Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «La Torre Oscura»

La Materia Oscura de Stephen King

En el centro del universo, es decir, ahí donde confluyen todas las dimensiones conocidas y por conocer, existe una torre inmensa. Colosal. Su base ocupa incontables hectáreas y su cima no alcanza a verse a ojo desnudo. Una construcción tan imponente como, obviamente, monstruosa... y a pesar de todo, fundamental para la supervivencia de todo ser viviente. Pues la “Torre Oscura” es el pilar que contiene el implacable avance de las fuerzas del mal, las cuales vienen acompañadas, cómo no, de caos, destrucción y muerte.

Después de innumerables tropiezos en otros tantos procesos productivos, llega por fin a las salas de todo el mundo la adaptación de la saga de novelas de culto concebida por el maestro del terror Stephen King. Estrenar “La Torre Oscura” significa adaptar mucho más que una serie de libros. Significa manipular la materia más sensible (por el fervor que despierta entre la base fan; por la infinidad de lecturas propuestas a partir de un solo texto ya de por sí inmenso) de un autor elevado por algunos a la categoría de dios ancestral.

Con este gusto por la hipérbole “lovecraftiana” se presenta pues este proyecto que, al final, no puede evitar caer en la más oscura de las decepciones. El mediocre cineasta danés Nikolaj Arcel no está a la altura del reto, y falla (en la dirección y la escritura) en la misión más importante que se le encomendó. Esto es, dar profundidad a la materia prima con la que trabaja.

Por desgracia, en la pantalla grande “La Torre Oscura” carece de impacto terrorífico, mucho menos filosófico. Se ve reducida a una serie de escenas de acción poco (o nada) inspiradas, a través de las cuales se articula una historia tan trillada (la del bien contra el mal, vaya) como aburrida en sus múltiples tiempos muertos. Más allá de cuatro disparos y un par de poses ya vistas en tantos otros intentos de blockbuster, queda la “materia oscura” del cine veraniego más insustancial.