Aritz INTXUSTA

VUELVE LA BATALLA POR EL EUSKARA EN LOS COLEGIOS DE LA ZONA DISCRIMINADA

La pasada legislatura se abrieron líneas de modelo D en pueblos de la «zona no vascófona» que marginó UPN. Por lo general, son clases con pocos alumnos y de distintas edades. Cada enero toca espantar miedos en busca de nuevas matriculaciones.

Siguen combatiendo contra los fantasmas de siempre. Las dudas sobre cómo ayudar con las tareas, dónde continuarán los estudios o –y este es mucho peor– el miedo a marcar a un hijo como diferente. Pero las nuevas gelas de la zona discriminada ahí aguantan y la que no va a más, al menos se consolida. Uno de los principales cambios de la pasada legislatura fue que se abrió la posibilidad de escolarizar en euskara en localidades de la Zona no Vascónfona tradicional, que no es la misma que la actual, tras la ampliación de la Zona Mixta; y tampoco se reduce estrictamente a Erribera, sino que sigue siendo mucho más amplia. Así, nacieron gelas de modelo D en Tafalla, Caparroso, Lodosa, Allo, Antzin, Erriberri, Azkoien, Barasoain y Sesma.

Cristina Luqui tiene dos hijos escolarizados en euskara en Caparroso. La suya fue una de las cinco familias pioneras. Hoy hay dos clases de euskara en el centro, una con 11 alumnos (de 3 y 4 años agrupados) y la otra con 9 (5 y 6 años). «Cada día estamos más contentos de cómo funciona. El mayor ya habla y casi me da hasta rabia, porque yo me estoy preparando para el B2 y él me corrige», confiesa Luqui. «Con esto quiero explicar que aprenden de manera natural y que el bilingüismo es real. Y eso que aquí el contexto no acompaña y es difícil encontrar actividades en euskara, más allá de dibujos y peliculicas. Aunque no te esfuerces en buscar refuerzos, acaban bilingües», remarca.

Ayer mismo, desde la web de Sortzen, se difundía un vídeo con distintas familias de estos pueblos animando a otras familias a dar el paso y apostar por el modelo D. El mensaje se lanzaba en positivo –hay quien sale con peluca incluso– remarcando que conocer un idioma más dará una mayor oportunidad a los niños. Entre ellos destaca el testimonio de la familia de Vero Irigaray, de Azkoien. Ella no conoce el idioma y su pareja, de origen magrebí, tampoco. «No tenemos ni idea, pero ella nos explica sus dudas y lo traduce y lo hace a su manera».

Monolingües y plurilingües

Desde Castejón, Raúl Malo confiesa que está siendo difícil abrirse el camino y que hay resistencia incluso dentro del profesorado del centro. «Como arrancábamos con la inmersión lingüística, solicitamos que no se aplicara el PAI para no confundirlos. Sin embargo, nos aplicaron el máximo de horas de inglés que fijaba la horquilla. Para alumnos de cursos superiores de castellano, sin embargo, el centro ha puesto el mínimo de horas de inglés».

Con todo, Malo está convencido de haber tomado la decisión correcta. Este padre ha hablado también con las familias de origen magrebí que hay en el pueblo, defendiendo el euskara como una herramienta de integración. «Es difícil. Algunas de estas familias les apuntan a modelo A, para que aprendan un poco. Ellos me responden que sus hijos saben árabe, francés, castellano e inglés. Ahora, de familias migrantes solo tenemos a un chico colombiano porque esos, como nosotros, solo tienen el castellano».

Marta Díez Napal, una de las coordinadoras de Sortzen y que consiguió que estas familias dieran su testimonio a través del vídeo, está ahora calendarizando reuniones por los pueblos. «Queremos llevar experiencias reales, es la mejor manera de acabar con esos miedos. ¿Si familias hace 20 años lograron que el desconocimiento del idioma no fuera un problema, qué problema puede surgir ahora además que hay internet?», comenta. Otra de las patas de su labor pasa por desarrollar jolas-tailerrak y ofrecer un contrapunto positivo, para que el euskara no se les quede en el aula a los niños. «Con los pocos medios que tenemos, debemos ser capaces de empujar y tejer una red de familias que defiendan el idioma, porque depende de ellos», insiste la coordinadora.

Díaz Napal confía en poder acabar con el fantasma de las tareas. De hecho, ella le tiene más miedo al de la politización e insiste en que hay que combatirla defendiendo al euskara «como parte de nuestra cultura y, sobre todo, como una riqueza que tenemos». La coordinadora cree que, bien pronto, el euskara saldrá de las gelas y pasará a formar parte de la vida de esos pueblos. Pero hay que seguir empujando, insiste, porque «si hay suficientes matriculaciones, será posible abrir nuevas líneas en más lugares».

El curso pasado fue el primero en el que dejaron de abrirse nuevas líneas de modelo D. Sin embargo, los que ya han echado raíces están recibiendo alumnos de otros pueblos, como es el caso de Caparroso, adonde llegan los primeros niños de Zarrakaztelu y Santacara. Tafalla, además, siempre ha funcionado como centro de referencia. Al final, todo depende de que haya matriculaciones y de convencer a más familias. Serán las próximas semanas las que marquen la diferencia.