Víctor ESQUIROL
SPIDER-MAN: HOMECOMING

Marvel Studios reconquista a Spider-Man y Peter Parker vuelve a casa

De entre todas las franquicias de superhéroes que nos han llegado a lo largo de los últimos años (¿docenas? ¿centenares?), la de Spider-Man es, seguramente, la que ha mostrado síntomas más evidentes (y preocupantes) de esquizofrenia. Con su segunda incursión en las aventuras del “hombre araña”, Sam Raimi marcó una de las cimas hasta ahora insuperadas dentro del género. Inmediatamente después, nos hundió en una de las dorsales más profundas del cine-espectáculo moderno. Spider-Man 2 y 3 como la cara y la cruz de la misma moneda.

Después, de Sam Raimi y Tobey Maguire, vino la etapa de Marc Webb y Andrew Garfield. Dos películas que con el tiempo no han pasado de la categoría de “impasse”, visto el poco cariño (el justo, vaya) con las que fueron recibidas tanto por la crítica como por el público. Hasta llegar al año 2017, ese punto de la Historia en el que el liderazgo de la Marvel es tan indiscutible, que a la Sony (hasta ahora el único gran estudio con los derechos cinematográficos de Spidey) no le ha quedado otra que hacer un paso al lado, como diría aquel expresident, y adoptar la fórmula ganadora de éxitos recientes tales como “Guardianes de la Galaxia” o “Capitán América”.

“Spider-Man: Homecoming” es una vuelta a casa. Un reencuentro con unos orígenes que, esto sí, no escapan a la influencia de las modas y tendencias actuales. Peter Parker regresa al instituto, esa jungla en la que además de sobrevivir a los abusones, deberá aprender a crecer como persona y como superhéroe. El objetivo: entrar en el club más exclusivo y cool del mundo: Los Vengadores. En la ficción, dicho proceso de selección lo supervisa el infalible Robert Downey Jr; en los despachos, hace lo propio Kevin Feige, comandante en jefe de Marvel Studios. El rival a batir es Michael Keaton en el papel de un villano hecho a medida: “El Buitre”.