Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
PATXI MUñOA
MILITANTE DEL COLECTIVO BONBERENEA

«Estamos para ayudar a las bandas y no para enriquecernos»

Bonberenea es un espacio ocupado nacido en Tolosa en 1997 bajo el principio de la autogestión. Cinco años después de su creación surge Bonberenea Ekintza, que sirve como vehículo para diversas ediciones y quien publica «Aspalditik gatoz, urrutira goaz», un doble cedé que recopila veintidós canciones inéditas de grupos que han pasado por sus estudios; reflejo de la solidez de ambos proyectos.

Veinte años de recorrido para una de las experiencias autogestionadas más dinámica de Euskal Herria, Bonberenea. Y quince años de experiencia con Bonberenea Ekintza que, entre otros trabajos y módulos, cuenta con el estudio de grabación desde donde Karlos Osinaga ha grabado con sobrado talento docenas de proyectos tanto internos como foráneos.

“Aspaldiko gatoz, urrutira goaz” compendia el trabajo de “casa”, la orfebrería delicada que se ha ido publicando con mimo y detalle, tanto en cedé como en vinilo. En este caso se opta por un seductor doble cedé que incluye grabaciones de grupos lejanos como 25th Coming Fire y recientes como Sofa, y por el medio inéditos de Estricalla, Stanislaw, Humilitate, Anestesia, Eraso!, Humus, Zea Mays, Anger, Matxura, Glaukoma, Libe, Han!, Belarminak, Fiachras, Ze Ezatek!, Atila y los Unos, Bonberenea Txaranga eta Sofanbeltz, Anai Arrebak y Pirritx, Porrotx eta Marimotots. Familia que conforma un disco reflejo de una historia vital tanto desde el desarrollo de la autogestión como por la aportación a la música desde sus diferentes ángulos: conciertos, edición... Es, de paso, la fotografía de dos agitados decenios.

Patxi Muñoa es un militante más del colectivo, lleva en el proyecto Bonberenea desde el primer día. Sus ojos han visto pasar a morenas, rubios, altas, bajos... y una buena escalera de edades. Y todo continúa con luz, si bien tras unos primeros años de contumaz pelea contra lo establecido. Bonberenea sigue vivo y refleja con acierto el valor de la autogestión y lo mucho que se puede ofrecer desde ella.

¿Qué aportaciones va impregnando Bonberenea a lo largo de sus dos decenios?

Llevamos fomentando cultura desde hace veinte años: conciertos, teatro, grabaciones, edición de libros y discos, txaranga, radio… Todo desde diferentes generaciones que van desde los catorce años hasta los veteranos, y siempre con las puertas abiertas para todo aquel que quiera participar. Colaboramos con el pueblo y con diversas organizaciones de Euskal Herria. Se creó para dar salida a otra cultura y para compensar la falta de espacios para jóvenes que sufría Tolosa en la década de los 90, cuando nuestras calles vivían momentos convulsos.

¿Qué recuerda de su inicio, de sus porqués y para qué?

Tolosa estaba gobernada por el EA más rancio. Al frente de la alcaldía se encontraba José Gurrutxaga, quien convirtió Tolosa en un páramo de ancianos sin ningún tipo de ocio para la juventud. Un EA que no escuchaba a los jóvenes y sus inquietudes, al que le daban igual lo que las futuras generaciones deseaban. En ese contexto, la idea se creó entre diferentes activistas de varias organizaciones sociales y de mucha gente que amaba y quería el rock. Se pretendía conseguir un lugar donde poder ver conciertos y no tener que vivir en las calles. Era un 23 de diciembre de 1997 cuando se ocupó el primer edificio. Estaba donde ahora están los juzgados, en medio de esa plaza. Antiguamente fue el cuartel de los bomberos y de ahí surgió el nombre. Hubo anteriormente un gaztetxe con ese nombre en Tolosa, el cual era visto como un agujero de drogas y desde el principio quisimos que no nos relacionaran con lo mismo, es por ello que aun siéndolo, no llevamos en el nombre la palabra gaztetxe. El ayuntamiento desalojó ese edificio como se preveía y además lo derribó. Pero no nos quedamos en la estacada, sino que, con más ganas que nunca, nos dispusimos a trabajar por aquello que queríamos. Unos conciertos en la calle, un invierno frío y una segunda ocupación. El edificio fue lo que ahora está convertido en el Topic, el museo de marionetas. Seguíamos con la misma dinámica y el Ayuntamiento también, por lo que sin demasiados cambios, otro desalojo. Es cuando justo dos años después de la primera ocupación el 23 de diciembre de 1999, ocupamos lo que hoy en día es el edificio de Bonberenea.

¿Cuáles han sido los principales problemas para seguir adelante con el proyecto, y, en general, cómo se han ido solventando cada uno de los inconvenientes?

Bonberenea ha conocido cinco alcaldes en estos viente años. Siempre hemos tenido que ganarnos el respeto del Ayuntamiento a base de trabajo y constancia. Problemas hay siempre, como en todos lados, pero en cada caso hemos actuado como una familia y decidiendo sobre la marcha cuál era el mejor método para seguir adelante. Uno de los grandes problemas de este tipo de proyectos es siempre el sacrificio y la militancia, ya que cada año que pasa es más difícil encontrar jóvenes que estén dispuestos al compromiso. Seguiremos fieles a nuestros principios y seguiremos luchando contra lo establecido por las instituciones. La casa sigue fuera de ordenación municipal y nuestro objetivo siempre será que nos reconozcan por el trabajando hecho y algún día de estos poder descansar sabiendo que Bonberenea está regulado y pueda continuar con su actividad cultural sin tener que preocuparse por decisiones políticas. Hacemos más de 70 conciertos al año, lo que tiene un alto nivel de exigencia. Son muchos fines de semana en los que hay que trabajar y tratamos con jóvenes, lo que implica que sacrifiquen su tiempo libre para trabajar por una idea, un concepto. Esta casa da y quita cosas, depende del balance de cada uno y no nos cansaremos de decir que nos sentimos muy orgullosos de lidiar con todos estos problemas y seguir adelante siempre trabajando entre nosotros y de la manera que consideramos mejor.

Bonberenea convence. Por la sala de conciertos han pasado nombres muy populares, como por la sala de grabaciones.

Es cierto, son muchas las bandas que han tocado y las que han grabado. Hemos trabajado con generaciones de músicos que han tenido carreras meteóricas y otros no. Pero eso no nos ha importado nunca. Como dinamizadores de la cultura, siempre hemos creído que nuestra responsabilidad es también darles la oportunidad a nuevos grupos y músicos jóvenes. Darles un lugar donde tocar o grabar cuando la industria más comercial no les quiere ni escuchar, un nicho donde empezar y quién sabe, tal vez comenzar su propia carrera. En Bonberenea se han dado más de 1.000 conciertos y publicado 84 referencias.

¿Qué intencionalidad le quisieron otorgar a Bonberenea Ekintza?

Se creó para dar oportunidades a diferentes músicos y publicar aquello que nos gusta y pone. Fue un trabajo duro comenzar en un mundo de difícil incursión, pues hacerse un nombre cuesta mucho. Esta es una industria bastante podrida, donde por encima del valor de la banda o su música está el dinero, no cuenta nada más. En ese ámbito, como en el resto, somos autogestionados y empezar un proyecto nuevo siempre cuesta. El hecho de construir con nuestras propias manos el pabellón nuevo que conforma Bonberenea fue otro punto de inflexión. Había muchas cosas que aprender y decidir, y sobre todo, mucho trabajo. Esto cambió todo para Bonberenea, pues teníamos más espacio donde plantear cosas nuevas y tener un estudio más amplio donde trabajar y durante más tiempo. Al final, el hecho de no parar de currar se retroalimenta, por lo que cada vez hemos tenido más proyectos nuevos, como colaborar con otros activistas sociales como Hala Bedi Irratia, Gure Irratia, Trebiñuko Ikastola, AEK, 18/98…

Cabe suponer que los acuerdos entre grupos y Bonberenea Ekintza son libres o muy elásticos...

Así es. Somos una plataforma, no un sello discográfico. Estamos para ayudar a las bandas y no para enriquecernos. Lo que nos importa es crear música autogestionada donde, por encima de todo, lo que importe sea la música.