Floren Aoiz
@elomendia
JO PUNTUA

No esperemos mucho de la voluntad democrática europea

Cuesta confiar en una respuesta democrática europea a la demanda de apoyo del pueblo catalán. Decenas de miles de personas a lo largo del continente se han sentido interpeladas por los sucesos de Catalunya, especialmente por las imágenes de las brutales cargas policiales del día 1 de octubre y los encarcelamientos. El malestar ha llegado a medios de comunicación, parlamentos e incluso gobiernos. En algunas instituciones de la Unión se han producido crujidos y, por supuesto, se ha escuchado la crítica de destacados intelectuales, partidos, sindicatos y movimientos sociales. Pero no parece que estemos ante una decidida posición democrática en Europa.

Y esto por dos razones, que de algún modo resumen la propia gravedad de lo que la neoliberalización está suponiendo para Europa. En primer lugar, como se comprobó en Grecia y en Escocia, los capitales, las élites y las instituciones a su servicio están comprometidas en una agenda de privatizaciones y desdemocratización que choca contra todo proyecto de soberanía popular, sea en estados existentes o en otros por formar. Esta agenda pretende destruir los demos, esto es, los sujetos de la democracia, estén consolidados o en construcción.

La segunda razón es la desorientación de la mayor parte de la izquierda europea, encantada de su «cosmopolitismo» superguay mientras oscila entre la solidaridad testimonial ante el golpe contra el pueblo griego, la reproducción del nacionalismo banal de los estados consolidados y el rechazo del «ensimismamiento nacionalista» de los procesos soberanistas de los pueblos sin Estado, colocando al Fronte National y los independentismos de izquierda en el mismo saco. Esta izquierda, incapaz de generar brechas, abandona a quien las abre.

Hay que librar todas las batallas, también la de la solidaridad en Europa, pero creo que la clave está en la fuerza de cada pueblo y en elegir una buena estrategia.