Mirari ISASI
Bilbo

UN PROCESO DE ONCE AñOS FRENTE A MEDIO SIGLO DE INJUSTICIAS

Un socialismo comunitario que fortalezca las estructuras sociales y productivas indígenas es el modelo por el que apuesta el Gobierno de Evo Morales desde hace once años para devolver la dignidad al país y para acabar con medio siglo de injusticias.

Estamos tratando de inventar la realidad, de hacer lo que nunca se hizo y de superar una larga historia de opresión y explotación. Estamos aprendiendo. Es un largo camino, creo que con más aciertos que errores». Con estas palabras de Silvya de Alarcón se podría resumir la última década en Bolivia, su proceso de cambio desde que Evo Morales se convirtiera en el primer presidente indígena en 2006 y transformara el país en un Estado plurinacional en el que cobraron visibilidad y poder de decisión sus 35 naciones ancestrales. Un proceso de construcción del socialismo, parejo a las raíces indígenas de estructuras comunitarias, con el que el Gobierno busca saldar una deuda histórica en el orden interno, pero también reposicionar a Bolivia en el ámbito internacional en relaciones solidarias y colaborativas e impulsar la emancipación y unidad latinoamericanas frente al poder hegemónico de EEUU.

De Alarcón es doctora en Filosofía y profesora de la Universidad Mayor de San Marcos de Bolivia, en La Paz, y exintegrante del Ejército Guerrillero Tupac Katari, y ha visitado Euskal Herria invitada por el Gite-Ipes y el grupo de estudios e investigación Parte Hartuz para hablar de la realidad de cambio en Bolivia, en el marco del ciclo de conferencias “América Latina: nueva fase en disputa”.

Centrada su intervención en la compleja naturaleza de las comunidades indígenas en Bolivia, De Alarcón explica cómo fueron sometidas a un proceso de destrucción y exclusión desde la invasión inca –antes de la colonización española–, que se prolongó hasta hace una década. Siglos durante los cuales se borraron sus estructuras parentales, la propiedad comunal de la tierra, el trabajo colaborativo, sus formas de organización y representación al servicio de la comu- nidad... Y recuerda que en 1825, año de la independencia, solo el 3% de la población podía acceder a la ciudadanía, y que en 1952, cuando llegó el voto universal, los indios siguieron siendo indios. «Bolivia –resume– nació viviendo del trabajo indígena».

Después, los últimos veinte años de neoliberalismo, previos a la llegada al poder del Movimiento al Socialismo (MAS), castigaron duramente al campo, lo sometieron a la ciudad y empobrecieron a la población, pero también permitieron tejer desde abajo, cuando «apenas quedaban jirones de lo que alguna vez fueron las comunidades indígenas», un gran movimiento social que en 2003 impuso una agenda asumida a su llegada al poder por Evo Morales. Así, sus primeras medidas fueron instalar una Asamblea Constituyente de la que nació la Carta Magna que establece el carácter plurinacional y comunitario de la nueva Bolivia, en la que sus 35 pueblos indígenas más la nación boliviana son copartícipes en la toma de decisiones, y nacionalizar los hidrocarburos.

«Blanquitud o indianitud»

Como explica De Alarcón, «defendemos un socialismo comunitario, una federación de comunas como espacios de autodeterminación que se gestionan a sí mismas, para superar el capitalismo, pero entroncado con nuestra historia y basado en la realidad y especificidad propias, en el que quede desterrada la idea de vivir del trabajo ajeno».

«El problema no es de raza –dice–, sino de identidad, desde dónde se construye, si desde la blanquitud o desde la indianitud». Un proceso de una construcción igualitaria de la ciudadanía y una redistribución directa y también igualitaria de la riqueza, que, afirma, se está haciendo a base de conquistas sociales y políticas. Algunos datos lo avalan. En 2005, antes de la llegada de Morales a la Presidencia, el 39% de la población vivía en la extrema pobreza, una cifra que hoy es del 16% y que para 2020 se pretende rebajar al 9%. Es cuestión de voluntad política, porque «Bolivia no es inmensamente rica».

«Eso es devolverle la dignidad al país», subraya De Alarcón, aunque admite que «no se puede construir en once años lo que en 500 de injusticias no se ha hecho, y por eso es tan importante la reelección de Evo Morales». Un objetivo que EEUU trata de impedir utilizando a la derecha local, según señala.

En esa lucha para acabar con el capitalismo e instaurar el buen vivir, Bolivia se enfrenta «al enorme dominio imperial de EEUU», que «nos la tiene jurada y hará lo que sea para liquidar el proceso de integración y romper la unidad latinoamericana. No somos ingenuos». Con la Unasur, el ALBA y, sobre todo, la CELAC como objetivos.

Es en ese proceso de liquidación, provocado por la «injerencia de EEUU», donde sitúa el impeachment contra Dilma Rousseff, en Brasil y la derrota electoral de Cristina Fernández, en Argentina. También la ofensiva contra Venezuela. «Es una estrategia contra el proceso de unificación política que permite la lucha soberana de los pueblos», para mantener América Latina como su patio trasero, porque, recuerda, «tiene una cantidad de recursos naturales importantes para EEUU, como el petróleo y el agua, sobre los que quiere mantener el control».

Considera que Bolivia y Ecuador son economías «de chiste» al lado de Brasil o Argentina, pero que «Trump es demasiado arrogante para permitirnos lo que Obama nos ha permitido». Y cree que si Venezuela cae, Bolivia y Ecuador serán los siguientes objetivos. «Por eso –sostiene–, es muy importante defender la revolución bolivariana, porque todas las revoluciones contribuyen a la construcción de un destino común de liberación». «Hay voluntad política de avanzar, pero hace falta la rebelión, la lucha y unidad de los pueblos, de lo contrario, tenemos fecha de caducidad», advierte.