La ciudad sueca de Gotemburgo acogió ayer una cumbre de la Unión Europea en la que los 28 países miembros y las tres instituciones comunitarias firmaron un documento llamado “Pilar Europeo de los Derechos Sociales’’. Básicamente se trata de una declaración que contiene 20 principios sobre cuestiones relacionadas con el empleo, la vivienda, la educación o los servicios sociales. Con su firma, la UE trata de dar una imagen más social a un proyecto europeo en horas bajas.

A pesar de la intención, y de toda la pompa desplegada en la cumbre, tres aspectos dan cuenta de la escasa importancia práctica del documento firmado ayer. La primera es que la anterior cumbre social de la Unión Europea se celebró hace exactamente 20 años en Luxemburgo y estuvo dedicada al empleo. Desde entonces, y hasta que el Brexit no ha puesto de manifiesto la desafección de la población hacia el proyecto europeo, las cuestiones sociales han tenido una importancia marginal. Ello no quiere decir que a partir de ahora las prioridades vayan a cambiar. Las palabras del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, señalando al resto de líderes europeos que el documento no era un «poema» y que era necesario acordar un plan de acción, reflejan la falta de entusiasmo que despierta su implementación en el ámbito comunitario. Y como colofón, la ausencia de la canciller alemana, Angela Merkel. Las negociaciones para formar una nueva coalición de gobierno en su país no le han permitido, al parecer, asistir. Su ausencia no hace más que confirmar la escasa trascendencia política del pilar social. ¿O alguien se imagina una cumbre europea sobre política fiscal y presupuestaria sin la presencia de la canciller alemana?

Mientras la élite europea trata de afianzar un proyecto de construcción europea con declaraciones vacías sobre derechos sociales, la tozuda realidad se encarga de subrayar una y otra vez que las desigualdades continúan creciendo y la justicia social brilla por su ausencia.