Jose Angel ORIA
INCENDIO INGOBERNABLE EN PORTUGAL

TORMENTAS DE LLAMAS, EL APOCALIPSIS QUE TRAJO EL CALOR

Altas temperaturas, montes abandonados con predominio de especies de rápido crecimiento, ambiente muy seco y vientos cruzados: es la fórmula para que una chispa se convierta en la peor tragedia. Pedrógão Grande nos muestra los incendios del siglo XXI.

Con el fuego que ha destruido miles de hectáreas en el centro de Portugal ya extinto, el país comenzó esta semana a evaluar los daños mientras se avivaba el debate sobre las causas y responsabilidades de la mayor tragedia de su historia reciente. A primera hora del jueves, las autoridades daban por controlado el fuego en Góis, el último foco que permanecía activo del devastador incendio desatado el sábado, 17 de junio, el cual dejó 64 víctimas mortales y 254 heridos.

La velocidad a la que avanzaron las llamas ha sido calificada como «inexplicable». Cuando se activó el fuego, decenas de coches estaban a kilómetros de distancia. Pero la climatología, muy adversa, jugó una mala pasada a toda posible predicción y, antes de que los bomberos pudiesen cortar la carretera entre Figueiró dos Vinhos y Castanheira de Pêra, la catástrofe era inevitable. Según los expertos, el hecho de que las víctimas acabaran siendo acorraladas por el fuego tiene una explicación relativamente sencilla: cuando una superficie tan grande se incendia, el calor sube y el aire se calienta de modo importante, con lo que el aire más frío de los alrededores ocupa el vacío dejado por el que se encuentra en ascenso, favoreciendo corrientes que agitan y remueven aún más las llamas. Es la «tormenta de llamas», un fenómeno que no se puede combatir, sólo reducir sus posibles daños.

¿Qué hace que el territorio luso sea tan vulnerable ante el fuego? La cuestión llegará con una fuerza inusitada al Parlamento, instado a legislar de forma urgente, prescindiendo de las vacaciones si es preciso, para que no se vuelva a repetir lo ocurrido en Pedrógão Grande. El propio primer ministro, António Costa (Partido Socialista), considera llegado el momento «de hacer la reforma de la floresta que estamos aplazando desde hace tiempo».

El año pasado Portugal fue el país de Europa más afectado durante el verano por el fuego, principalmente por la oleada de incendios que sufrió en agosto en la mitad norte continental y en el archipiélago de Madeira. En total, 100.000 hectáreas calcinadas de masa forestal en apenas diez días. Además, según datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, es el Estado más damnificado por los fuegos en el continente en los últimos años, resultado de una «combinación de factores difíciles de contrariar», según el experto en incendios forestales Paulo Fernandes.

Fernandes, profesor en la Universidad de Trás-os-Montes e Alto Douro, en el centro de Portugal, conjuga cuatro aspectos clave: el clima, las especies que pueblan el suelo luso –«un barril de pólvora»–, los malos hábitos de la población y la lógica empleada para responder a las llamas.

Demasiada biomasa secándose

El «especial clima» luso «produce mucha biomasa que se seca en verano» y esa materia acaba siendo la base de todos los demás elementos, refugiados en una orografía repleta de zonas montañosas donde es difícil combatir el fuego, como han demostrado las complejas tareas de control en Pedrógão Grande. Las especies presentes, con abundancia de pinos y eucaliptos, son una suerte de pólvora «que arden con facilidad y predominan en el norte y centro del país» junto a los alcornoques, otra de las variantes que «facilitan los incendios grandes».

La ONG Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) sostiene que este «desastre» no es una casualidad sino el fruto de una «combinación letal» formada por el abandono de los montes y los efectos del cambio climático. Asegura que por mucho que se invierta en medios de extinción, este tipo de fuegos sólo podrán evitarse si las administraciones apuestan por la prevención y recuperación del uso de los montes de forma diversa y no en monocultivos. Para el experto en gestión forestal de WWF-Portugal, Rui Barreira, el foco de la lucha contra los incendios debe pasar del combate a la prevención, mediante una gestión forestal responsable a largo plazo, porque eso es «mucho más eficaz y barato» que financiar los «gigantescos» mecanismos de extinción de incendios de todos los años, con los resultados ya vistos.

En la misma línea, la responsable de la campaña de incendios de WWF, Lourdes Hernández, ha reclamado una política forestal seria que identifique las zonas de alto riesgo de incendio e impulse planes de prevención específicos para estas zonas. Además, ha advertido de que «por toda la Península Ibérica» hay zonas como Pedrógão Grande, con plantaciones forestales olvidadas, que califica de «verdaderas bombas de relojería listas para arder»: «Es urgente promover la puesta en valor del monte y una planificación territorial que acabe con paisajes tan inflamables, apostando por paisajes en mosaico, bosques autóctonos o mixtos y recuperando el uso de los montes».

La regla de los tres 30

En opinión de Miguel A. Soto, de Greenpeace, «las condiciones metereológicas explican la virulencia del fuego, la velocidad de desarrollo y propagación de los frentes, la dificultad de extinción y el riesgo para las vidas humanas. Durante esta ola de calor, y como ocurriera en el incendio de Riba de Saelices (Guadalajara) en 2005, estamos de nuevo ante conceptos técnicos como ‘regla de los tres 30’, ‘incendio de alta intensidad’ y ‘fuego eruptivo’ que nos recuerdan que en estas condiciones el fuego es ingobernable».

Los especialistas tienen una máxima, la llamada «regla de los tres 30», que son como los ingredientes de un incendio perfecto: «Cuando coinciden más de 30 grados de temperatura, más de 30 kilómetros por hora de viento y menos del 30% de humedad, algo grave se avecina», dicen los bomberos.

La presidenta de la Federación Europea de Sistemas Agroforestales, Rosa Mosquera, tiene muy claro cómo ha de ser la política de prevención que evite incendios apocalípticos como el de Pedrógão Grande: «O nos ponemos las pilas y hacemos sistemas de prevención adecuados como pastoreo en el monte, o tendremos que seguir costeando servicios de extinción de incendios, que a menudo se ven desbordados».

LA «MATORRALIZACIÓN» CAUSADA POR EL ABANDONO DE LA ACTIVIDAD AGRÍCOLA

Delegados portugueses de la Federación Europea de Sistemas Agroforestales (Euraf) creen que el abandono del monte y la presencia de especies «pirófilas» –proclives a incendiarse– como el eucalipto fueron elementos clave en la rápida propagación del incendio de Pedrógão Grande.

En conversación con Europa Press, la presidenta de la Federación Europea de Sistemas Agroforestales, Rosa Mosquera, explicó que ha mantenido contactos con los delegados lusos de la entidad, quienes inciden en el impacto del abandono en la actividad agrícola en esa zona de Portugal, que ha dado lugar a una «matorralización» que ayuda a la propagación del fuego.

Mosquera, también profesora en la Escola Politécnica Superior del Campus Terra de la Univesidade de Santiago (USC, con sede en Lugo), habla de las vinculaciones entre Galiza y Portugal, territorios situados en la zona atlántica del sur de Europa afectados con frecuencia por incendios.

El Ministerio luso de Administración Interna ha pedido un estudio sobre las «condiciones específicas» del incendio de Pedrógão Grande. Con el fin de evitar futuras tragedias, el Gobierno presentará al Parlamento un paquete de medidas para proteger el medio forestal, aunque avisó de que no tendrán impacto inmediato. Además de esclarecer las causas, también se han empezado a evaluar los daños que ha causado el fuego, que arrasó decenas de miles de hectáreas en cinco días.

Paulo Fernandes, profesor en la Universidad de Trás-os-Montes e Alto Douro, estima que entre las causas de los incendios están costumbres sociales como la quema en el campo de restos agrícolas, práctica frecuente en el país.

Una vez desatadas las llamas, es clave la respuesta que se da al incendio, ya que el sistema de combate y extinción, dice Fernandes, es frágil, no en los medios que se emplean, que «son razonables», sino en los conocimientos técnicos y el enfoque que se sigue. «Los incendios se combaten más en una lógica de protección civil, de proteger a las personas, y eso es lo que permite que se vuelvan muy grandes», sostiene. El sistema «debería evolucionar hacia un modelo más profesionalizado, con más conocimiento forestal, como ocurre en España y en otros países de Europa, porque aquí no está enfocado en la defensa de la floresta, sino en la defensa de las personas». En la prevención «está la clave», advierte Fernandes. Portugal no puede cambiar de clima ni tiene capacidad para eliminar todos los eucaliptos y pinos del territorio; no pueden evitarse todas y cada una de las quemas de restos en el campo, «pero puede trabajar en el control de las especies peligrosas y la prevención de incendios».J.A.O.