Mikel ZUBIMENDI
BERRIATUA
Elkarrizketa
JESÚS ARBOLEYA
HISTORIADOR Y PROFESOR ESPECIALISTA EN LAS RELACIONES EEUU-CUBA

«Los cubanos decidimos nuestro destino, para bien y para mal»

Nacido en la Habana en 1947, exmiembro del servicio diplomático en la misión de Cuba en la ONU y en la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, de verbo fluido y brutalmente pedagógico, es un fino analista de gran experiencia, mirada tranquila y horizonte profundo.

De visita en Euskal Herria, «un país maravilloso en el que no he visto pobres», Jesús Arboleya, considerado como uno de los mayores expertos cubanos en las relaciones EEUU-Cuba, atiende a GARA tras haber sufrido un pequeño susto médico. Nos recibe en Berriatua, comarca de Lea Artibai, de manera calurosa, con las ventanas abiertas de par en par, y trata sobre todos los temas en profundidad, con ritmo trepidante y dosis de humor.

Comenzamos por la nueva política de EEUU hacia Cuba. Obama impulsó dinámicas de normalidad y Trump anuncia que lo revisará todo. Hace años se oía el «tras Irak viene Cuba», ahora con Corea del Norte se oye decir «luego viene Venezuela». ¿Podemos esperar una vuelta atrás a esos escenarios?

«Todos debemos estar preocupados con Trump. Su ascenso al poder refleja las enormes contradicciones del mundo contemporáneo y el deterioro relativo de la hegemonía de EEUU, una ingobernabilidad que hoy en día transcurre en todo el mundo. El tremendo nivel de incertidumbre caracteriza la situación actual».

«Triunfo de la Revolución»

«La política de EEUU desde 1959 –arranca– fue la de destruir a la Revolución mediante la asfixia económica, el auge de la contrarrevolución, el aislamiento diplomático. A la altura del Gobierno de Obama ya era claro que nada de eso era viable. Por eso dice que ‘la vieja política ha fracasado, tenemos que cambiarla’. Había factores objetivos, no era porque fuera particularmente inteligente o benevolente con Cuba. Hay que mirarlo como un triunfo de la Revolución. EEUU, sin renunciar a sus pretensiones, ya no podía aplicarlas a partir de políticas extremas y hostiles. Siempre habrá aspectos en las relaciones que son irreconciliables. Casi no hay un solo asunto en política internacional donde estamos de acuerdo. Por lo tanto, eso será siempre objeto de fricción».

Trump empezó diciendo que iba a repudiar toda política de Obama, desde la de salud pública hasta la política exterior. Para Arboleya, «hay mucho de racismo en esa visión; han tenido que asumir ocho años de gobierno de un negro y todo lo que puedan hacer por dañar su legado se justifica». Desde el punto de vista norteamericano, cree que «Obama fue un presidente relativamente eficiente, resolvió problemas que venían arrastrando y trató de enfrentar otros en los que no pudo avanzar más por la tremenda polarización política. En ese saco cayó la política hacia Cuba».

En campaña Trump dijo que no veía mal la nueva política hacia Cuba, que él la hubiera negociado mejor. Le preguntamos el por qué. «Porque en buena medida responde a los intereses de los sectores conservadores blancos del Medio Oeste, sobre todo agroalimentarios; los estados agrícolas están muy interesados en la normalización».

Incide en que Trump llegó en condiciones muy débiles, sin el apoyo de los principales sectores económicos, contra el establishment político y de la prensa, incluso contra su propio partido. «En esta primera etapa, ha tratando de encontrar consensos, ahí empiezan a jugar ciertos congresistas cubanoamericanos, como Marco Rubio. Un senador que recibió el apoyo de sectores económicos muy importantes, que compitió contra Trump, que forma parte del Comité de Inteligencia que lo está investigando. A Trump le interesa tener un gesto con Rubio, de ahí viene su frase de cambiar la política hacia Cuba».

«En la práctica –enfatiza– esa política ha cambiado muy poco. Sí ha cambiado el tono, las perspectivas de esa relación. Pero no lo esencial, porque no puede cambiarse, no hay otra política».

Corriente neofascista en EEUU

Pero Trump no inventó el racismo, ni la xenofobia ni la globalización. ¿Puede culpársele de todos los males?

«No estoy seguro si Trump profesa él mismo esas ideas. O simplemente es un demagogo que las está usando. Cuando vemos estos actos de Trump, esto de darle el perdón a este sheriff Arpaio, tenemos que entender que de esta manera está satisfaciendo la manera de pensar de muchos norteamericanos. Los EEUU que nosotros queremos reconocer no es el EEUU verdadero. Estamos viendo en EEUU el fortalecimiento de una corriente neofascista que no debe descuidarse. Cómo se organiza, la manera en que la opinión pública trata estos temas, las leyes migratorias –porque todo esto Trump lo dice pero es el Congreso el que las aprueba por grandes mayorías; votan republicanos y demócratas, vota gente del Sur y gente del Norte, o sea, que es un problema de la sociedad–... Trump refleja la decadencia de esa sociedad, la incultura, el racismo, todo multiplicado por un tipo que, además, es un pesado tremendo».

«Depende de los cubanos»

Planteamos a nuestro interlocutor qué diría a quienes, para criticar a Cuba, utilizan el latiguillo del «Obama se fue pero el embargo se queda».

«Es verdad. Es verdad también que tampoco podía acabar él mismo el embargo, no tenía la autoridad para eso. A mí me interesa leer eso en términos de lo que ha significado para la historia cubana». ¿Y si todo fuera una manera más sibilina de tratar de socavar el socialismo y avanzar hacia el capitalismo aprovechando las nuevas relaciones y las propias contradicciones cubanas? «Pero ya eso depende de los cubanos. Es un problema nuestro. Si nosotros supimos ganar la otra guerra, tenemos que aprender a ganar esta también. Yo no puedo criticar a Cuba por haberse adaptado a esta nueva realidad. Entraña sus peligros, requiere de una revisión de nuestras políticas, estar alerta ante una serie de manifestaciones que se agudizarán. Pero eso es un problema nuestro, de los cubanos. Nosotros decidimos nuestro destino, para bien y para mal. Fidel nos lo dijo en 2005: ‘esto se puede acabar por culpa de nosotros, esto nadie puede acabarlo de afuera, los únicos que podemos acabar esto somos nosotros si no actuamos en correspondencia’. Esa realidad se mantiene».

Tras haber superado una «crisis de las de verdad», el llamado periodo especial, Cuba está insertada en la economía global. En ese proceso han jugado un papel clave países como China, Rusia, Brasil o Venezuela. Pero tras el cambio en Argentina con Macri, el golpe de Estado en Brasil, las dificultades de la revolución bolivariana… ¿ven desde Cuba un cambio de ciclo? ¿Con preocupación?

Contraofensiva en Venezuela

«Con preocupación hay que verlo. El escenario latinoamericano cambió. Aunque alguna gente lo considera como el fin del ciclo progresista, eso en buena parte ha sido contrarrestado por la posición de los gobiernos caribeños, que se han mantenido fuertes. Esa posición ha sido muy importante, particularmente para Venezuela. Incluso a partir de ese reflujo derechista, ninguno de esos países ha replanteado aislar a Cuba. El foco básico de atención se ha concentrado en Venezuela. Hasta cuánto eso puede llegar a afectar a Cuba está por verse, pero hasta ahora no lo ha hecho».

«La derecha latinoamericana se dio cuenta de que tenía que abortar el proceso venezolano en función de sus propios intereses. Mientras existiera Venezuela como alternativa política, con la capacidad económica que tiene para colaborar con otros procesos, su posición no estaba asegurada en ningún país».

Y afirma que «los venezolanos, mal que bien, han ido superando la crisis. Tras haber logrado la Asamblea Constituyente, noto cierto fortalecimiento de las posiciones revolucionarias y cierto retroceso de la derecha. La situación es menos mala de lo que era hace seis meses. Si eso es suficiente para superar la crisis o no, para eso ya tendremos que esperar un poco más».

«En la política se ha perdido nivel, vuelo, ver el largo plazo»

Desde su experiencia como diplomático, Arboleya lamenta que la «diplomacia en general ya no cuenta con esas figuras que la hacían un ejercicio extraordinario. Si te pones a ver y analizas una época, ves que en EEUU estaba Kennedy, pero en Cuba estaba Fidel, y en China estaba Mao Tse Tung, y en Yugoslavia estaba Tito, personas del mundo de la política que eran realmente relevantes. Hoy ese tipo de figuras no existen casi en la política, se ha perdido nivel, vuelo, visión de largo plazo, hoy son personas más elementales, las cosas que se discuten son bastante simplistas. Reagan decía que la virtud de la política era convertir en simple lo complejo; hoy dices las estupideces más grandes y funciona».

Reflexiona también sobre la cultura cubana. «Una de sus grandes virtudes ha sido su capacidad metabolizadora. Todo el que quiso llegar a América tuvo que pasar por Cuba, salvo la parte anglosajona. Cuba fue una sociedad esclavista que tuvo que lidiar con una inmigración forzada de africanos muy grande, además se nutrió con todo lo que España podía aportarle, un país de por sí diverso. A toda esa mezcla, un sabio cubano, Fernando Ortiz, le llamó el ajiaco cubano. El ajiaco es una sopa donde se echa de todo, se le da calor, se mezcla y llega un momento en la que los ingredientes pierden sus cualidades identificativas y todo eso es el resultante de un sabor nuevo. Hemos procesado toda esa diversidad a 90 millas de EEUU. Nos hemos nutrido de su cultura y ese nutriente ha sido también un antídoto».

Refuta la idea de que ahora cuando lleguen los yankees Cuba va a cambiar por completo. «Ya vivimos todo eso, no somos chinos que nunca se pusieron un ‘blue jean’. La cultura cubana es de alto nivel, entre otras cosas por esa relación con EEUU que nos conectó con la modernidad y los nuevos inventos. En Cuba el ferrocarril existió antes que en España».

En relación a la emigración, donde antes se llegó a decir «gusanos» hoy se habla de «comunidad cubana», que es un activo muy importante. Le pedimos una reflexión.

«La emigración de cubanos hacia EEUU se remonta a principios del siglo XIX. Adquiere una connotación política con el triunfo de la Revolución porque EEUU convirtió a la emigración ubicada en Miami en la base de la contrarrevolución. Hubo un nivel de confrontación muy alto, y emigrar llegó a definirse como traición a la patria. Todo eso cambió con los acontecimientos del Mariel. Se dio un tipo de emigración nueva, provenía de sectores populares que habían hecho la revolución, que se habían beneficiado de ella. Los fenómenos migratorios son complejos, pero hay una realidad: Cuba produce un capital humano que el mercado nacional interno no puede absorber a plenitud. Tiene razón: la existencia de una comunidad cubana en el mundo, particularmente en EEUU, es un activo muy importante para la nación, que cada día tendrá más valor».M. Z.