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Denuncian violaciones en grupo de soldados birmanos a refugiadas rohinyás

Los médicos de la ONU que atienden a los refugiados rohinyás en Bangladesh han percibido claros indicios de numerosos abusos sexuales por parte de los soldados birmanos de los que huyen.

Shamila agarra la mano de su hija con tanta fuerza que se vuelve blanca cuando le cuenta cómo los soldados la violaron en grupo ante sus hijos en Myanmar. Una historia similar a la de muchas en los campos de refugiados de Bangladesh.

Médicos de la ONU que atienden a las mujeres que integran los casi 430.000 musulmanes rohinyás que han escapado de lo que, según Naciones Unidas, es una campaña de limpieza étnica por parte del Ejército birmano, aseguran que han visto decenas de víctimas de abusos sexuales, desde tocamientos hasta violaciones en grupo, entre quienes han huido de la violencia en las últimas semanas en Myanmar. Casi todas declararon que sus autores eran soldados del Ejército birmano.

Según los especialistas, probablemente esto no sea más que la punta del iceberg. Debido al estigma asociado a la violación en esta minoría musulmana y a las dificultades por sobrevivir es probable que un gran número de víctimas no se den a conocer.

Una gran parte de estos casos han sido detectados en la clínica que la Organización Internacional para la Migración (OIM) gestiona en Leda. En un insólito gesto, ya que los médicos de la ONU no suelen pronunciarse públicamente sobre este tipo de ataques, los doctores han presentado documentos médicos que certifican que estas mujeres han sido violadas a punta de pistola por soldados birmanos.

Estos documentos muestran indicios claros de penetración forzada e incluso mutilación genital. «Hemos visto marcas en la piel que atestiguaban un ataque violentísimo e inhumano», declaró la doctora Tasnuba Nurin. «Desgarros vaginales, marcas de mordiscos e incluso pruebas de que las violaban con el cañón de una pistola», denunció.

Shamila –nombre ficticio– explica que aún sangraba cuando llegó a Bangladesh tras tres días de caminata. «Tres soldados me violaron», relata esta mujer de 25 años con lágrimas en los ojos. «Cuando se fueron, dejé la casa con dos de mis hijos y seguí a la gente que corría», añade. Su marido no estaba y no lo ha vuelto a ver. Tampoco a tres de sus hijos que jugaban fuera de la vivienda mientras le violaban.

Estas historias abundan entre los refugiados desde el último estallido de violencia. Una misión de la ONU investiga las denuncias de abusos contra los derechos humanos en Myanmar, incluida la violencia sexual.

La representante especial de la ONU sobre Violencia Sexual en Conflictos, Pramila Patten, aseguró que esta violencia es «utilizada como una herramienta de terror para obligar a las poblaciones a huir tan pronto como sea posible» y no solo como forma de humillación.