Joseba VIVANCO
Athletic

Periodo de gracia

Ziganda se ha marcado como objetivo resetear a unos jugadores que futbolísticamente aún siguen en «modo pasada temporada».

«Recuerdo perfectamente la primera vez que disfruté del sexo. Todavía conservo el recibo», es una de las perlas que nos legó el ingenioso Groucho Marx, de cuya muerte se acaban de cumplir cuatro décadas, porque como él mismo reconocía, «si sigues cumpliendo años, acabarás muriéndote». La afición rojiblanca tiene muy presente ese ‘recibo’ de estos últimos años en que su equipo consiguió contagiar a la grada un espíritu competitivo y de juego que, también es cierto, en la última temporada acabó necesitado de aire fresco. Ese soplo que desde el primer día el nuevo técnico se marcó como renovada meta, con los mismos o parecidos mimbres, focalizando su objetivo último no tanto en la tabla clasificatoria o una larga vida en las competiciones del KO, sino en que el público, la afición, la grada volviera a contagiarse de su equipo. Lo repitió el sábado, en la previa del debut liguero, «no solo queremos ganar, sino hacer más cosas, ilusionar, que la gente sienta un cosquilleo, que se entretenga de verdad. Es merecer ganar, transmitir más cosas. No solo es correr, sino también hacer las cosas bien». Es el mantra de Kuko Ziganda. Jugar bien, generar sensaciones, contagiar, y a partir de ahí los resultados terminan por llegar. Ni un pero.

El debut europeo ante el Dinamo Bucarest quizá se sobrevaloró. Ante un más potente Panathinaikos, siete minutos de ADN rojiblanco salvaron al equipo de ese «palo muy duro» que decía Muniain sería caer eliminados. Pero las sensaciones no fueron las idóneas, como tampoco el amargo regusto del inesperado empate ante un Getafe menos rodado y en fase de acople. En el día después pocos han sido los parabienes, quizá para los dos debutantes, para ese Muniain hace tiempo acabado y envuelto en papel de regalo que decían algunos, o la refrescante determinación de Williams en ataque al que le sigue lastrando su divorcio con la red rival. Y punto.

A los nuevos gobernantes se les suele conceder una gracia de cien días. Al Athletic de Kuko Ziganda sería realista darle también un margen de mejora, diez partidos, quince, hasta octubre, diciembre... Para que contagie, nos provoque ese cosquilleo... O para que lleguen los resultados. Ahora bien, contrariamente a lo que se cree, la expresión «cien días de gracia» no tiene que ver con una tregua o un cheque en blanco por dicho periodo y sí con el compromiso de propuestas y medidas que puso sobre la mesa el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt en sus primeros tres meses y medio de gobierno, con su conocido «actuar y actuar ahora» que abanderó el New Deal o política intervencionista tras la Gran Depresión de los años veinte.

Kuko Ziganda ha recibido una plantilla que conoce al dedillo, un vestuario que se ha visto a sí mismo en cueros más veces que lo que lo han hecho con sus respectivas parejas, una «cuadrilla» de amigos, que alternan y van de vacaciones a la misma cala ibicenca. Un equipo que sabe a qué juega, sus objetivos, la camiseta que viste, comprometido, con las ventajas propias que ello conlleva y también inevitables peros. Ziganda no ha venido a cambiar la cara al juego del Athletic, ni modificar esquemas, aunque su apuesta por Willliams como ariete sea una novedad táctica. Por sus palabras entendemos que su meta es sobre todo resetear a la plantilla, ganarlos una vez más para la causa, recuperar aquel conjunto convencido de sus posibilidades fuera en casa o a domicilio. Recuperar en cierto modo la ‘locura’ de no hace tanto pero atemperada con la sensatez de hace mucho menos. Y, encima, sin un refuerzo de campanillas que redoble ilusiones. Casi nada.

Hasta la fecha, con ya un buen número de entrenamientos y unos cuantos partidos en piernas y cabeza, parece que el diván de Ziganda tiene todavía tarea por delante. Más allá de los esquemas, tácticas y estrategias, lo que alimenta a un equipo, decía alguien, es la conexión neuroral entre sus jugadores. Este Athletic necesitaba apagar y encender, que a jugar y a qué jugar no se le ha olvidado. Por eso el periodo de gracia del técnico navarro no requiere de cien días ni de diez partidos. Se verá en cada partido si su discurso cala. Esa al menos es la humilde teoría de un servidor, aunque como diría Groucho Marx, «estos son mis principios, y si no les gustan, tengo otros».

Unai e Iñigo, el sentir de un debut con los leones

«La enmarcaré y les pediré a todos que me la firmen, esta camiseta hay que guardarla para siempre», reconocía como un chaval con zapatos nuevos Unai Núñez, tras el «sueño» del debut hecho realidad «desde que llegué con apenas diez años». Imposible olvidarlo, «con el himno, con todo, la piel de gallina». Confesaba que tenía alguna «esperanza pequeña» en estrenarse, y la hubo. Como para Iñigo Córdoba, «animando en la grada desde los tres años y hoy poder estar dentro». Hace poco ni lo imaginaba. «Es el debut soñado, bueno, no porque no hemos ganado, pero sí estoy muy contento. Lo que he intentado es tocar y hacer algo en los siete minutos que he jugado», explicaba, quien añadía, ufano, «la camiseta se la regalaré a mi abuelo, que es muy fan del Athletic. Todos están muy orgulllsos de mí».J.V.