Mikel CHAMIZO
Música contemporánea

Tour estético y algunas piedras

La inauguración del Ciclo de Música Contemporánea de la Quincena Musical se trasladaba este año al nuevo Musikene y el escaso público que acudió a la cita –unas 50 personas– parecía pequeño e indefenso en el interior del enorme y negrísimo espacio de su auditorio, por otra parte bastante equilibrado en cuanto a acústica. Sonido Extremo, conjunto badajocense que actuó hace un par de años en la jornada inaugural del festival, han sido los elegidos para abrir este ciclo low cost que, a tenor de las decisiones tomadas por el festival en los últimos años y de la escasa afluencia de público, terminará por desaparecer tarde o temprano.

Sonido Extremo es una agrupación muy competente que tropezó con la primera obra del programa, el “Cuarteto Op. 22” de Anton Webern, dirigido de forma atropellada por Jordi Francés, quien pareció preocuparse más por mostrar la abrumadora solidez del método compositivo weberniano que por revelar el sutil lirismo que se esconde tras él. Mucho más cómodos se les vio a los extremeños en “Sueños que se bifurcan” de Voro García, de esmerado trabajo tímbrico, y sobre todo en la deslumbrante “Tria ex uno” de Georg Friedrich Haas, que parte de una melodía de Josquin Desprez para internarse después en un discurso casi minimalista y que ya se escuchó en este mismo ciclo en 2010.

La segunda parte comenzó con una obra muy reciente de José María Sánchez-Verdú, magnífico compositor que en este caso debió de tropezarse con las piedras del jardín que dan título a la obra, tan breve como vacía de cualquier contenido reseñable. El tour estético propuesto por Sonido Extremo pasó después por el trabajo textural algo predecible de “Luminosa azul” de José Río-Pareja, para finalizar con el habitual despliegue de energía y ritmo de Ibarrondo y su cuarteto “Obsidienne”.