Pernando BARRENA
SORTUko bozeramailea
GAURKOA

Los complejos del PNV

El debate en torno a Kutxabank está dejando al descubierto no solo el nerviosismo de los dirigentes del PNV sino sus complejos a la hora de afrontar el debate político. Digo esto, porque me parece significativo que el PNV se dedique en el mejor de los casos a negar lo que está haciendo para abrir el camino a la privatización de Kutxabank. Es cierto, no se remite sólo a eso, también se dedica a enrarecer el clima del debate, a hacer comparaciones cuando menos curiosas (*La obsesión de Eider Mendoza con la postura de Bildu ante la Fundación de la obra social de la CAN es o ignorancia o patología. Luego volveré sobre este tema) y a calentar el ambiente. Por dios, que nadie deduzca de estas palabras que algo tengan que ver con las hogueras de San Juan u otros fuegos varios.

Puedo entender que el PNV no esté preparado para debatir en igualdad de condiciones, que eso le resulte extraño, incómodo y casi antinatura, acostumbrado como está a jugar siempre con la ventaja de unos medios de comunicación sumisos y a utilizar los resortes del poder para ocultar todo aquello que no le interesa.

Pero lo que no es comprensible ni aceptable es que el PNV no sea capaz de defender abiertamente sus posiciones políticas, su programa, su posición ideológica y su manera de entender la sociedad. El tema de Kutxabank es paradigmático en este sentido, pero no es el único caso. Quizás habrá que recordarle al PNV que es legítimo (con dudas) que apueste claramente por la privatización de Kutxabank, que es parte de su ADN político. Quizás sea necesario decirle que no le debe dar vergüenza defender sus posiciones neoliberales, porque son parte esencial de su proyecto de sociedad.

Quizás sea necesario recordarle al PNV que no debe avergonzarse por ser lo que es, ni siquiera por emprender un camino ya recorrido por la CAN y que llevará a Kutxabank al mismo final. No tiene que avergonzarse por querer aplicar a toda costa una ley que digan lo que digan no obliga en nada a las cajas vascas que no recibieron ayuda del Frop. No tiene que avergonzarse de haberse aprobado precisamente esa ley con su voto. No deberían avergonzarse de todo eso porque, según el PNV, o al menos según el politburó de Bizkaia, las Cajas de Ahorro públicas no tienen ni sentido ni futuro en un modelo de sociedad en el que priman los beneficios a cualquier precio y la especulación es el camino más rápido para obtenerlos.

De acuerdo, izquierdistas y alborotadores, cuando no pirómanos, también es el camino más rápido y seguro para generar crisis, pobreza, sufrimiento, zozobra, corrupción... ¿Pero qué es eso comparado con una banca privada reluciente, que construye espléndidos edificios llenos de oficinas en las que colocar a los amigos? ¿Qué es eso comparado con las sonrisas endogámicas que nos obsequian los habitantes de Neguri? ¿Qué es eso comparado con la grandeza de las superestructuras que se podrán financiar a un módico peaje en la sombra para el disfrute de toda la ciudadanía?

De verdad, no tienen de que avergonzarse, ni tampoco tener miedo a perder apoyo social aunque la ciudadanía sepa a ciencia cierta lo que plantean y lo que hacen. Ni siquiera tienen que avergonzarse del fraude cometido con la fusión de algunas de las cajas vascas (Kutxa, BBK, Vital Kutxa) y el incumplimiento de los acuerdos adoptados. Tampoco tienen que avergonzarse de algunas intervenciones cuando menos dudosas de algunos empresarios próximos al partido jelkide y de unos pocos (ex)cargos políticos de relieve del PNV en el expolio de la CAN. Primero olvidando y obviando la existencia desde principios del siglo XX de la Federación de Cajas Vasco-Navarras en ese proceso de fusión. Hasta algunos representantes de la derecha navarra más rancia se han sorprendido por su actitud, pero tampoco se avergüenzan. Segundo, participando en algunas de las operaciones fraudulentas que han contribuido a dejar a la CAN en bancarrota. Tercero, participando en foros y clubes siniestros desde donde se gestó hace quince años el desguace de la CAN.

No tienen que avergonzarse de los desahucios de Kutxabank, también «lo dice la ley...», ni de mandar a la Ertzaintza a desalojar a porrazos a las familias desahuciadas y a quienes se solidarizan con ellas. No tienen que avergonzarse de anteponer beneficios a las personas, aunque su eslogan más repetido últimamente sea aquél que descaradamente han copiado (es fácil, teniendo acceso como tienen a los informes policiales y sus requisas de documentos políticos de otras formaciones) y que dice aquello de «pertsona helburu».

No tienen que avergonzarse, pero por favor se lo pido, hablen claro y defiendan sin tapujos ni complejos su proyecto de sociedad. No osaré pedirles que defiendan de la misma manera su proyecto de país, porque para eso hay que tenerlo. Lo que no es de recibo es que en este tema, como en muchos otros, su única propuesta sea que los demás renuncien al suyo. Y quizás esta sea la clave de este embrollo... y la explicación de muchas de las cosas que suceden en este país.

De hecho, el PNV, además de intentar obviar a toda costa la realidad de la existencia de EH Bildu y su amplio apoyo social, trata de escenificar un enfrentamiento con la izquierda abertzale para escapar al debate de fondo que subyace en el tema de Kutxabank. Para ello, el PNV actúa con respecto a la izquierda abertzale con el mismo esquema que con el que funciona habitualmente ante cualquier asociación cultural, lingüística, educativa o deportiva que se acerca a las instituciones para demandar ayuda o subvención: «no ponemos un euro para quien no defienda nuestra línea política (¿La de quién? ¿La de la institución o la del PNV? ¿Un euro de quién, de la institución o de la ciudadanía que la sustenta?). Y si lo hacemos es a cambio del control de vuestra asociación a través de personas que pongamos nosotros». Podría haber puesto un «sic» en esta última frase, pero no lo haré.

El PNV, para implicarse en cualquier paso hacia la soberanía de Euskal Herria, por mínimo que sea, siempre pide lo mismo a la izquierda abertzale: que renuncie a la defensa de su modelo socio-económico. A su entender, cualquier paso debería garantizar que el modelo actual se perpetúe y que el PNV sea el encargado ad eternum de su gestión. Así, toda crítica política o propuesta diferente la interpreta como un ataque al partido ante el que debería defenderse.

Pero el mismo esquema sirve también en otras problemáticas. Para implicarse, aunque sólo sea para ponerse la medalla, en la resolución del conflicto, el PNV siempre pide a la izquierda abertzale que no se den pasos de ningún tipo hacia la soberanía o que impliquen una «incomodidad» con el Estado español sin que ellos lo hayan acordado antes con el Gobierno de Madrid. Como si solo de la izquierda abertzale dependiera, además, como si la ciudadanía no tuviera nada que decir, hacer ni decidir. Como si el Gobierno de Madrid le estuviera esperando con los brazos abiertos y una mente abierta a un proceso de ese tipo. El tiempo de menear el árbol terminó, y el PNV sigue sentado debajo con el cesto para recoger no se sabe qué.

Así se entiende también la insistencia del PNV en recurrir a discursos del pasado, a intentar revivir situaciones en las que se siente más cómodo porque no necesita hacer planteamientos de los que aparentemente se avergüenza. Pero así se entiende también su obsesión por la revisión crítica del pasado que solo correspondería hacer a los demás. Estando como ha estado y está el PNV limpio de polvo y paja... Se entiende porque de ello pretende extraer una superioridad moral y una legitimización de su particular recorrido que le permita en un futuro seguir siendo el gestor único de una sociedad que no evoluciona (si no es para ir un siglo hacia atrás en lo que a derechos sociales se refiere) y de un pueblo que no avanza. Aunque las personas se desangren en las consecuencias de una crisis que sus amigos han generado, aunque ese pueblo se ahogue en el abrazo del oso de la segunda transición que atisba.

Insisto, que no se avergüencen de nada pero que hablen claro. La ciudadanía es lo suficientemente madura como para entender y quizás hasta hasta compartir en parte lo que plantean. Pero por favor, no engañen a nadie, no maniobren a escondidas, no trampeen, no den prioridad a sus intereses particulares por encima de lo que esta sociedad necesita y demanda. Sin acritud, en España hasta el PP sigue ganando tras los casos de Bankia, Gürtel, Bárcenas. Ah, hablamos de Euskal Herria...

(*Eider Mendoza, lee un poco o pregunta a los Iosu Ion Imaz, Grijales o Ion Azua, que seguramente sabrán algo de todo esto. Por cierto, para tu información, CAN ya no existe como entidad financiera. Solo queda la obra social que es la que se ha convertido en Fundación. Y hecha de otra manera a la que vosotros planteáis. Quizás te traicione el subconsciente y tengas ya tan claro que os vais a cargar la Kutxa que ya solo miras a ese futuro desolador en el que gestionar unas migajas mientras la buena voluntad de los tiburones especuladores a los que estáis poniendo la alfombra roja os lo permitan)