Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «La casa de la esperanza»

Malditos acentos

Cuando Quentin Tarantino estrenó “Malditos bastardos” (esa genial película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que cada bando estaba representado por actores de aquellos mismos países) algunos ingenuos llegamos a creer que con dicha película, iba a terminarse, de una vez por todas, la práctica del white-washing. Esta, para entendernos, consiste en reducir todas las nacionalidades / identidades del mundo a un puñado de acentos más o menos cómicos, escupidos por aquel actor o aquella actriz americana.

Pues bien, ocho años después de aquella tarantinada, se estrena una película ambientada en el mismo conflicto bélico, y en la que Jessica Chastain, muy californiana ella, interpreta a una madre de familia polaca. La carambola se resuelve con un muy ridículo acento de Europa del este. Y aquí no ha pasado nada.

Por desgracia, esto no se salda en mera anécdota, sino que se convierte en síntoma de un mal más grave, profundo y definitorio. “La casa de la esperanza” es una producción hollywoodiense añeja. En el peor de los sentidos. Está construida a partir de recursos que hace tiempo que deberían haber caído en desuso. La potencia de una historia verdadera y verdaderamente inspiradora (la de una familia que salvó a centenares de judíos en la Varsovia ocupada por el ejército nazi), se preserva por la poca inventiva narrativa de la directora Niki Caro, pero al mismo tiempo, se traiciona por la obsesión imperante en que el producto llegue al gran público. Entre acentos y subrayados en el tono, nos llega todo masticado, sin posibilidad de que construyamos nuestras propias conclusiones y/o sensaciones.