Maite UBIRIA BEAUMONT
BAIONA
Elkarrizketa
BIXENTE ETCHEZAHARRETA
PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN «DU PAYS BASQUE AUX GRANDES ÉCOLES»

«Una juventud formada es la vitamina para revitalizar la economía de Iparralde»

Tiene 28 años, nació en Itsasu y, tras licenciarse en Ciencias Políticas en París, trabaja actualmente en el sector financiero de la capital francesa. Junto a otros tres exalumnos del Lycée de Navarre, de Donibane Garazi, creó en 2013 una asociación, «Du Pays Basque aux Grandes Écoles» (DPBGE), que anima a los jóvenes a «optar por la formación» para, un día no muy lejano, «tomar las riendas de su país».

Ha dejado por unos días el asfalto y las prisas parisinas para refugiarse en «el pueblo más bonito», a saber, su localidad natal de Itsasu. Satisfecho con el éxito de la universidad de verano que la asociación que preside ha dedicado este año al emprendimiento, desgrana otros proyectos, siempre con la vista puesta en facilitar a los jóvenes «una formación de alto nivel». A su entender, es una labor imprescindible si se quiere dotar a Ipar Euskal Herria de «una juventud emprendedora» y dispuesta a responder a los retos del futuro, «máxime cuando hoy, por fin, contamos con una organización, la Mancomunidad Vasca, que debe servirnos para pensar un futuro a la escala del país».

¿Qué hace tan inexpugnable el camino hacia las grandes universidades para los jóvenes de Ipar Euskal Herria?

El primer factor de discriminación es la información, hasta el punto de que si un joven no tiene antecedentes familiares difícilmente se orientará a una alta formación. Si a ello le sumamos la falta de un tejido universitario local sólido, nos encontraremos con que muchos jóvenes de Iparralde, sobre todo si han nacido en zonas rurales, no se sienten todavía hoy legitimados a aspirar a una alta formación.

Esas grandes escuelas proyectan, quizás, una imagen inaccesible y, sobre todo, elitista.

Así es, pero nosotros decimos que el hecho de vivir en un territorio como el nuestro, cuyo pulso económico y demográfico es comparativamente menos fuerte que el de otros territorios, o el hecho de nacer en una zona rural, distante de los grandes centros de decisión, no puede servir de excusa para que un joven de aquí, si lo desea, acceda a universidades de gran prestigio. La problemática a la que responde DPBGE no es exclusiva de Iparralde, de ahí que hayan surgido ya cinco réplicas y haya visto la luz un punto de intercambio llamado «De nos Territoires aux Grandes Écoles».

¿Cómo combatir la autocensura que puede pesar sobre la decisión de esos alumnos?

Nuestra asociación ha impulsado acuerdos con nueve establecimientos –de liceos públicos, privados o de ikastolas– y regularmente acudimos a esos centros, de la mano de alumnos que ya han recorrido ese camino hacia las grandes escuelas y que pueden aportarles una experiencia muy concreta. Del mismo modo, nos parece importante mostrar a esos jóvenes que trabajamos para trazar un camino de ida y vuelta. Por eso organizamos eventos en París y también aquí, en los que se fomenta el encuentro entre emprendedores y alumnos. Es esencial valorizar a ojos de esos jóvenes experiencias como la de Estia, pero también otros ejemplos de emprendimiento que han permitido poner en marcha o relanzar empresas que hoy son ejemplo de éxito como Agur, Alki, Oteiza... proyectos que tienen en común un compromiso claro con el territorio y sus ciudadanos.

La cuestión financiera sigue apareciendo como una barrera infranqueable.

El sistema educativo francés es uno de aquellos en los que el origen social cuenta más, o divide más, a la hora de acceder a la educación superior. Somos conscientes de ello y de ahí que este mes pongamos en marcha una iniciativa nueva, consistente en la creación de una beca para apoyar a estudiantes que dispongan de cualidades pero no de medios para dar el salto. Partimos con un capital de 150.000 euros y la idea es seleccionar, con ayudas de esos responsables de los centros con que mantenemos convenios, a seis estudiantes cada año y secundarles con una beca de 6.000 euros repartida en dos años.

Para financiar esa beca han puesto en marcha un sistema de mecenazgo, con cierto sabor anglosajón, en el que tiene mucho que decir la diáspora.

Es una beca privada y hemos recibido promesas de donación que alcanzan de partida los 150.000 euros, muchas de ellas de la diáspora, de gentes como Jacques Garaialde, alto ejecutivo financiero de origen vasco afincado en Londres. No hablamos de un sistema de crédito bancario, pero planteamos que esos jóvenes, no ya por imperativo financiero sino moral, devuelvan lo recibido al fondo una vez tengan trabajo, para que esta beca pueda seguir ayudando a otros jóvenes vascos.

«La innovación como motor, de norte a sur»

¿Qué lugar ocupa la colaboración norte-sur en la creación de ese ecosistema de emprendimiento ?

Tenemos una base importante gracias, por ejemplo, al trabajo de la escuela de ingenieros Estia. Como la mayoría de agentes de Iparralde, otorgo un papel clave al trabajo transfronterizo. El reto es nutrir el ecosistema de que hablamos con empresas y plataformas del sur del país.

¿Cuáles son las señas de identidad de ese modelo de desarrollo y qué papel tiene la Mancomunidad Vasca?

Nuestra asociación apoyó la mancomunidad única y cree que su papel es clave para impulsar una economía basada en nuestra identidad, que prime el equilibrio territorial y respete el medio ambiente. Desde nuestra óptica, los jóvenes seremos dueños del futuro de este país si, frente a un modelo en el que el turismo sigue pesando demasiado, lo que a menudo se traduce en dependencia y precariedad, nos abrimos a la innovación y a la formación. M.U.B.