Ramón SOLA

Una revolución de gobernantes y estudiantes, de estibadores y músicos

El portavoz del Govern de un partido conservador evocando el aniversario de los fusilamientos franquistas. La representante de la CUP apelando a los Mossos. Un vicepresident en la misma barricada que miles de estudiantes. Lluis Llach aclamado por los jóvenes. Son señales de una verdadera rebelión, la revolución catalana.

La campaña para el 1-O empezó con cánticos de «Dónde está la papeleta, la papeleta dónde está» y hoy le han cogido el relevo otros como «Jo soc sediciós» («Yo soy sedicioso»), entonado con la famosa melodía del «Yo soy español». Y es que la rebeldía es el denominador común de todo en estos días históricos en Catalunya, y era también lo que unía ayer en la Plaça de la Universitat a chicos de 18 que votarán el domingo por primera vez y octogenarias que no se pierden una movilización. Bromean los universitarios con que esta es la «revolución de las yayas».

También. Es la de todos y todas. A la espera de su turno, tras el escenario el vicepresident Oriol Junqueras conversa con los portavoces del encierro de la UB como si fueran colegas. Y en cuanto el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, que está en el centro de la diana represiva, sube al escenario, los miles de asistentes lo reciben con un solo grito: «No estáis solos, no estáis solos». Hay grandes aplausos cuando se cita a los agricultores que están haciendo tractoradas en defensa del referéndum. También para los trabajadores de imprentas, insumisos ante la presión española para dejar de fabricar papeletas. Y más aún para los estibadores del puerto, convertidos en auténticos héroes populares por negarse a trabajar para los policías españoles. «Fuera las fuerzas de ocupación», se corea una y otra vez en este vibrante acto vespertino de Barcelona.

El Govern, a tope

En esta comunión espectacular, si uno escucha con los ojos cerrados al consejero de Presidencia y portavoz del Govern, Jordi Turull, puede acabar pensando que es un líder de izquierda independentista, porque dice cosas que hasta hace poco eran exclusivas de ese sector político. «Hoy, 27 de setiembre, no solo hace dos años de las elecciones en Catalunya, hace también 42 años de los últimos fusilamientos franquistas», apunta Turull nada más subir al escenario. Txiki y Otaegi en la Plaça de la Universitat.

De hecho, Turull no se siente solo miembro del Ejecutivo catalán, sino de un movimiento mucho más amplio. Atención a esta frase: «Se equivoca el Estado español si cree que está luchando contra el Govern de Catalunya, está luchando contra ciudadanos libres del siglo XXI». Y por eso prevé que ahora Madrid perderá: «Esta vez no van a poder, porque antes las batallas se ganaban con bombas, pero ahora se ganan con urnas». Asegura además, siempre en tono inevitablemente críptico pero muy convencido, que está todo preparado para el 1-O.

Le sigue en el estrado Junqueras, con una elocuencia que denota la emoción de estos días memorables. Al profesor se le ve conmovido por lo que está ocurriendo en la Universidad: «El país está orgulloso de vosotros, y vosotros también tenéis que sentiros orgullosos de vosotros mismos». Todo rezuma trascendencia histórica. Así concluye Cuixart: «Tenemos en nuestras manos la posibilidad de ser ciudadanos fundacionales de la República catalana, no la desaprovechemos». A continuación vuelan papeletas de voto y se cantan a coro ‘‘L’estaca’’ y ‘‘Els segadors’’, en un final apabullante.

Superar de una vez el franquismo emerge como una obsesión en todos los actos de estos días. Los propios universitarios han bautizado su encierro como «la nueva Capuchinada», en recuerdo de la protesta de 1966. Llama la atención el modo en que reciben a Lluis Llach; se nota que pese la diferencia de edad (69 tiene el músico) es una referencia para todos ellos y ellas. Llach, humilde, tiene que pedir varias veces que no le ovacionen, que acabará enseguida. Él también se declara vivamente emocionado, porque «esto tiene una creatividad sin precedentes en Europa. Es pura poesía democrática. ¡A hacer puñetas el franquismo y que venga el futuro de una vez!».

Romper el precinto

Luego es la alcaldesa de Badalona por Guanyem, Dolors Sabater, la que evoca los tiempos en que se pedía «Libertad, amnistía y Estatut de Autonomía» frente a un régimen «atado y bien atado». Lamenta que «nosotros no pudimos lograr todo lo que queríamos, pero vosotros sí podéis. Hace tiempo que ha caducado ese régimen del 78». Sabater garantiza que en su municipio, el tercero en población de Catalunya, habrá urnas el domingo y anima a votar.

Profesora de universidad es también Mireia Boya, de la CUP. En su intervención se evidencia una vez más la estrategia independentista de no entrar en provocaciones. Y para ello ¿qué mejor que sustituir la rabia por el humor? Boya sube al escenario ¡con una careta de Piolín! y saluda antes que nada «a todos los piolines que estáis ahí escondidos entre la gente. ¡Os decimos que estáis perdiendo el tiempo, volved a vuestro país, aquí no tenéis nada que hacer!». Turull y otros también se dirigirán a los infiltrados, pero siempre con sorna, sin agresividad.

Boya ha subido al escenario con todo el kit. Saca la papeleta para animar a votar. Y al final, un precinto de los que Madrid quiere obligar a poner mañana en todos los colegios electorales. La diputada de la CUP lo rompe mientras proclama: «Frente a los precintos tenemos nuestras manos. No pueden precintar nuestras vidas, no pueden precintar a todo un pueblo. Y a mí solo me da órdenes mi madre».