Raimundo Fitero
DE REOJO

Vueltas

No consigo entender si el que me interese ver a unos seres mecanizados vestidos de manera pintoresca dando vueltas a un circuito en dos o cuatro ruedas es fruto de mi ansiedad, edad o es un reflejo condicionado o un simple y garrafal error genético. A mí me hipnotizan, creo que ese ruido constante, esa narración, esa rutina al extremo de las nociones físicas primarias y procurando robar unas milésimas al cronómetro en televisión me cautiva. Es una externalización de emociones e identidades porque no tengo ninguna sensación de pertenencias más allá de fobias y filias subjetivas inducidas. Espero incidentes graves, errores absolutos de conducción, adelantos inverosímiles, caídas o choques, emociones, patrioterismos en rebaja durante muchos minutos, carrera tras carrera y ahí nos quedamos, esperando algo que no sabemos qué es, pero que puede considerarse que será algo que nos va a dejar boquiabiertos. Un negocio. Un gran negocio. Una competición donde la mirada se pierde en una jauría de anuncios, marcas y mensajes móviles. Las realizaciones son cada día más buenas, los programas intentan hacer espectáculo entre las carreras, estiran bien el chicle, se ven a nuevas periodistas. En plataformas de pago. El alarmismo expresado en muchos medios porque parece ser que el fútbol europeo las próximas temporadas solamente se podrá ver en las plataformas de pago es una muestra más de un histerismo del duopolio. La Liga se ve en plataformas de pago. Y les salen los números a todos, mayoristas, operadoras, clubes y federaciones. Estamos hablando de un deporte sobredimensionado, donde los signos de corrupción se visualizan cada día más, en la gestión, los traspasos y en las apuestas. Y en Hacienda, errores al por mayor. Un macro negocio que se globaliza de manera geométrica.