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MAGDALENA LEÓN
ECONOMISTA Y FEMINISTA ECUATORIANA, PRESIDENTA DE FEDAEPS

«La derecha está feliz, ya ha ganado. Se está frotando las manos»

Magdalena León (Cayambe, 1959), economista y feminista ecuatoriana, preside la Fundación de Estudios, Acción y Participación Social, comprometida con la construcción de alternativas en base a la justicia económica, social y de género. Trabajó con Rafael Correa en la auditoría de la deuda del país en 2008 y en el proceso constituyente del Estado, y participó en la elaboración del Plan para el Buen Vivir 2009-2013.

El regreso anoche del expresidente Rafael Correa a su país en un momento de confrontación importante con su sucesor, Lenín Moreno, para llevar a cabo una «depuración» en Alianza País, que se encuentra al borde de la ruptura, le ha sorprendido a la economista Magdalena León en Euskal Herria, donde pronunció, invitada por el Observatorio de Multinacionales de América Latina (OMAL), una ponencia sobre la nueva fase en disputa en América Latina con el resurgimiento de las derechas en Brasil y Argentina, que han puesto fin a un periodo de gobiernos progresistas, y el asedio a Venezuela.

Ecuador y Bolivia son dos de los pilares que se mantienen de aquel frente progresista que se formó con el nuevo siglo, pero la situación política en el primero de ellos es preocupante y ha provocado incertidumbre principalmente entre las bases de Alianza País, con graves cruces de acusaciones y el encarcelamiento del vicepresidente, Jorge Glas. «La derecha ya ha ganado, se está frotando las manos», asegura León, quien cree que ese enfrentamiento debía de haberse dado en otros términos.

Moreno ha criticado la gestión de Correa, sobre todo la deuda que le dejó, aunque reconoce los avances de la «década ganada». Correa acusa a Moreno de traidor, de haber pactado con la derecha y estar llevando adelante su programa y de haber revertido los logros alcanzados en los últimos diez años.

«Responsabilidad política»

León recuerda que el propio Correa y el sector que le apoya «jugaron un papel decisivo» en la elección de Moreno y, por lo tanto, «tienen responsabilidad política en la situación que se ha producido, puesto que deberían haber intentado reconducir la situación» si no estaban de acuerdo con su trabajo.

En todo caso, afirma que el retorno de Correa ha abierto grandes expectativas en las bases de Alianza País, que «confían en que su presencia sirva para encontrar vías de reunificación que superen el momento actual». Una situación que, según León, ha puesto en evidencia las debilidades del Alianza País, un movimiento «muy variopinto».

Asegura que «no solo el discurso sino las medidas implementadas por el nuevo Gobierno se distancian o, en algunos casos, van en contra» de las políticas de la última década y dice que es necesario «ver cómo recuperar la conducción del proceso para no darlo por perdido».

A nadie se le escapa que Moreno y Correa tienen perfiles muy distintos. León afirma que el expresidente puso su estilo personal en función de un proyecto e «hizo una disputa ideológica constante para defender y construir lo público y el bien común. Tuvo una línea muy sostenida, se le atacó mucho por eso, por ser demasiado confrontativo y polarizador, pero no por su inconsistencia por decir una cosa y hacer otra».

«El ejercicio ideológico y pedagógico de Correa con la gente fue muy bueno, y es una de las cosas por las que se le atacó –asegura–. Fue y es un líder, Moreno nunca lo ha sido. Por eso no es una pelea de liderazgo, Moreno nunca jugó un papel destacado en Alianza País».

«Legítimo y entendible»

Considera «entendible, legítimo y esperable» que Moreno buscara su estilo y sus discursos e incluso que sus niveles de gobernabilidad están en el marco de su manera de manejar el poder, «pero sorprende que lo haga atacando al partido que le permitió ser electo, atacando la trayectoria y asumiendo puntos de la agenda de la oposición, unida por su obsesión anticorreísta».

«Es legítimo que buscara su estilo, pero, aunque ha hablado también con otros sectores, primero lo hizo con la derecha que en las elecciones creó inestabilidad y atacó a la democracia, intentando deslegitimar no solo los resultados sino lo público y sus instituciones», sostuvo.

Ante las acusaciones de estar revirtiendo los avances de la «década ganada», León afirma que «hay cosas que están represadas porque Moreno quiere demostrar que él tiene su propio caudal electoral». Explica que no tiene nada que ver con un alineamiento ideológico sino con utilizar los mecanismos de poder para buscar alineamientos y que a eso responde la prevista consulta popular.

«Vamos a una consulta que responde a la necesidad de demostrar que tiene un caudal electoral propio que le permita disociarse de Alianza País y demostrar que no le votaron por ser de Alianza País sino por ser Moreno. De buscar una fuerza propia y una legitimidad política que le permitan dar los giros, la conducción y materializar las alianzas que crea», subraya. Aunque también apunta que hay cierta expectativa por si se desvinculará de Alianza País y creará otra formación política.

Reconfiguración de la derecha

En Bilbo, disertó sobre la nueva fase de disputa, que no giro, en América Latina y que no atribuye a un agotamiento del proceso de cambio y de un modelo que ha supuesto «una ruptura respecto al neoliberalismo, no solo su cuestionamiento profundo sino una búsqueda de alternativas de cambio en profundidad».

Un proceso que se ha interrumpido en Brasil, mediante un golpe institucional, y Argentina, a través de las urnas, con el retorno al poder de la derecha. Pero que «no significan una clausura ni un paso atrás sino momentos de disputa con un poder tan fuerte como es el neoliberal, corporativo».

Sostiene que en estos años, la derecha ha acumulado fuerza por otras vías, ganando legitimidad, disputando de manera novedosa y con bastante flexibilidad. Al principio de la crisis llegó a admitirse que el capitalismo estaba fallando, pero hemos pasado de ese momento de admisión de debilidad a uno de recuperación de fuerzas y a una estrategia mucho más compleja de reposicionamiento, de estabilidad, de recoger de los otros e interpretar, procesos, reivindicaciones y hacer versiones de agendas y capturar los aspectos menos críticos».

Así, asegura que «la disputa es dura, porque en América Latina las derechas que se han reconfigurado en términos partidistas, organizativos y de liderazgo, pero también en dejar de mostrar su lado duro y represivo y ambicioso para ponerse una careta ‘progresista’ con la que busca humanizarse». Y además, «hay una articulación internacional de las derechas para atacar los procesos de cambio».