Alberto PRADILLA
CRISIS EN VENEZUELA

Crisis de la oposición y retos del chavismo en tiempo de repliegue

La oposición venezolana se presenta a las elecciones a gobernador. Eso ha abierto una brecha interna. Mientras, el chavismo debe gestionar sus ocho millones de votos consciente de que existe descontento y problemas sociales urgentes. Entramos en un momento de «impasse» hasta la próxima batalla.

Más de cien días de protestas y un centenar de muertos por ambos bandos para que la oposición venezolana termine presentándose a las elecciones. Esta es una reflexión que, apesadumbrados, expresan los más intransigentes del sector antichavista. Hay zozobra en las filas lideradas por Henrique Capriles y Leopoldo López. Tras la mayor embestida contra el Gobierno de Nicolás Maduro en cuatro años y en medio de la peor crisis económica en 18 años de Ejecutivo bolivariano, los problemas se han trasladado a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Algo que, por otro lado, era de esperar. Asumido que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) funcionará en los próximos dos años y que no hay vía alternativa creíble, más allá de las consignas de un sector ultra cada vez más solo, a los opositores no les queda más que reconocer la legalidad electoral. Esto implica, de facto, asumir al mismo Consejo Nacional Electoral al que antesdeayer llamaban «corrupto» y aceptar, aunque sea a regañadientes, el calendario electoral: primero, las regionales, adelantadas a octubre, y después las presidenciales de 2018, cuando Maduro cumple los cinco años en Miraflores.

La decadencia de las movilizaciones en las calles (al menos, en Caracas) debería haber supuesto un golpe de cruda realidad para la oposición. No lo parece. Al menos, en lo que respecta a la retórica. El martes, apenas unas decenas de personas mantenían el trancazo en calles del bastión del este. Allí, la sensación de derrota es indisimulable. La discusión se había trasladado a los medios y la disputa estaba en si participar o no en las elecciones a gobernadores. Como era de esperar, salvo una outsider como María Corina Machado, que anunció que deja la MUD, la mayoría de la oposición presentará listas. No estar en la Constituyente les deja fuera de la política nacional. Renunciar a las gobernaciones, donde actualmen- te tienen tres de 23, aunque aspiran a obtener muchas más, les ubicaría en un terreno similar al de 2005: completamente al margen del juego institucional.

Los comicios en los que competirán son probablemente el único espacio en el que, hoy día, coinciden chavismo y oposición. Venezuela sigue siendo el país de las instituciones paralelas. Por el lado de Nicolás Maduro, la Asamblea Constituyente, plenipotenciaria y que se aferra al artículo 349 de la Constitución de 1999: «Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente». Por el lado opositor, el Parlamento elegido en 2015 y que, frente a muchos pronósticos, no ha sido suspendido, aunque sigue declarado en desacato por el Supremo, lo que invalida todas sus decisiones.

En otras ocasiones, el chavismo creó entes por encima de los que controlaban los opositores, despojándoles de competencias o solapándolos sin llegar a suprimirlos. Así se hizo, por ejemplo, con la Alcaldía metropolitana. En 2009, el Ejecutivo de Hugo Chávez apostó por el Gobierno de Distrito Capital, que ha sido el que ha terminado gestionando lo que ocurre en la principal ciudad del país. Habrá que ver si las dos institucionalidades (una efectiva y la otra, en la práctica, más simbólica) prosiguen en paralelo o si se produce otro estallido y terminamos viendo a la Guardia Nacional Bolivariana expulsando a la oposición por la fuerza.

La imagen no favorecería al Gobierno de Maduro en el ámbito internacional, aunque tal y como están las cosas, no parece que sea una preocupación. El mundo no es solo EEUU y Europa, y Caracas confía tanto en sus alianzas con Rusia y China como con los países del ALBA. Washington sigue amenazando con más sanciones pero, por ahora, PDVSA ha quedado fuera. Atacar al petróleo, pilar de la economía venezolana, sería un salto en la agresión que, previsiblemente, tendría efectos sobre toda la población. Los representantes del Gobierno, sin embargo, insisten en que están preparados para un eventual incre- mento del bloqueo que afecte al crudo. La escalada, por el momento, es retórica, aunque el hecho de que Donald Trump haya afirmado que no descarta la vía militar aumenta la tensión.

Volvamos a las instituciones. Obviamente, ambas cámaras tienen sus propias agendas. Teniendo en cuenta que la ANC va a seguir adelante con su plan para crear una Comisión de la Verdad, queda por ver hasta dónde mantiene la oposición el desafío. Voluntad Popular, el partido de López, que lleva años tratando de hacerse con la hegemonía de la MUD, aboga por nombrar un nuevo CNE en su estrategia del poder paralelo. Su propio aliado Trump, presidente de EEUU, ya les paró los pies advirtiendo de que no reconocería un Gobierno alternativo al de Maduro. Así que todo paso en esa línea solo puede buscar agudizar la confrontación y generar frustraciones en sus bases más aguerridas, ya de por sí decepcionadas. Una patata caliente para la MUD: qué hacer con esa denominada «resistencia» a la que alimentó para generar enfrentamientos y que ahora se siente abandonada.

Analizados el ámbito político doméstico y el internacional, queda uno de los elementos que decantan la balanza: el militar. El intento de asalto a la Brigada 41 de Valencia, el día 6, alimentó los sueños opositores de un golpe de uniformados afines. Se han incrementado los pronunciamientos, a través de vídeos, de grupos armados que amenazan con la insurrección. Sin embargo, los cuarteles están bajo control. Existe un apoyo mayoritario hacia el Ejecutivo de Maduro. No se olvide que Chávez fue militar y que los uniformados, que podrían decantar la balanza, gozan de una posición privilegiada en Venezuela.

Lo reconocía Gerardo Blyde, alcalde de Baruta y referente opositor: «El ciclo de trancazos y marchas se ha agotado». Pero esto no implica que la situación se resuelva. Quedan muchos interrogantes y el futuro es incierto. Podemos prever los próximos hitos, más difícil es tratar de comprender si existe un cambio profundo en la mentalidad de los venezolanos tras 18 años de Gobierno bolivariano.

En este punto, es posible que los periodistas, yo el primero, caigamos en el error de dejarnos llevar por una polarización discursiva que no termina de reflejar una calle compleja, que no se sostiene en cuatro brochazos. Por ejemplo, en comparación con otros años, he percibido un «desenamoramiento» hacia el proceso (cabría decir que hacia la política) por parte de ciertos sectores, lo que no supone un incremento del crédito de la oposición. Existen graves problemas pendientes de solución, son urgentes, y van más allá de la ola de violencia desatada desde abril por las protestas.

Vayamos a casos prácticos. El CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción) garantiza la alimentación a amplias capas populares, pero el día a día se ha convertido en un interminable regateo, en un apaño, en colas para productos básicos o subterfugios para lograr algún bien necesario. Es verdad que el desabastecimiento alimentario se ha reducido, a costa de unos precios estratosféricos, no así el farmacéutico. Existen el acaparamiento empresarial, la especulación y bloqueo exterior, pero también graves fallas en la propia Administración bolivariana. «Cuando presentó el Plan de la Patria, Chávez cometió un error. Planteó ‘eficiencia o nada’ y ya ves la respuesta», es una triste ironía que se escucha.

La MUD, y sobre todo sus «halcones», creyeron que el descontento era una carta blanca para su estrategia de acoso, lo que ha terminado por volverse en su contra. Esto tampoco implica que haya crecido la confianza en el Gobierno, aunque la ANC es una oportunidad para recuperar adhesiones, que deberían llegar de un sector que se ha alejado progresivamente del proceso. Creer que ese hueco podría ser aprovechado por el llamado «chavismo crítico» es una entelequia. Carece de fuerza y, en un contexto de «o conmigo o contra mí», es un sector que termina siendo repudiado por ambas fuerzas. Desde el Gobierno se les acusa de hacer el juego a la derecha, ellos lo niegan pero, no se puede obviar, algunos terminan realizando el camino de la fiscal general, Luisa Ortega, que pasó de fiel aliada de Chávez a ser aplaudida por la oposición.

Es previsible que la atención hacia Venezuela decrezca en los próximos meses. Pero eso no implica que dejen de ocurrir cosas. La clave estará en la capacidad de la Constituyente en plantear políticas inclusivas de pacificación (el asambleísta Mario Silva señalaba que no se debe aplicar políticas revanchistas que en un cambio de correlación de fuerzas puedan ser aplicadas contra el chavismo) y de recuperación económica. El conflicto está lejos de resolverse.