Oihane LARRETXEA
INICIATIVA «ONGI ETORRI ESKOLARA»

FAMILIA LAGUNA, APRENDIZAJE MUTUO DE CULTURAS Y PERSONAS

Hace tres años nació «Ongi etorri eskolara», una iniciativa para poner en contacto a dos familias. Una, llegada de otro país; la otra, local. Hacer de apoyo y trabajar la diversidad cultural son dos de los objetivos. Hoy, ocho centros de Donostia y Zarautz la practican.

Cuando una familia llega a Euskal Herria desde otro país, normalmente lo hace sin tener la información completa sobre el destino y, por supuesto, sin conocer el euskera. El inicio de una vida es compleja por naturaleza: nuevo hogar, nuevos hábitos y costumbres y la escolarización de las hijas e hijos, en caso de haberlos. Pero hay mecanismos para intentar que ese arranque sea más llevadero. No requieren de grandes despliegues ni infraestructuras, ni si quiera grandes inversiones: basta con tener voluntad y mostrar interés por la familia que ahora comparte el mismo patio de colegio.

Lola Boluda y Dorleta Mikeo, madres de la ikastola Aitor de Donostia forman parte de la semilla de esta iniciativa que en tres años ha acumulado tantos éxitos: el curso pasado participaron 102 familias; este año han contabilizado 150, pero siguen inscribiendo a más padres y madres. Ocho centros se han adherido: la propia Aitor, Amara Berri, Intxaurrondo, Zuhaizti, Maria Reina e Intxaurrondo Hegoa de Donostia. En Zarautz, lo ponen en práctica en Antoniano y Orokieta.

En palabras de Mikeo, la que en realidad ideó el proyecto fue Boluda. Vino a la capital guipuzcoana desde Valencia, «una realidad en la que no se ha trabajado con las familias que estaban llegando de otros orígenes y que ha generado ciertas situaciones», cuenta. Getthizaciones en las escuelas, el valenciano perdiendo espacio… «Cada vez se estaban matriculando en Aitor más familias de orígenes diferentes y ciertas situaciones me recordaban a lo visto en la zona del Mediterráneo. Estábamos a tiempo de aprovecharlo a nuestro favor», agrega.

De hecho, allí en Valencia hicieron un informe, con 130 centros como sujeto de estudio, y la conclusión fue que «por no trabajar la interculturalidad dentro de las aulas y las escuelas y no hacer de eso una ventaja se convirtió en un problema sin serlo. Es la mala gestión lo que lo convierte en un problema», cree.

Inclusión en tres direcciones

Los objetivos del programa son tres: trabajar la interculturalidad en la escuela y en el barrio, apoyar a las nuevas familias que se matriculan y que llegan de otros países, y fomentar el euskera entre los recién llegados. El método, asignar a cada una de estas familias una de referencia. «Al inicio de curso explicamos en todos los idiomas presentes que haya en el aula en qué consiste. Las partes interesadas se apuntan y nosotras las ponemos en contacto», explica Mikeo. Así se convierten la una para la otra en «familia laguna».

Uno de los requisitos para que dos familias sean «laguna» es que sus hijas e hijos compartan el aula, porque van a compartir muchísima información a lo largo de los dos años que dura cada tándem. «Mañana tienen que llevar el hamaiketako». La primera vez que leen aquello no tienen ni idea, claro. Una de las partes se encargará de explicarle a la otra lo que es; si no, la madre o el padre que no entienda algo se lo pregunta. El whatsapp es un canal muy activo y eficaz, la información llega de forma directa.

La familia de apoyo trabaja en tres direcciones: información e inclusión en la escuela, en el barrio y en la cultura vasca. «Intentamos explicarles nuestra realidad, porque si tienen las claves es más fácil acercarte a la realidad», opina Mikeo. Así, mientras se teje la relación humana, se teje también un contacto con el idioma y la cultura. «Quizá no la vayan a aprender por lo que sea, pero empiezan a tontear palabras, emplean saludos, números, y otras términos con los que pueden ayudar a los hijos en sus procesos de escolarización. Que sus hijos vean que el euskera está presente y que no lo vean como una dificultad, sino como una oportunidad. Ese cambio es importante», añade.

Desde la escuela a la plaza

En palabras de Boluda, la escuela es una excusa para tejer esta red tan valiosa. «Es un espacio privilegiado para trabajar la interculturalidad, porque tienes generaciones de niños, de padres y madres, de profesores, de abuelos. Esa escuela está en el barrio, y ese barrio está en la ciudad. Y es donde los vas a encontrar. Por eso, es más difícil acceder a las familias que no tienen niños. Si hay niños y niñas, estarán en el patio».

La semilla se siembra en los centros educativos, pero se expande a otras esferas, y las familias coinciden en señalar que sirve para algo más importante y profundo: hacer comunidad. «El objetivo de trabajar la interculturalidad la iniciamos a nivel escolar, en el aula. También se trabaja con padres y madres para que se vayan conociendo y se pongan en valor esas culturas y superar diferentes estereotipos que podamos tener los unos de los otros».

Ese trabajo lo sacan, literalmente, a las plazas, a las calles del barrio, programando actividades. Por ejemplo, las «familia laguna» llevan dos años bailando la alpargata dantza en la noche de San Juan, en Egia. Puede parecer una tontería, pero tiene un alto valor simbólico, apunta Ladis Salgado.

En las mentes de las familias locales algo ha cambiado, aseguran las participantes. El método «Ongi etorri eskolara» funciona y ha calado. Las experiencias lo demuestran. «Cuando veo a una persona nueva y sale un niño al que no conozco, ahora me acerco, les miro a los ojos, y me presento. Kaixo, yo soy Ane. ¿Y vosotros? Antes no lo hubiera hecho. Incluso la gente que no ha participado en este experiencia esta viendo movimientos en este sentido y algo le ha hecho clack», opina Ane Urreizti.

«Este programa te abre como persona, te ayuda en cosas muy prácticas y básicas, pero es mucho más profundo todo lo que aporta. Mentalmente te ayuda a superar barreras y aprendes una pasada», añade Alaitz Jauregi.

LIUBA Y ANE, la primera familia laguna: una relación estrecha tejida codo con codo

Liuba Burianska llegó a Donostia desde Ucrania en febrero de 2015. Lo hizo con su hija Anastasia y con su hijo Liubomir, que hoy tienen cuatro y siete años, respectivamente. Los tres han sido en los dos últimos años ‘familia laguna’ de la familia de Ane Urreizti, y viceversa. Cumplidos los dos años, dan por concluido este enriquecedor proceso de aprendizaje y trabajo en equipo, pero la relación de amistad pervive.

«En aquellos momentos empezábamos a hablar en la ikastola de la importancia de acercarnos a estas personas que empezaban de cero, porque el resto hacíamos grupos de conocidos, y veíamos que se quedaban fuera, fuera por el idioma, la cultura…», recuerda Urreizti. Ella asegura que, además de aprender un montón, le ha servido para romper barreras y tener la facilidad para acercarse a gente desconocida con la que se comparte el patio.

Para Burianska, el apoyo de su ‘familia laguna’ ha sido fundamental: sobre costumbres, el funcionamiento de la ikastola, hábitos, y otros aspectos tan sencillos como el hamaiketako, pero que resultan extraños para alguien recién llegado.

Urreizti subraya la importancia de que la mitad del tándem se basa en una familia euskaldun, y que se aproxima desde el euskara a la familia que ha llegado a la ciudad. Despierta el interés por aprender nuestra lengua, y viceversa.

ladis y alaitz, desde nicaragua a egia: un tándem con mucha química y anécdotas

La relación de ‘familia laguna’ entre Ladis Salgado y Alaitz Jauregi comenzó hace un año, y la química surgió en seguida. Se entendieron a la perfección desde el inicio; por eso, transcurrido el primer año, han decidido continuar con el tándem. Ongi etorri eskolara ofrece en el ecuador del programa cambiar de familia para poder conocer otros hogares, pero no ha sido el caso de nuestras protagonistas.

Salgado llegó a Donostia desde Nicaragua en 2006, y su hija Ashley nació en la capital donostiarra hace cinco años. La prioridad de la madre era que la pequeña hablara euskera. Buscó referencias y se decantó por Aitor Ikastola. «El director me explicó que todo era en euskera, justo lo que buscaba. Después me di cuenta que quizá para mí sí supondría un problema. No me enteraba de nada, y una se corta hasta para preguntar», relata, y reconoce que hasta que su hija llegó a la ikastola no vio la necesidad de acercarse al mundo euskaldun ni saber euskera.

Alaitz ríe recordando anécdotas, y reconoce no tener la sensación de haberla ayudado tanto como dice Ladis. «Hemos normalizado la relación, es ya algo natural. Nunca antes me había relacionado con inmigrantes de otros países. En el patio de la ikastola nos juntamos la cuadrilla y si no hubiera sido por este programa, no me hubiera movido de zona», cuenta.

A los seis meses de ponerse a ello, la pequeña Ashley ya hablaba euskera, y gracias a ella, la hija de Dorleta Mikeo, otra madre participante, se soltó con el castellano. Alaitz también resalta la actitud tan positiva de Ladis. «Lo intenta con el euskera y, si no sabe algo, pregunta».