EDITORIALA
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No mirar para otro lado

Familiares de presas y presos políticos vascos mostraron ayer el estado en que ha quedado una de las furgonetas que viajaba hacia Villena, en Alacant, tras el accidente sufrido el pasado fin de semana. La imagen no deja lugar a dudas: es un auténtico milagro que los daños no hayan sido mayores ni más graves. No es fatalidad por lo que ocurren este tipo de accidentes, es por pura probabilidad. Familiares y amigos de 472 presos, en este momento, viajan semanalmente a miles y miles de kilómetros para poder ver durante escasos minutos a sus seres queridos. Solo en lo que va de año han ocurrido ocho accidentes, con más de veinticinco allegados de presos afectados. Esto da una media de algo más de un accidente cada veinticinco días. Todo indica que mientras se mantenga la política de dispersión estas terribles estadísticas se repetirán una y otra vez y, evidentemente, no cabe descartar accidentes de mayor gravedad. Hay que recordar que durante los 25 años en los que se ha mantenido esta política criminal un total de dieciséis personas han fallecido. Otras víctimas del conflicto que no se suelen computar.

La sociedad vasca debe implicarse para evitar más accidentes, para evitar males mayores. De poco servirá dolerse después. Las instituciones también deben actuar contra esta violación de derechos que solo busca la venganza y entorpecer la resolución del conflicto. En realidad, en este terreno las autoridades vascas no tienen que hacer nada excepcional, nada que no hayan hecho en otras ocasiones. Bueno, esto no es del todo exacto. Nada que no hayan hecho en casos como el de Francisco Larrañaga o el de Pablo Ibar, ambos con ascendencia vasca y condenados por graves delitos lejos de Euskal Herria, cuyos derechos humanos y derecho a la defensa habían sido vulnerados. La excepcionalidad empezará a terminar cuando se actúe igual ante todos los casos, sin discriminar a unos ciudadanos de otros en materia de derechos.

La foto del accidente debería suponer un toque de atención a la sociedad vasca y a la clase política. Para ello primero hay que verla, lo que implica no mirar para otro lado.