V.E.
SIETE DESEOS

Infinitos deseos mortales veraniegos

Habiendo encontrado nuestra cartelera la ración de tiburones que tanto ansía siempre que el calendario y el termómetro nos recuerdan que estamos en verano, es hora de ir a buscar otro ingrediente primordial en la oferta cinematográfica de esta época del año: el terror de serie B. Éste corre a cuenta de John R. Leonetti, quien después de haber desaprovechado la herencia de James Wan en la decepcionante “Annabelle”, reclama cierta independencia en su propio universo terrorífico.

Fuera los remakes, spin-offs y las secuelas, “Siete deseos” es una película original en su planteamiento, aunque no necesariamente igual en el desarrollo. Un misterioso artilugio llega a las manos de una estudiante de instituto. Dicho objeto se descubre como una especie de lámpara mágica. Como un garante del cumplimiento de los deseos de su portador. Por muy oscuros y aterradores que sean estos. Precisamente ahí vamos. Y es que después de obtener todo el dinero y popularidad a los que podría aspirar cualquier teenager, la protagonista descubre va a tener que pagar un altísimo precio por cada uno de sus caprichos. Es el clásico juego de tortura (más o menos merecida) infringida a esa tonta juventud, la cual va, como abeja a la miel, al siguiente susto; al siguiente asesinato escabroso.