Izkander FERNANDEZ
AZKENA ROCK FESTIVAL

CHRIS ISAAK DEMOSTRÓ QUE SOLO SE PUEDE SER PROFESIONAL SIÉNDOLO

TRAS UNA PRIMERA JORNADA SENSACIONAL EL AZKENA ROCK FESTIVAL AFRONTABA EL SÁBADO UN SEGUNDO DÍA CARGADO DE CALIDAD Y BUENAS SENSACIONES. PESE A NO ALCANZAR EL BRILLO DE LA NOCHE ANTERIOR, LAS ACTUACIONES DE CHRIS ISAAK, UNION CARBIDE PRODUCTIONS, KIWANUKA, THUNDER Y THE CULT SE LLEVARON LA ATENCIÓN DEL PÚBLICO.

Para valorar algo hay que saber disfrutarlo, vivirlo, masticarlo con ansia hasta que el sabor no es más que un recuerdo perdido en el horizonte. Una tarde de un sábado cualquiera en la que un cartel de un festival de rock cualquiera ofrece la posibilidad de disfrutar de elementos tan variados como el soul de inspiración independiente de Michael Kiwanuka, el hard rock clásico de Thunder, las guitarras incrustadas de Union Carbide Productions, la elegancia crooner de Chris Isaak y el halo maldito de The Cult, simplemente, deja de ser una tarde cualquiera en un festival cualquiera porque eso solo puedes encontrarlo en el Azkena Rock Festival de Mendizabala.

En lo musical, Psychotica fueron los responsables de comenzar a vestir la jornada del sábado del ARF de largo. Su mezcla de teatralidad, glam y rock industrial nunca antes había pisado Euskal Herria, por lo que había nervios por contemplar su actuación. No apto para todos los estómagos, el espectáculo fue rico y denso a la par que extraño.

Lo de Michael Kiwanuka, cantante comparado con Otis Redding, en el escenario grande en pleno prime time es una de esas muestras de valentía que la promotora Last Tour acomete cada tres o cuatro años. Kiwanuka ha despuntado en los últimos años y con tan solo dos discos ha conseguido abrirse un hueco practicando un soul tiznado de dejes indie. En Mendizabala dio uno de esos conciertos mágicos en los que hay que comprometerse en cuerpo y alma aunque todo te indique que aquella ni siquiera es tu historia. La fue para unos pocos miles de afortunados que siguieron la magnífica actuación del londinense acompañado por una banda soberbia.

Mientras Kiwanuka afrontaba la segunda parte de su concierto, otros londinenses saltaban a las tablas del tercer escenario. Thunder es una banda sin excesiva suerte para su calidad. Su cruz fue la de querer hacer hard rock de carácter clásico en un momento en el que hard rock era ya un estilo viciado por la MTV, la laca, los cardados y el spandex. No en vano, su posible desembarco en EEUU en los primeros noventa se vio frenado porque para aquel entonces la MTV quería apostar por una joven banda de Seattle llamada Alice In Chains. Thunder fue descartada por ser “la enésima copia de Van Halen” cuando lo cruel es que Thunder jamás han sonado a Van Halen. Su actuación en Gasteiz fue por donde debía, hard rock de kilates fuertemente protagonizado por las últimas obras de la banda y un repertorio a prueba de bombas con momentos tremendamente emotivos como el mágico “Resurrection day”.

La tarde noche era frenética y si el concierto de Kiwanuka se solapó con el de Thunder, este lo hizo con el de toda una institución del rock sicodélico y garagero europeo, Union Carbide Productions. El suyo fue quizá el único bolo con problemas técnicos destacables. El único en el que tristemente el sonido, malo, fue protagonista. No obstante, su presencia en Mendizabala fue un regalo en toda regla, en especial por ser una reunificación exclusiva.

Un californiano de traje

La noche estaba para que Chris Isaak brillase. Y lo hizo aunque su show y el timing que manejó apartó a los menos pacientes del escenario grande de Mendizabala. De una clase y una presencia indiscutible, el crooner de California supuso un soplo de aire fresco en un momento en el que la figura del crooner estaba en riesgo de extinción. Un puñado de grandes éxitos en los noventa le aseguraron una carrera longeva y treinta años después su dominio del escenario es simplemente insultante y en la noche gasteiztarra demostró que solo se puede ser profesional siéndolo. Delicioso Isaak, deliciosa su voz y deliciosa su banda.

Otros británicos, The Cult, ofrecieron uno de los mejores cierres del ARF en su historia. Tras su fallida actuación de hace unos años, Ian Atsbury y Billy Duffy reinaron en la madrugada del sábado con un corto, pero intenso concierto en el que demostraron ser una de las bandas más importantes de la historia del hard rock.