Janina PÉREZ ARIAS
DONOSTIA
Elkarrizketa
THIERRY FRèMAUX
DIRECTOR DE CINE

«Soy el primer espectador de la belleza de las películas de los Lumière»

«¡Lumière! Comienza la aventura» es una oportunidad única para disfrutar en pantalla grande de las imágenes restauradas de los cimientos de la cinematografía mundial. El rostro más conocido del Festival de Cannes se estrena como director.

Hace 102 años Louis Lumière se convertía en el primer director de cine del mundo. Junto a Auguste, su hermano mayor, los Lumière ni sospechaban que aquel junio de 1895, fecha de su primera película, estaban empezando a escribir la historia del llamado séptimo arte.

Muchas son las leyendas que se cuentan de estos pioneros, y Thierry Frèmaux (Tullins, 1960) sabe exactamente cuáles son las verdaderas y las inventadas. Y es que el carismático director delegado del Festival de Cannes también dirige el Institut Lumière, además de presidir la Association Frères Lumière.

La dedicación de Thierry Frèmaux hacia el legado de Louis y Auguste le ha llevado a ensamblar “¡Lumière! Comienza la aventura”, cinta que agrupa 108 películas restauradas de los Lumière, con comentarios del mismo Frèmaux, y que representa la vuelta de los Lumière a las salas durante 90 minutos, así como una oportunidad única para disfrutar en pantalla grande de las imágenes que conforman los orígenes del cine.

Desde 2005, 1.405 filmes realizados por los Lumière entre 1895 y 1905 tienen un lugar en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco. Sin embargo, la cifra que proporciona Frèmaux es de 1.500 películas producidas por los Lumière y sus operadores.

Para la restauración de los cortos de “¡Lumière! Comienza la aventura”, desvelaba Frèmaux durante Zinemaldia, como parte del programa de Zabaltegi-Tabakalera, que se había empleado la técnica digital motion picture film scanner en 4K, una herramienta que ha sido ya usada para «revivir» clásicos cinematográficos como “Lawrence de Arabia” (David Lean, 1962), “Taxi Driver” (Martin Scorsese, 1976) o “Sandra” (1965) de Luchino Visconti.

Entusiasmado con esta nueva fase de su misión asumida hace tres décadas, y estrenándose como director, Thierry Frèmaux profundiza sobre su labor en la preservación del legado de los Lumière, y reflexiona sobre el pasado y el presente de la cinematografía mundial.

Usted siempre está en la posición de tener un juicio sobre el trabajo de otros, ahora se invierten los papeles. ¿Le resulta incómodo?

La película es sobre el cine de los hermanos Lumière, no es que sea mía, sino de los Lumière. Se trata de un montaje de sus filmes, sabía perfectamente lo que se necesitaba para hacerlo, y es realmente un acto de amor. Lo bueno de decir que no es una película mía me permite afirmar que es un filme fantástico. Y es que así lo pienso. Estas películas de 50 segundos son tan bonitas, tan interesantes, que dicen tanto, y no solamente de los inicios del cine, sino también que hasta hoy conservan una inocencia, un montón de cosas que todavía hablan de lo que es una película. Para mí no representa ningún trabajo hacer ese acto de amor hacia el cine actual en Cannes, como tampoco para el cine del pasado, que en realidad personalmente no la considero como una cinematografía añeja. Tal como dijo (el escritor William) Faulkner, «el pasado no está muerto, el pasado no ha pasado».

En cuanto al Festival de Cannes, mi posición no es la de juzgar, no es de decir si algo es bueno o malo, si me gusta o no. Mi trabajo radica más bien en ver un montón de películas al año y decidir cuál está bien para ir a Cannes o no, si es conveniente tanto para nosotros como para el filme.

¿Cómo llegó usted al Institut Lumière y cómo funciona esa institución?

El Institut Lumière es como un archivo y una cinemateca. Entre todas sus particularidades posee una muy especial, y es que está situado en la casa de los hermanos Lumière, y la dirección es fantástica: 25 rue du Premier-Film, en el barrio de Monplaisir, en Lyon. En ese lugar, exactamente en esa calle fue donde Louis y Gustav hicieron la primera película en 1895, que se llama “La Sortie de l’usine Lumière à Lyon” (“La salida de la fábrica Lumière en Lyon”). Yo soy el director del instituto, mientras que el realizador Bertrand Tavernier es el presidente. Tavernier, quien además de cinéfilo, nació en Lyon, ofreció una conferencia en 1982. Yo era un joven estudiante que vivía de mi trabajo con el judo, aunque siempre he sido un apasionado del cine. Asistí a esa conferencia, donde se expuso la necesidad de hacer algo en el lugar donde había nacido el cine. Hasta aquel momento no me había dado cuenta que en realidad no sabía mucho de los orígenes del cine, y cuando proyectaron la primera película, quedé en shock.

Al finalizar la conferencia me acerqué a Tavernier para ofrecerle mi ayuda. Y hasta hoy estoy allí. Nunca me fui del Institut Lumière, me ofrecieron el puesto de la Cinemathèque Française, y lo rechacé porque quería quedarme en Lyon. De hecho, Gilles Jacob (antiguo presidente del Festival de Cannes) fue muy generoso conmigo porque permitió que asumiera mi cargo en Cannes, pero manteniendo un pie en Lyon. Es realmente un privilegio tener un trabajo de conservación del patrimonio, y otro donde me ocupo del cine actual.

¿Cuáles son las diferencias que observa en los filmes restaurados?

En 30 años que llevo trabajando en esto siempre me he llevado sorpresas. Antes de hacer las restauraciones, teníamos películas con diferencias de temperatura, algunas eran más blancas, otras más negras, y por supuesto estaban en muy malas condiciones. Pero una vez que les aplicamos el escáner, la mayor sorpresa fue constatar que estábamos ante películas técnicamente iguales. ¡Y tras la restauración parecen nuevas! Soy el primer espectador de la belleza de las películas de los Lumière. En “¡Lumière! Comienza la aventura” tenemos 108 de los 1.500 que realizaron, así que podemos hacer prácticamente hasta cinco filmes de este tipo. De allí que hayamos subtitulado “comienza la aventura”, porque la segunda entrega será “La aventura continúa”.

¿Resultó difícil recuperar el valor de los Lumière y divulgar el conocimiento?

No se sabe dónde nacieron la música, la literatura o la pintura, pero sí se sabe dónde y cuándo nació el cine y quiénes fueron sus creadores. En Francia tenemos el privilegio de recibir ayudas para poder realizar ese trabajo, existe conciencia hacia el hecho de que no hay presente, y sobre todo futuro, sin el pasado. Actualmente los países más fuertes en el cine son Corea del Sur, Rumanía, Francia, EEUU y México; todos ellos con una historia cinematográfica increíble, sin embargo es poco conocido que en los años 50 y 60 el cine rumano era muy fuerte, y ese es solo un ejemplo. Las nuevas generaciones y los cineastas de hoy son hijos de la historia. Y en ese sentido, el cine tiene un valor muy grande.

Entre las actividades que realizamos está el Festival Lumière, que se celebra (desde 2009) en octubre, y el cual es totalmente contrario al de Cannes (se ríe). No hay alfombra roja, ni competición, ni estrellas, y si van celebridades es para hablar de las películas que quieren. Una vez Benicio del Toro me dijo, “si restauras la película ‘L’Ile neu’, de (Kanero) Shind, yo voy”. Así lo hicimos, y él asistió al festival; en su presentación dijo que cada vez que le toca ponerse frente a un público es para promocionar algo, pero que esa vez no era el caso, ya que estaba allí para contar por qué le gustaba mucho esa película.

Mis hijos siempre me dicen, “tú y tus películas…” (se ríe). Tienen 13 y 15 años, pero poco a poco empiezan a sentir fascinación hacia esos filmes. Y el hecho de que existan películas recientes, desde “Ranging Bull” (1980) de Martin Scorsese hasta “Nebraska” (2013) de Alexander Payne, es una manera de decirle a las nuevas generaciones que el uso del blanco y negro no es una cosa del pasado, ya que puede ser un recurso particular de fotografía para contar una historia.

Se trata de luchar por la historia de las expresiones artísticas, como lo hacen en la música Bob Dylan y Bruce Springsteen, o Martin Scorsese en el cine con un trabajo increíble de restauración de filmes.

En el Festival de Cannes tenemos además Cannes Classics, no solamente para mostrar películas de la historia del cine, sino también para dar a conocer el trabajo de los archivos de las cinematecas de todas partes del mundo. No podemos vivir sin la literatura, sin la música, y ahora el cine cuenta con 102 años y por supuesto hay que preservarlo, y para ello las nuevas tecnologías brindan muchas posibilidades.

¿Con qué presupuesto cuenta la labor del Institut Lumière?

No estamos hablando de un presupuesto específico de dinero, sino de un acto político. Por cada ticket vendido en salas comerciales, hay una parte que está destinada al cine francés. Es una cantidad que tiene muchas destinaciones, y una de ellas es la de ayudar a la Cinemathèque Française o como también al Institut Lumière. Ese es un sistema muy eficiente.

Usted, que es tan consciente de la historia de la cinematografía y que está tan relacionado con la producción actual, ¿qué diría que le sobra y qué le falta al cine de hoy?

Tengo que hablar del cine de hoy pensando que en 20 años será el cine del pasado. No sé si le falta algo, existen un montón de grandes obras (reflexiona). Ahora mismo estoy escribiendo un libro sobre el judo, un deporte que se diferencia mucho de lo que era en el pasado, al igual que la sociedad actual, la cual ha cambiado en el transcurso del tiempo. No puedo decirte algo específico, y menos tomando en cuenta la posición que tengo en el Festival de Cannes. Pero considero películas increíbles las de Guillermo del Toro o las de (Aki) Kaurismäki, pero también “The Square” (de Ruben Östlund, Palma de Oro en el Festival de Cannes de este año) o “120 pulsaciones por minuto” (escrita y dirigida por Robin Campillo, también premiada en Cannes con el Gran Premio del Jurado). De manera que cada año el cine mundial nos da obras increíbles. Por otra parte, es interesante preguntarse por qué cuando vemos el cine del pasado hay algo que nos gusta. Entonces en 20 años, cuando la cinematografía actual ya pase a ser “la del pasado”, y la volvamos a ver, seguro que descubriremos cosas, apreciaremos aspectos que hoy no podemos identificar, pero que tendrán el perfume del mundo en 2017.