David MESEGUER
Halabja
REFFERÉNDUM DE INDEPENDENCIA EN KURDISTÁN SUR

HALABJA, LA CIUDAD KURDA MÁRTIR DONDE IRAK SIGNIFICA MUERTE

4.000 personas murieron en Halabja en un ataque químico de la aviación de Sadam Husein en marzo de 1988. A dos días del referéndum en Kurdistán Sur, los habitantes de la ciudad mártir quieren «ser libres para que una masacre así no se repita nunca».

Estos días previos al referéndum se nota el aumento de visitantes al mausoleo», asegura Akram Mohammad, trabajador del memorial de Halabja. «Es muy importante que nuestros hijos conozcan nuestra historia reciente, de lucha y sufrimiento», explica Ferhad Abdulah, que se ha desplazado desde la ciudadde Koya junto a su esposa e hijos. «Voy a participar en el referéndum y votaré «sí» a la independencia», reivindica este hombre de 43 años enfundado en un cili –traje tradicional– negro de prominentes pantalones anchos.

Los más de 40 grados a la sombra no impiden que numerosos ciudadanos se acerquen a este memorial en honor a las cerca de 4.000 víctimas que entre el 16 y el 18 de marzo de 1988 causaron los ataques químicos de la aviación iraquí. Finalizado en 2003, este mausoleo es un tributo a los mártires y una muestra de rechazo a la represión que para muchos kurdos ha simbolizado históricamente el poder central de Bagdad.

Una aversión que se hace evidente en la misma entrada principal, presidida por hay una escultura circular con cinco bombas pintadas con la bandera iraquí de la época del Partido Baath de Sadam Husein que caen sobre la bandera kurda con el número 1.000 inscrito, en referencia al número total de víctimas, y el mensaje «No olvidamos». Un centenar de metros más adelante, el fuselaje de un cazabombardero iraquí recuerda nuevamente a los autores de la masacre.

El mausoleo es un gran edificio circular de color negro en cuya cúpula hay cuatro manos que simbolizan las partes de Kurdistán y sostienen la libertad. En la parte inferior hay una especie de grandes rocas que representan las heridas del pueblo kurdo.

«Ser libres para que no se repita»

Atendiendo a los visitantes está Akram Mohammad, de 40 años y que desde hace ocho trabaja en el memorial. «Perdí a mis padres y a tres hermanos en el ataque químico», recuerda Akram, junto a una fotografía de la exposición. En ella se observa un camión con varios cadáveres detenido porque el conductor ha desfallecido. Sentados en el suelo y recostados en la pared, hay dos niños rodeados de cuerpos. Uno de ellos abraza el cuerpo de una mujer mientras se tapa el rostro con la otra mano. El otro desencajado, mira hacia ninguna parte. Es Akram.

«Esta mujer del vestido lila es mi madre», indica señalando un cuerpo que yace en la parte posterior del vehículo. «Sobreviví gracias a Alah y a que pude vomitar», recuerda afortunado porque, a diferencia de centenares de personas, no padece secuelas. Es el caso de Mohammad Saeed, antiguo peshmerga y empleado del museo, que sufre problemas de piel a causa de los agentes químicos utilizados en el fatídico ataque. «Muchos bebés tienen problemas respiratorios, en la piel y en los labios. Hay un elevado índice de mortalidad infantil. Muchos niños nacen muertos», señala Mohammad.

Durante el transcurso de la guerra entre Irak e Irán de 1980 a 1988, el Gobierno de Saddam llevó a cabo la campaña de Anfal para castigar al pueblo kurdo, acusado de apoyaR al régimen del ayatolah Jomeini. Ante el avance de las fuerzas iraníes en Kurdistán Sur, la aviación iraquí bombardeó centenares de aldeas kurdas, y en casos como el de Halabja, lo hizo con armas químicas. Diseñada por el Alí Hassan al-Majid, conocido popularmente como «Alí el Químico» y primo de Sadam, la campaña dejó más de 50.000 muertos entre la población kurda.

«Queremos ser libres para que masacres como esta no se repitan», dice Mohammad en referencia al referéndum del lunes y a la independencia. «No queremos estar divididos en cuatro países. Desde hace más de un siglo luchamos para conseguirlo», subraya.

Este kurdo de 36 años tenía tan solo seis cuando ocurrió el ataque. «Nos escondimos en unas cuevas subterráneas toda la noche. Al día siguiente, cuando pensábamos que los ataques habían cesado, decidimos ir a Anab, la aldea cercana a Halabja donde nací. Bombardearon de nuevo y fue horrible», recuerda este antiguo combatiente kurdo que abandonó la milicia hace cinco años para trabajar en el memorial. Mohammad perdió a su padre, a tres hermanos y a dos hermanas. Se quedó huérfano puesto que su madre había fallecido un año antes por un mortero lanzado por el Ejército iraní. Solo sobrevivió una hermana, pero cuando huyeron a Irán para refugiarse y tratarse las heridas alguien la cogió y les separó para siempre. En Irán, un familiar que también huyó, se hizo cargo de Mohammad y al cabo de unos años regresaron a Halabja.

Los centenares de fotografías de la masacre conviven junto con una representación de la tragedia a tamaño real con maniquíes de cuerpos humanos y animales. En la parte central están escritos los nombres de los 3.800 muertos, en rojo hay los nombres de 178 niños desaparecidos, de los que 8 han sido encontrados vivos. Pero lo que más sorprende está en una sala contigua.

Colgados en la pared hay decenas de documentos del Partido Baaz en los que Saddam Husein y Alí Hassan al-Majid autorizaban los ataques con gases tóxicos. Inmediatamente debajo y en una vitrina se ven sus respectivas sentencias de muerte, junto con la cuerda con la que fue ahorcado «Alí el Químico». Esta extraña mezcla de homenaje a las víctimas y humillación y rabia hacia los verdugos como venganza, también queda patente en el cementerio de los mártires, en cuya entrada un antiguo cartel reza: «Los miembros del Partido Baath no tienen permitida la entrada».

Ilusión por el referéndum

Lejos del silencio de mausoleo y del cementerio, el ajetreo del bazar marca el ritmo de una calurosa jornada. Como en cualquier ciudad de Oriente Medio, es el termómetro idóneo para conocer la opinión de la población. «Hay estados de solo 7.000 habitantes. Aquí, en el Kurdistán iraquí, somos más de cinco millones. ¿Por qué no podemos tener un Estado?», pregunta Mahar Mustafah, una profesora de historia de 39 años, junto a las también docentes, Farida Hussein y Lawla Ibrahim. Las tres forman parte del comité local para organizar el referéndum.

Mahar es consciente de que puede producirse un ataque de Bagdad, pero afirma estar dispuesta «a pagar el precio que sea necesario para obtener la independencia». Un sector, el de los funcionarios, que está en el ojo del huracán de los problemas económicos y sociales que sufre Kurdistán Sur. «Es cierto que muchas veces recibimos el salario con retraso. Pero ese no puede ser un impedimento cuando se trata del futuro de tu país», señala Lawla, para contrarrestar la opinión de aquellos que defienden que antes del plebiscito hay que resolver otros graves problemas que afectan al día a día.

Si había indecisos o favorables al boicot del referéndum, las amenazas conjuntas de Ankara, Teherán y Bagdad, parece que han surtido el efecto contrario sumando más partidarios a la causa. «Ahora o nunca», dice Ahmed desde su puesto de frutas y verduras en el centro de Halabja. «Es obligación de todos los kurdos tomar partido en un momento histórico para nuestra nación», destaca este vendedor de 48 años y cuyo recuerdo del día de la masacre aún permanece bien vivo. «Perdí a mi abuela y a mi tía. Mi familia más cercana y yo pudimos sobrevivir porque nos escondimos en unas cuevas y después huimos hacia el río Hawar. Finalmente, escapamos a Irán», recuerda Ahmed, que como prácticamente cada habitante de Halabja que supera los 35 años tiene su propia historia de horror y supervivencia.

Las tres profesoras, que permanecieron seis meses presas en las cárceles de Sadam, desean, antes de seguir con sus compras, lanzar un mensaje conciso y desafiante ante las advertencias y amenazas del propio Gobierno central de Bagdad o de países como EEUU, Turquía e Irán: «Votaremos».

 

Turquía amenaza con una intervención militar y crece la presión a barzani

El primer ministro turco, Binali Yildirim, amenazó con una intervención militar en Kurdistán Sur si sigue con sus planes de votar y declarar la independencia.

«El memorándum (que se preveía aprobar ayer) dará derecho a Turquía a intervenir al otro lado de su frontera meridional y regiones vecinas contra todo tipo de procesos políticos que se dirijan contra nuestro país, que supongan una amenaza para la seguridad nacional de nuestro país. Dará derecho a enviar soldados», retó.

Yildirim se refería a las medidas que recomendará el Consejo Nacional de Seguridad de Turquía y que se prevé serán aprobadas hoy. Desde 2012, el Parlamento renueva cada año el permiso al Ejecutivo de enviar tropas a Siria e Irak en cualquier circunstancia «que suponga una amenaza para Turquía».

La renovación se aprueba habitualmente a finales de setiembre o primeros de octubre, pero ha sido adelantada este año en lo que parece un gesto político dirigido a Masoud Barzani, el presidente de Kurdistán Sur y desde hace años firme aliado de Ankara. El lunes, el Ejército turco inició unas amplias maniobras militares, desplegando numerosos tanques cerca de la frontera iraquí, en lo que también se interpreta como un aviso a Barzani.

El primer ministro turco reiteró su llamamiento. «Aún no es tarde. El Gobierno del Norte de Irak y Barzani deben renunciar a esta ambición, a esta obstinación»., insistió.

No es el único. El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, trasladó a su homólogo iraquí, Ibrahim al Jaafari, el apoyo ruso a la «unidad, soberanía e integridad territorial» de Irak.

En su último mitin de campaña en Erbil, Barzani rechazó suspender un referéndum «que ya no depende de mí, sino de vosotros», en referencia a los miles de asistentes.

Con todo, se espera su decisión final en una rueda de prensa. Mientras, las presiones crecen y el general de los Guardianes de la Revolución iraníes, Qassem Suleimani, viajó ayer a Erbil y ofreció obligar a Bagdad a acceder a todas las demandas kurdas e cambio de la renuncia al referéndum.GARA