Ion TELLERIA

MINUTO DE CONTRASTE EXTREMO, IMPACIENCIA Y CONFIANZA

LOS CONGREGADOS EN EL PASEIG LLUÍS COMPANYS EXPLOTARON AL GRITO DE «INDEPENDENCIA» AL ESCUCHAR LA DECLARACIÓN TAN ESPERADA DE BOCA DEL PRESIDENT CARLES PUIGDEMONT, PERO EN POCOS SEGUNDOS LLEGÓ EL ANUNCIO DE LA SUSPENSIÓN Y LA CONSIGUIENTE DECEPCIÓN. UN RESULTADO QUE NO GUSTÓ DEMASIADO, PERO SE ENTENDIÓ...

Esto también va de emociones. Poco antes de las 20.00 las pantallas instaladas frente al Arco del Triunfo de Barcelona lanzaron el mensaje de Puigdemont que los más optimistas esperaban: «Llegados a este momento histórico (...), asumo el mandato de que Catalunya se convierta en un Estado independiente en forma de República». Las miles de personas congregadas en el paseo situado frente al TSCJ estallaron al grito de «Independencia», alzaron los brazos para acoger el nacimiento de la nueva república y aplaudieron a rabiar al president de la Generalitat. Pareciera que la reacción había llegado al Parlament, porque Puigdemont tomó aire y, casi tras esperar que acabara el jolgorio, prosiguió anunciando que solicitaban la suspensión de esta declaración. Algunos abucheos y una decepción generalizada hicieron enmudecer el Paseig Lluís Companys. Terminó su intervención, y no todos, pero sí la gran mayoría, volvió a aplaudir a Puigdemont.

Nuria ya se lo esperaba: «Si ha de haber ese paréntesis, muy bien». No así Rosa: «Me he traído el cava en el bolsillo y no lo he podido abrir, y espero que pueda hacerlo en los próximos días». Algo confuso se confesaba Tony: «Esta mañana me he despertado diciendo que estoy en el Estado español y que quizás esta noche me acostaré en la República catalana, pero ahora ya no se dónde me voy a despertar mañana». Ese subidón y la posterior decepción fueron bastante generalizados. «Nos hemos emocionado muchísimo y luego ha llegado la suspensión», lamentó Alba, que, sin embargo, afirmó entenderlo porque «lo ha hecho para dar margen al diálogo». Esther también estaba entre aquellas que reaccionaron al grito de «independencia» tras oir al president, «pero luego he sentido mucha rabia, porque creíamos que hoy se iba a declarar». Añadía luego que «tiempo al tiempo» y que esperaba que «en poco tiempo se declare nuevamente».

Quizás el hecho de que el president hablase de «unas semanas», sin concretar una fecha, fue uno de los puntos que más preocupó a la gente congregada en las inmediaciones del Parlament. Así lo expresaba Manel: «Falta épica y poner fechas concretas», opinó, añadiendo que «esta dilación puede que no sea mala» y mostrando confianza en que «las cosas se concreten», Josep también lamentó que «hacía falta precisar un poco el tiempo, ha habido una suspensión sine die y quizás habría que haber fijado un tiempo máximo». Compartía su opinión Romina, con estas palabras: «El problema es no haber concretado, habría que haber acotado algo más el tiempo de la suspensión». Y Rudoric se mostraba «muy decepcionado, porque no podemos esperar más tiempo», y afirmaba que «cada día que pasa es un día que Catalunya pierde para convertirse en un país normal».

Esa impaciencia era algo compartido por mucha de la gente que mudó de la ilusión a la preocupación en esos pocos segundos de la intevención de Puigdemont en que el president pasó de apuntar la independencia a suspenderla. Nuria mostraba su «confianza plena» en el president catalán y decía que entiendía que «todo se está haciendo muy bien», aunque «algunas veces es difícil de reprimir el ímpetu». Por ello, afirmaba que la suspensión debe ser «muy temporal, muy cortita», En esa línea, la confianza de Eli de que se «declarará la independencia en unos pocos días» y en sus mismo términos Carme, que mostraba su esperanza de que «la suspensión dure poco».

Irene, joven que mostraba rostro serio y cierto enfado, censuraba que «pedimos diálogo y España no nos escucha, hemos llegado a un punto que el diálogo ya no sirve y tenemos que actuar». Mostraba, aún y todo, cierta comprensión: «Puigdemont quiere ser legal, lo quiere hacer bien... y me parece bien que pida diálogo, pero es que no nos van a escuhar». Preguntada más directamente por su confianza en el president, era más rotunda: «Sí, sí, sí, yo confío plenamente».

Todavía desconocían el acto conjunto posterior realizado en una sala adjunta al Parlament, donde las fuerzas independentistas firmaron una declaración de independencia. Sin embargo, los congregados frente al Arco del Triunfo no dudaban de que esto seguiría para adelante. para Tony, «esto no para, esto está clarísimo». Así lo creía también Alba: «Sabemos que este es el camino y que debemos seguir», decía, y añadía que «hay que dar un voto de confianza y que sigan haciendo las cosas como hay que hacerlas». Nuria añadía que «si esto es para seguir con más calma y con más reconocimiento, que así sea».

Tensión y expectación

El contraste extremo vivido en ese escaso minuto llegó tras toda una jornada de expectación máxima que alimentó muchas ilusiones.

Catalunya vive en una movilización constante y la comunión existente entre movimiento ciudadano y clase política es continua y permanente. La gente exige, aplaude, empuja, agradece... y los políticos tratan de responder, avanzar, guiar... Con sus desavenencias y polémicas, compartidas también por la gente que apoya a cada actor político. Pero son seis Diadas multitudinarias consecutivas, tres semanas de movilización casi permanente y más de dos millones de votos en un referéndum que España trató de reventar a porrazo y pelotazo limpio. Y que, sin embargo, sumó más de dos millones de votos.

Las expectativas creadas para la jornada de ayer no se cumplieron del todo y así lo expresaba la mayoría de gente reunida en el Paseig Lluís Companys durante horas para acompañar el paso que iba a dar su Parlament. La independencia se celebró y la suspensión se acató.

En cualquier caso, una vez más decenas de miles de ciudadanos acompañaron y empujaron a sus dirigentes políticos a seguir por la vía trazada durante este largo procés que llega a su, ahora sí, definitiva etapa.

Hoy volverán a repetirse frases como que «Puigdemont lleva a su pueblo al abismo», obviando, quizás, que es esa misma gente que ayer no vio satisfechas sus aspiraciones la que trata de llevar a sus políticos en volandas a esa nueva república que ayer no nació. Sin embargo, ya nadie duda de que es posible y el cava sigue esperando para que lo suspendido se haga realidad. Hay impaciencia, pero también hay confianza.