Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
Elkarrizketa
MARCELA SAID
CINEASTA CHILENA, DIRECTORA DE LA PELÍCULA «LOS PERROS»

«En Chile aún no se ha abordado la complicidad civil con la dictadura»

Con la película “Los perros”, ganadora de la sección Horizontes Latinos de Zinemaldia, la directora Marcela Said quiere invitar a la reflexión sobre la complicidad de la sociedad con la dictadura, un tema que aún sigue siendo tabú en Chile, donde no sabe qué reacciones suscitará.

Mariana Blanco es una mujer de clase alta, entrada en los cuarenta e hija de un importante empresario forestal que la adora pero que no esconde su carácter autoritario. Está casada con un arquitecto argentino con familiares militares. Su vida transcurre entre el club, los caballos, los asados de domingo y una que otra visita a la empresa familiar. Sin embargo, un día, su apacible y rutinaria vida comienza a resquebrajarse cuando se entera de que su profesor de equitación, Juan Morales, de quien se siente atraída, es en realidad un coronel retirado procesado por crímenes cometidos durante la dictadura chilena. Esa revelación la hará enfrentarse a sí misma, a su padre y a su círculo social. El pasado frente al que siempre ha vivido indiferente la situará ante un profundo dilema: asumir la verdad que Morales le hace llegar en forma de carta o continuar como si nada hubiera ocurrido.

Esa es la trama de la película “Los perros”, ganadora del Premio Horizontes Latinos de Zinemaldia y una invitación a reflexionar sobre el rol que jugó la sociedad civil chilena en el golpe de Estado de 1976 contra el presidente Salvador Allende y en la posterior dictadura.

Los personajes dibujados por la directora chilena Marcela Said están cargados de matices dentro de un relato en el que no hay ni buenos, ni malos, ni víctimas ni verdugos. Una película que coincide en el tiempo con el debate abierto en Chile sobre la conveniencia o no de levantar el secreto acerca de los testimonios de tortura recogidos por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, conocida como Comisión Valech.

Esa fue la propuesta que lanzó la presidenta Michelle Bachelet, ella misma víctima de la tortura, en el 44 aniversario del derrocamiento de Allende el pasado 11 de setiembre.

La Comisión estableció reparaciones económicas para los afectados, así como un plazo de 50 años para la reserva total de la identidad de cada testimonio.

Con su desclasificación, afirmó Bachelet, se busca que «esa información se pueda entregar a los tribunales y avanzar en procesos que están detenidos, y contribuir a la consecución de la verdad, justicia y reparación».

Esta iniciativa ha levantado ampollas en la sociedad chilena, que «aún no ha abordado el tema de las responsabilidades compartidas», afirma Said en entrevista a GARA, cuya filmografía está atravesada por los oscuros años de la dictadura. En el documental “El Mocito” hizo un retrato sicológico de un exagente de la DINA, la policía secreta de Pinochet, encargado de llevar los cafés durante las sesiones de tortura y acusado de la muerte del secretario general del Partido Comunista en 1976. En “I love Pinochet” mostró el apoyo público a Augusto Pinochet tras su arresto en Londres.

¿Qué representa el personaje de Mariana en el Chile de hoy?

Es una mujer de clase alta que no está dispuesta a sacrificar nada por sus privilegios y por ello termina traicionando al coronel. Es además incapaz de liberarse del yugo patriarcal.

Aunque a lo largo de la película repite con frecuencia «no me des órdenes», siempre termina obedeciendo, ya sea a su padre, a su marido, a su profesor de equitación, a su médico...

Exactamente. No es lo suficientemente fuerte como para liberarse, aunque es algo que busca a lo largo de toda la película.

¿Cuántas Marianas existen en la sociedad chilena actual?

Muchas. En términos generales existen muchas mujeres que no logran liberarse de los maridos, que siguen obedeciendo, que son sumisas… hay también mujeres que tampoco tienen el coraje de hacer un acto de justicia. Es muy difícil. Yo diría que las personas que tienen el coraje de hacer algo son la minoría.

Las dictaduras han dejado profundas heridas en las sociedades. En ese marco, las mujeres, desde quienes ejercían una militancia política hasta las de clase alta, han sufrido múltiples victimizaciones. A la protagonista de su película, situaada en el momento actual, no le está permitido decidir nada por sí misma.

A veces pensamos que somos privilegiadas porque hacemos lo que queremos y, sin embargo, todas somos víctimas de lo mismo; me parece escandaloso no recibir el mismo salario que los hombres cuando hacemos el mismo trabajo, algo que también ocurre en el mundo del cine, que los hombres salgan impunes de las agresiones… Me parece que la solidaridad femenina tiene que actuar frente a estas realidades. Me gusta que sea una periodista mujer la que me está entrevistando a mí que soy mujer; tenemos que apoyarnos entre nosotras, en el trabajo femenino, en las cosas que tenemos que decir y hacer… tenemos un trabajo por delante y de eso no me había dado cuenta sinceramente.

Mariana tampoco quiere enfrentarse el pasado de su padre, quien con orgullo le confirma que colaboró con los militares. «Claro que sí, si los milicos me lo pedían...», se justifica su padre.

Mariana conoce el pasado de su padre pero no se atreve a confrontarlo. Ella no sabe exactamente qué hizo ni cuál fue su grado de implicación. Yo misma he escuchado en Chile esa frase del padre: «Si los militares me pedían algo, cómo les iba a decir que no». Obvio que en este tiempo la gente también tenía miedo y a lo mejor la suya es una respuesta hipócrita y prestó a los militares los camiones –que usaban en el traslado de detenidos– porque quiso y porque realmente pensaba que era lo que había que hacer. 44 años más tarde del golpe responde que no tenía otra opción. Mientras más pienso en la película, más convencida estoy de que esta habla de la hipocresía y la falta de coraje.

Hay quienes siguen diciendo que la dictadura fue un mal menor necesario para salvar a los chilenos del comunismo.

Aún persiste esa idea en una parte de la sociedad, aunque cada vez es más pequeña. Afortunadamente, cada vez son menos quienes al menos públicamente lo afirman de esa manera.

Hablemos del personaje del coronel, Juan Morales, profesor de equitación de Mariana, que está a la espera de conocer la sentencia del juicio. Usted también tuvo un profesor de equitación involucrado en la dictadura y recibió críticas por relacionarse con alguien así.

Yo lo conocí como profesor de equitación cuarenta años después de los hechos. Estaba procesado, solo vivía en el mundo de los caballos. En el presente en el que yo le conocí parecía no arrepentirse de lo que había hecho pero, al mismo tiempo, defendía que no tenía las manos manchadas con sangre. Me preguntaban cómo era posible que tomara clases de equitación con un criminal. Para mí, la experiencia era interesante, además a mí me gusta la equitación y la veracidad del amor por los caballos que ambos sentimos era cierta. Eso fue lo que nos unió.

En “Los perros” el marido de Mariana es argentino. Una elección nada casual.

La historia argentina y la chilena tienen mucho en común, más de lo que quisiéramos. Las cosas se solucionaron de manera distinta pero en ambos países sufrimos lo mismo, una dictadura militar con muchas desapariciones. Nosotros tenemos 4.000 desaparecidos, ellos 30.000, una locura. La dictadura marca a la sociedad durante generaciones y si no hay justicia, un acto de reparación, esto va a seguir. La prueba es que a día de hoy los hijos de las víctimas y los victimarios siguen enfrentándose.

A nivel personal, ¿qué ha supuesto para usted este segundo largometraje después de haber abordado las confesiones de un torturador en el documental “El Mocito”?

Supone hablar de la hipocresía, de la falta de coraje y de la complicidad del mundo civil con la dictadura, un tema muy poco abordado en la sociedad chilena. Aún no se ha abordado la cuestión de las responsabilidades compartidas. Este debate está recién empezando; nunca se ha querido tratar porque es complicado. Es más fácil poner el foco de culpabilidad en quienes cometieron los actos y no en aquellos que financiaron y apoyaron la dictadura y que se beneficiaron de ella. Eso fue lo que él me dijo a mí. El personaje del profesor de equitación efectivamente está inspirado en el coronel que yo conocí como profesor, no en lo que cuentan de él. Me pareció interesante conocer a una persona cuarenta años después de los hechos y ver lo que yo vi de esa persona.

¿Qué es lo que usted vio?

Que es algo más complejo. Esa persona tiene un pasado oscuro que yo no conozco del todo, no sé exactamente lo que hizo, solo lo que él me cuenta. Siempre a modo de disculpa decía que él era el jefe del servicio de guardaespaldas, que no estaba implicado en ello, que en el “caso Prats” por el cual está en la cárcel solo fue a firmar unos papeles… Yo no sé con veracidad si es así. Pero sí sé que conocí a un buen profesor de equitación, que se preocupaba por los alumnos y por los empleados del club, que era muy campesino… yo personalmente conocí esa cara de Juan Morales, no otra. Y eso me parece interesante, estar en los dos contextos. Recuerdo que un sacerdote me dijo que «una persona no se reduce solo a un acto, todos los seres humanos somos mucho más complejos». Eso me hizo pensar lo interesante que sería que mis personajes tuvieran toda esta gama de grises; es decir, que los que parecen buenos no sean tan buenos, ni los malos tan malos. Ese era mi juego, que los malos se convirtieran en los buenos de la película o que tuvieran algo que salvar y mostrar de ese lado oscuro. Aunque es una propuesta de reflexión, no hay que olvidar que esto es una ficción.

En el 44 aniversario del golpe de Estado, Bachelet propuso desclasificar los testimonios de tortura recogidos por la Comisión Valech, lo que ha generado opiniones encontradas.

Esto es un tema actual, no es una cosa del pasado, es algo que está pasando ahora. Se trata de intentar hacer justicia con grandes letras, hacer un acto de reparación, saber lo que pasó de verdad. No sé si alguna vez podremos saber qué pasó de verdad, pero las víctimas merecen saber lo que ocurrió con sus familiares, con sus seres queridos.

¿Cómo cree que acogerá la sociedad chilena el estreno de una película así?

No lo sé. Justo estaba leyendo un artículo en la prensa chilena muy sensacionalista y no estoy segura de si este será el termómetro de cómo será acogida. Me parece que es una película honesta y el potencial espectador va a estar viendo una realidad.

Como cineasta, ¿qué relación guardan entre sí el cine y la denuncia social?

La gente considera que hago un cine político y de denuncia. Pero mi cine no es ideológico, es un cine de reflexión porque a mí me interesa reflexionar sobre el tema víctima-victimario, la complejidad del ser humano, la banalidad del mal… eso sí, en un contexto político definido y particular.