

Sí, de no jugar el campeonato a quedar campeón… Tenía mis nervios a la hora de jugar pero esos primeros años tenías poco que perder y yo, por suerte, en las grandes citas me crecía. Respeto le tenía a todo el mundo pero no me asustaban, intenté jugar a todo el mundo de tú a tú en el frontón. Logré ganar la txapela y muy contento.

¿Y cómo se lleva eso siendo tan joven?

Es que ni me acuerdo. Quedas campeón, que el sueño más grande de todo pelotari es quedar campeón del manomanista, pero a mí mucho no me cambió, porque tuve la suerte de estar muy estable. Antes de debutar ya tenía a mi pareja, los mismos amigos, todo. Si te subes un poco, ya están los de al lado para darte una colleja y bajar.

Y la suya era una estética rompedora para un campeón, con aquellos pendientes, su personalidad…

Ha cambiado mucho lo que es la afición, la gente que iba antes al frontón era más purista, más entendidos, estaban todo el día en los frontones. Ahora va gente más joven, a pasárselo bien y chocaba un poco verme a mí en la cancha.

¿Notó alguna reticencia?

No. Sí que podías escuchar que para salir a la cancha hay que quitarse los pendientes, pero era gente que lo veía así y hay que respetarlo, porque este es un deporte especial, es nuestro, y cada uno le da el valor que tiene para él. Para muchos aficionados salir a la cancha es como un ritual y hay que cumplir unas leyes. Y eso está bien, es lo que lo hace especial.

Hace años que no lleva los pendientes. ¿Por qué?

Uno se me cayó y el otro dije me lo voy a quitar, no sé por qué.

Hay quien sostiene que Irujo cambió desde entonces...

Yo creo que no. Me quité los pendientes, otra cosa es que cambiara de religión o alguna otra cosa, pero por los pendientes…

¿Pero sí ha habido una evolución?

Claro. Cuando debuté, con el tiempo cogí más musculatura, más fuerza y luego otra vez empezó a bajar la fuerza, pero ganas en experiencia y técnicamente eres mejor. Todo cambia, y para bien.

Y ese carácter, ¿le ha beneficiado o perjudicado?

Seguro que unas veces me ha ido bien y otras mal, pero creo que me ha hecho más bien que mal. Las veces que mi comportamiento no ha sido ideal en la cancha ha sido porque me he enfadado conmigo mismo y esas reacciones me han hecho ganar muchos partidos.

Su carrera siempre estará unida a la de su alter ego, Aimar Olaizola. ¿Cómo lo ve?

Nos ha venido de maravilla a los dos. Que juegues un partido, una final o una semifinal y que levante tanta expectación, que hasta en los bares se hable de pelota y que el que es de Irujo no es de Aimar y el que es de Aimar no es de Irujo… los mayores beneficiados hemos sido él y yo. Estábamos siempre debajo de los focos y creo que lo hemos sabido aprovechar. Y deportivamente nos hemos hecho mejores el uno al otro. Él se ha tenido que amoldar un poco a mi juego y yo luego al suyo. Pero aparte ha habido muchos más pelotaris. Titín III, Bengoetxea, Barriola, Xala.. una gran generación en la que está claro que, el que se dormía un poco, se quedaba en el camino. Había que estar machacando todo el día y eso es a lo que más mérito le doy yo, el poder estar tanto tiempo tan arriba con gente tan buena.

¿El pique era más entre aficionados que entre ustedes?

Yo con Aimar me llevo muy bien, geográficamente estábamos un poco separados, él de Goizueta y yo de al lado de Iruñea. No entrenábamos juntos, no nos hemos ido muchas veces de cena, pero en el vestuario hay una relación muy buena. ¿Discusiones? Pues claro que las he tenido, igual que con los demás, pero lo importante es hablar las cosas y arreglarlas como pasa con la mujer, con los amigos, o con cualquiera.

¿Satisfecho con lo conseguido en su carrera?

Más contento porque lo he dado todo, porque cuando he estado lesionado también lo he puesto todo para recuperarme cuanto antes. He sido un privilegiado primero por jugar a pelota, luego por ganar y, sobre todo, por los amigos que he hecho.

¿Le ha quedado algo por hacer?

Me hubiera gustado, por ejemplo, ser campeón del mundo en aficionados, y de torneos me falta el de Biarritz, los demás los he ganado todos al menos una vez. También ganar alguna txapela con Mikel Beroiz, que hemos pasado mucho tiempo juntos, antes de debutar ya venía a entrenar el físico con nuestro grupo, su chica además es de Ibero… y me entró bien desde el inicio y le he intentado ayudar en todo lo que he podido.

¿Cómo ve a esta nueva generación de pelotaris?

A eso voy, Irribarria con 20 años y exigirle como se le exige… es campeón y hay que exigirle pero hay que tener un poco de mano izquierda.

¿Quién le da más a la pelota?

Yo creo que él, pero en la pelota no todo es fuerza.

¿Y a partir de mañana qué?

Ahora estar con la familia tranquilo unos días y por suerte tenemos lo de ElkarPelota y en setiembre-octubre arrancaremos. En verano también tenemos algún campus e ir poco a poco olvidándome de que no voy a jugar a pelota, que sigue en la memoria. Eso nunca se nos va a quitar. Ahora mismo estamos aquí, en el Labrit, miras la cancha y nostalgia sí que sientes. Y seguiré teniendo toda la vida, al final lo nuestro es una pasión.

¿Qué tal de profesor?

Estoy muy a gusto trabajando, haciendo un montón de cosas por la pelota y me gusta estar con ellos. Al final, son chavales, agradecidos los que más, son como esponjas y, si les podemos ayudar, encantados. Será mi forma de quitar el mono. Estamos muy a gusto, porque hacemos las cosas prácticamente sin ayuda y eso te da más satisfacciones.

¿Ha tenido alguna oferta por parte de alguna empresa de pelota? ¿Le gustaría?

Ninguna y por lo menos tenemos esto. Si viene, es compatible y nos gusta, ¿por qué no? De los que nos gusta esto, ¿quién no querría trabajar en la pelota?

¿Irujo necesita trabajar?

Hay que hacer algo, hay que trabajar. La vida es muy larga y, aparte, que no podría estar en el sofá, ni económicamente, ni porque no me da la gana.

¿Quizá es el momento de volver al euskaltegi?

Es una de las cosas que no me voy a perdonar nunca. ¿Estoy a tiempo? Sí, pero es que me da mucha pereza y luego, aparte, que lo de empezar a hablar… En el frontón rápido veía el hueco y me tiraba, pero aquí para lanzarme a hablar tendría que estar con otro que no sabe castellano.

Sus hijas sí que hablan perfectamente, seguro que con ellas es más fácil.

En casa sí hablo, pero son mis hijas y no me da vergüenza meter la pata con ellas.