Arantxa MANTEROLA BAIGORRI
UNIVERSIDAD DE VERANO EN BAIGORRI

La Justicia transicional es «un reto, no una certeza», dicen los expertos

Las carencias de los mecanismos convencionales a la hora de dar respuesta a las consecuencias de conflictos violentos han ido forjando otras alternativas. La de la Justicia transicional está adquiriendo cada vez más peso. Propone métodos innovadores, aunque los expertos reconocen que no es la panacea. Manifiestan que aún queda mucho por investigar y experimentar, pero creen que ha demostrado su eficacia, en particular para pasar del conflicto a la paz.

Una treintena de estudiantes siguen atentos el curso sobre Justicia transicional que se está impartiendo en Baigorri, organizado por la Asociación Francófona de Justicia Transicional. Una forma de justicia innovadora pero no tan novedosa, a tenor de lo que manifiestan los dos principales mentores de la universidad de verano, los profesores Jean-Pierre Massias y Xavier Philippe.

Refieren en su exposición que hay unos 40 procesos en el mundo donde se ha aplicado o se está aplicando la Justicia transicional y uno de los primeros fue el relativo a Chile, en los años 90. «Dado que hay 193 estados, es una cantidad bastante consecuente», añade Massias para corroborar el peso que está tomando.

Esta alternativa nace de la imperfección de las respuestas aportadas a la resolución de los conflictos y, más concretamente, a las situaciones emanadas del mismo. En efecto, el dilema que se plantea, según estos expertos, es cómo tratar las cuestiones básicas de la verdad, la sanción, la reparación y las garantías de no-repetición.

Y es que, las enseñanzas extraídas de conflictos pasados, incluso de los más cruentos como las guerras mundiales, han probado que los mecanismos convencionales no dan respuesta a todo. Grosso modo, estas se dividen en medidas políticas, tipo amnistía -total o parcial- y en medidas penales, es decir, o se tira por los procesos judiciales de sanción o se pasa página.

No hay talla única

La Justicia transicional puede paliar o complementar las carencias de esas respuestas y, además, ofrecer una dimensión pedagógica incluso en dirección de las personas que no han estado directamente implicadas. «Envía un mensaje indirecto en el sentido de que no pueden substraerse del conflicto y mirar a otro lado. De ahí la importancia de los programas escolares o del relato histórico», señala Massias.

Los dos expertos reconocen, sin embargo, que la Justicia transicional tampoco es «perfecta». «Todavía no está teorizado en todos sus aspectos pero aunque así fuera, tampoco se pueden tomar modelos calcados sobre procesos que hayan llegado a buen puerto en diferentes países. No hay una talla única en la Justicia transicional», matiza Philippe.

Ahondando en sus características, el profesor de la Universidad de Aix-Marsella subraya el significado de la propia apelación. «Es transicional, es decir, es una justicia de excepción que se aplica en un periodo de tiempo más o menos prudente y que no se puede prolongar eternamente ya que es un instrumento para pasar de una situación de conflicto o confrontación violenta a otra de democracia o de paz».

Saber lo ocurrido

Ese es, evidentemente, el objetivo final, aunque también hay otros. «Conocer, saber lo ocurrido es primordial, si bien no es suficiente para obtener justicia», remarcan, ilustrando esa necesidad de conocer con los casos de las familias de personas desaparecidas en los conflictos que, a pesar de lo duro que pueda resultar, prefieren saber lo ocurrido o encontrar los cuerpos de sus allegados, «porque les proporciona una explicación y pueden romper esa especie de bloqueo sicológico permanente en el que se instalan, incluso, inconscientemente».

La Justicia transicional busca, asimismo, la reconciliación entendida como algo que va más allá de la reconciliación interpersonal. «Debe permitir a una sociedad dividida recuperar la convivencia», apuntan. Se trata de un objetivo «más lento» ya que implica un proceso intergeneracional.

Massias y Philippe reconocen que la reconciliación entre los actores implicados en el conflicto es muy difícil, «pero hay que romper esa lógica del conflicto para que no se trasmita a otras generaciones como, por ejemplo, ocurrió en Armenia donde 100 años más tarde y aunque ya no vive nadie que haya conocido directamente el genocidio, las generaciones actuales siguen llevando ese peso sobre sus espaldas».

Además, un proceso de Justicia transicional debería acarrear la legitimación de un nuevo estado de cosas, «volver a crear un espacio de confianza y aportar seguridad y credibilidad para el futuro».

Las víctimas en el centro

Otra de las novedades de este tipo de procesos es que en el centro del mismo se sitúa a las víctimas y, por ende, a los autores de las violaciones de derechos humanos. Desde esta perspectiva se plantean los derechos a saber, a obtener justicia y a la reparación. No obstante queda otra aspecto en lo que consideran un proceso de «carácter continuado e interactivo», el de la garantía de la no repetición.

«Es el más difícil» aseguran los dos universitarios. «Aunque sea dificultoso y requiera mucha voluntad y trabajo, los tres derechos mencionados se pueden llegar a concretar en un plazo más o menos lógico e, incluso, se podrían alcanzar por mecanismos de justicia convencional. Lo más duro es conseguir las condiciones para que no se vuelvan a reproducir tales situaciones y ello de manera perenne», añaden.

Y es que eso supone romper el ciclo de la violencia, la desmovilización y el desarme, filtrar las fuerzas de seguridad, permitir la reintegración social de combatientes y represores, «algo difícil de digerir pero necesario» y garantizar una estructura constitucional que responda a las que han provocado el conflicto para que no vuelva a reproducirse.

La complejidad del tema y las fallas o vacíos existentes a la hora de compensar y reconocer todos los agravios y sufrimientos, incluso si se llega a una aplicación exitosa de la Justicia transicional, explican la afirmación realizada por el profesor Philippe: «La Justicia transicional es un reto, un desafío, no una certeza. Nunca se está completamente seguro de que vaya a funcionar».