Isidro ESNAOLA
CAMBIO DE ÉPOCA EN EL MUNDO

RUSIA, EL ENEMIGO EXTERNO PARA LA CONSOLIDACIÓN INTERNA

En un momento de retos globales, las relaciones internacionales han pasado a tener un carácter meramente instrumental. Profesores y diplomáticos de Rusia y Europa del este analizan los riesgos de los nuevos enfoques y sus repercusiones en el mundo.

Año negro para Occidente fue el de 2016. El Brexit y la elección de Trump fueron síntomas del agotamiento de un modelo político-económico de desarrollo mundial. Ese año terminó una época que comenzó con la caída de la URSS y que se caracterizó por el sentimiento de pérdida y el deseo de recuperar lo perdido por parte de Rusia, y una sensación de euforia y narcisismo en Occidente. A partir de la crisis de 2008, y sobre todo con el Brexit y la victoria de Trump, la euforia de Occidente se ha transformando en ansiedad. Para todos los actores internacionales ha llegado el momento de repensar estrategias.

Ese es el punto de partida del análisis de un grupo de profesores y diplomáticos de Hungría, Alemania, Rusia, Estado francés, Polonia, Armenia, Turquía, Gran Bretaña, Estados Unidos y China que se han reunidos por segundo año consecutivo en la Universidad de Europa Central de Budapest en un seminario financiado por la fundación MacArthur. Una reflexión estratégica sobre las relaciones internacionales realizada desde el este de Europa y cuyos puntos de vista no son habituales en nuestro entorno.

Subordinación de la diplomacia

Lo especifico de la situación actual, según el informe de conclusiones, es que la mayor fuente de indefinición para el mundo proviene de su parte más avanzada y privilegiada: de Occidente. Varios son los aspectos identificadores. Por un lado, el hecho que la nueva administración de EEUU subordine la política internacional a los objetivos de política interior. America First no significa una menor actividad exterior, sino que «la acción exterior tiene un carácter meramente instrumental». Constatan, además, que también es así para la oposición, para la que el objetivo interno –impeachment del presidente– es tan importante que los costes exteriores se pueden obviar.

Por otro lado, ven que la nueva Administración asigna a EEUU otro papel. No cree que deba ser un «líder» –en el sentido de potencia con la misión de resolver ciertos problemas–, sino un «jefe» –el país más fuerte capaz de obligar a cualquiera a seguir su línea–. Desde esta perspectiva el uso de la fuerza, el cambio de las normas establecidas o ignorar las instituciones existentes son actitudes perfectamente legítimas.

Por último, los participantes en el seminario consideran que no está claro que la nueva Administración perciba los límites y los riesgos que acarrea esa actitud provocativa.

La polifacética crisis europea

El informe caracteriza la crisis interna europea como múltiple. Por un lado, la distancia entre el centro y la periferia amenaza romper la Unión. La integración como mecanismo de estabilidad en el viejo continente, especialmente en el caso de los siempre problemáticos países del este de Europa y los Balcanes, está agotada. Futuras ampliaciones son poco probables y las expectativas no cumplidas estimulan a las fuerzas nacionalistas, lo que dará renovada energía a los viejos conflictos históricos.

Por otro lado, los migrantes están provocando una colonización inversa, sin que ningún país tenga un modelo de integración efectivo con dos consecuencias inmediatas: crece la tensión interna modificando la relación de fuerzas políticas, y aparece como real el peligro de «israelización de Europa», que ahonda, asimismo, en la polarización política. La migración continuará no tanto por las guerras como por la falta de perspectivas en los países de origen.

Otra crisis está relacionada con el bienestar. Incluso las prósperas sociedades de Occidente no están en condiciones de mantener el estado social que fue creado en la época de la Guerra Fría para contrarrestar el peligro comunista. La transformación no se ve posible porque ningún político tiene suficiente confianza de los electores para modificar el sistema de garantías sociales. En consecuencia, la revisión se hace de forma encubierta, sin contraste y legitimación social. El informe concluye que, por primera vez en muchos años, la representación del futuro europeo carece de optimismo, es oscura y provoca alarma.

En los debates occidentales se habla del final del orden mundial liberal, aunque ese orden haya existido solamente en la percepción de aquellos que consideraban que Occidente había ganado la Guerra Fría. En realidad ha terminado la ilusión de que existía un consenso sobre el orden liberal. Además, la falta de una alternativa ideológica coherente frente al mainstream liberal llevó a los partidarios del liberalismo a pensar que lo que sucedía «era una aberración, una desviación temporal de la norma».

El liberalismo ha sido una ideología agresiva en su esfuerzo defensivo, puesto que no anima el diálogo con el oponente sino su descrédito y su desplazamiento del campo político. El hecho de que Rusia –en parte por voluntad propia, en parte por las circunstancias– se haya convertido en la representación del antiliberalismo crea un «inesperado campo de alta conflictividad política».

Enajenación sin confrontación

Los intentos de algunos políticos occidentales de plantear unas relaciones constructivas con Rusia han sido castigados con dureza. Tampoco las fuerzas que se oponen al establishment en Europa pueden propiciar una acercamiento de Rusia a Europa. «Esos movimientos tradicionalistas y euroescépticos –dice el documento– influyen en la atmósfera política europea, pero no tienen potencial, especialmente intelectual, para formular una estrategia que active no solo a electorado que protesta sino también aquellos que buscan un modelo político y económico alternativo».

El papel de enemigo exterior, que de momento se ha asignado a Rusia, sirve a la UE para la asimilación de las protestas y la consolidación interna. En el viejo mundo no ven voluntad ni capacidad para una autonomía estratégica, dispuesta a aceptar cualquier liderazgo de EEUU siempre que no reniegue de la cooperación atlántica. La necesidad de transformación interna de la UE incrementa el deseo de mantener el contorno exterior en su forma habitual.

Este documento, como el anterior, aboga por la enajenación sin confrontación de Rusia. A su entender, no existen condiciones para influir en el discurso que ha convertido a Rusia en el mayor enemigo, y tampoco es un oponente legítimo con el que hay que acordar las reglas del juego. Los autores no esperan ningún progreso en las relaciones ni con Estados Unidos ni con la Unión Europea, aunque consideran que si esta última consigue mantener a los estados europeos en calma «no merece la pena esperar su caída», teniendo en cuenta, además, que la fiebre expansiva en la UE y en la OTAN «hace tiempo que decayó».

China y Estados Unidos: hasta dónde llega el deseo de evitar la confrontación

Los acontecimientos más importantes no están en Europa ni en Rusia. El informe de los profesores y diplomáticos reunidos en Bucarest afirma que la decisión «más difícil y dramática» le corresponde a la dirección china, que se encuentra en una situación que siempre ha querido evitar.

Desde finales del siglo XX la línea estratégica seguida por Pekín ha sido aumentar paulatinamente su fuerza e influencia dentro de las instituciones internacionales controladas por Occidente, con el fin de ir modificándolas conforme a sus intereses. Una tarea que ha desarrollado con éxito, aunque periódicamente China mostraba su descontento por la falta de interés de los países occidentales en compartir el control de las instituciones globales.

Sin embargo, China ha conseguido tal dimensión que mantenerse en la sombra le resulta imposible. Por otra parte, la erosión del orden en que se ha introducido ha empezado desde dentro, sobre todo desde EEUU. China, en consecuencia, se halla ante el dilema de convertirse en el buque insignia que conserve el modelo o en la potencia que guíe su desmontaje. Por mucho que se hable del discurso de su presidente, Xi Jinping, en Davos, China no ha decidido todavía. En cualquier caso, el informe considera que la economía china no se caracteriza por la apertura y postularse como guardián del libre comercio no casa muy bien con Pekín.

La apuesta de Trump es modificar las relaciones económico-comerciales con China. En un principio el desafío fue intenso, luego suavizó el discurso, pero no modificó el objetivo. La clave, según los autores, es hasta dónde está dispuesta China a hacer concesiones para evitar una guerra comercial. Tradicionalmente ha evitado la confrontación directa, pero también teme la explosión de las burbujas económicas internas. «Puede que las cartas de Trump sean mejores de lo que a simple vista parece», concluyen.

La legitimidad de PC de China se basa en el crecimiento económico y el aumento del bienestar, pero el cambio de las condiciones exteriores complica la situación. También crecen los sentimientos nacionalistas que consideran que ha llegado el momento de actuar en la arena mundial sin complejos y exigir un nuevo estatus. Estos factores modifican los equilibrios internos y externos mantenido desde la época de Deng Xiaoping.

El informe concluye que China quiere con todas sus fuerzas encontrar un «modus vivendi» con EEUU y en ese camino estaría dispuesta –al menos en este momento– a asumir ciertos costes e, incluso, cierta pérdida en su imagen internacional.IE