Carlos GIL 
Analista cultural

La nebulosa en la que se esconde el auténtico poder

Ando rumiando mucho sobre el Teatro y el Poder. De memoria les recito mis cuatro ideas sobre el Poder del Teatro. Pero cuando me pongo a buscar el lugar donde en estos momentos está el auténtico poder en la producción de las artes escénicas, todo se vuelve nebulosa. Lo veo difuso. Dada mi constancia en no morirme, he tenido la oportunidad de convivir con la preponderancia abusiva del autor; la ascensión de los divos de la dirección escénica; la casi siempre interesada en singular de las figuras de cartel; el aluvión de productores con ínfulas que confunden y se confunden y la de los programadores, en el sentido de la parte más mercantil, o dicho de manera más cariñosa, por tener ellos la posibilidad de contratar, es decir, de decidir las programaciones de los teatros que significa un encadenamiento de factores de supervivencia y selección no darwiniana de la creación y su contacto con la ciudadanía expectante.

Los críticos, cronistas y palmeros ya no cuentan mucho debido a la debilidad de los medios donde publican sus opiniones o panfletillos. Si los programadores de salas tiene un poder cada vez más difuso debido a la crisis económica, ¿qué lugar en la escala de poder tienen los cargos políticos, tanto los electos, como los nombrados por éstos? Mucho. Bastante. Tiene los presupuestos generales de sus instituciones, es decir el lugar donde macen las cascadas de dinero para regar los proyectos. Pero con toso expuesto, no hay manera de detectar el auténtico poder. ¿Y los públicos? Bien, gracias, en sus casas.