Alberto PRADILLA
Refugiados palestinos en Libano llegados de Siria

De refugiados sin ayuda a inmigrantes ilegales

Doblemente refugiados, la diáspora palestina que huye de la guerra en Siria no encuentra salidas en Líbano. Establecer campamentos está prohibido y se han endurecido sus condiciones de permanencia. Su única salida: convertirse en ilegales en Europa a través de un peligroso trayecto.

Llevo sin noticias de ellos desde hace más de diez días». Abu Nidal, enjuto y canoso, muestra la lista de whatsaps que todavía no han llegado a su destino. La última comunicación data del 4 de agosto. A partir de entonces, ni siquiera un doble click que constate que alguien ha podido recibir el mensaje. Al otro lado de la línea debería de estar su primo Mohamed, que abandonó el campo de Chatila, en Beirut, a finales de julio. Lo hizo con toda su familia, casi con lo puesto. Un año antes se habían marchado de Yarmouk, uno de los principales campamentos en Siria ahora reducido a escombros. Tras doce meses atrapados en Líbano, sin expectativas de futuro y ahogados por las duras restricciones que les impone el Gobierno de Beirut, emprendieron la marcha hacia Europa. En su caso, pagando 7.000 dólares por cabeza para cruzar el Mediterráneo en una embarcación que les llevase a Lampedusa.

«Preferimos probar suerte en el mar a vivir en estas condiciones», argumenta Abu Nidal, que se hacina junto a otros 15 miembros de su familia en dos minúsculas habitaciones de apenas tres metros cuadrados. Pagan 300 dólares al mes, que se suman a la nueva tasa, de 300.000 liras (otros 150 dólares) impuesta por el Ejecutivo libanés para los refugiados palestinos (y solo palestinos) que escapan de Siria y que poca gente abona. Si a esto se le suma el histórico el veto a realizar más de una treintena de trabajos, lo que limita su capacidad de ingresar fondos, y que ninguna institución internacional se hace cargo de ellos, escudándose en que es la UNRWA (agencia especial de la ONU para los exiliados palestinos de 1948) la que tiene competencias, puede comprenderse por qué Líbano es solo una parada técnica en el camino hacia Europa. Aunque la travesía, además de cara, es arriesgada. Abu Nidal teme que sus familiares hayan muerto, ahogados en una de esas precarias barcazas con las que tratan de llegar a Lampedusa; o arrestados por la Policía egipcia; o cualquier otra desgracia. Y, pese a eso, su prioridad sigue siendo hacer las maletas.

En realidad, los desplazados en Chatila pueden sentirse afortunados dentro del drama. En otros lugares, como Ain El Hilweh, ubicado junto a Saida (40 kilómetros al sur de Beirut) no hay espacio en las viviendas y han tenido que levantar tiendas de campaña. Un minicampo dentro de los límites del mayor campo de refugiados palestinos de Líbano. Como si las lonas y las traviesas se hubiesen convertido en parte del equipaje para quienes fueron expulsados de sus aldeas por Israel hace más de seis décadas. «Es muy duro vivir aquí. En invierno hace mucho frío y en verano, el calor te asfixia», afirma Em Hussein Ebud, una mujer entrada en años que todavía no ha podido reubicarse en ningún apartamento, por lo que pernocta con otros cuatro familiares entre los plásticos, que convierten el habitáculo en un horno de ambiente pegajoso.

Por suerte, las tiendas han comenzado a desaparecer en esta zona limítrofe del campamento controlada por Munir al-Maqdah, un controvertido miembro de Al Fatah que rechaza la vía negociadora de Mahmud Abbas y que dispone de milicia propia, compuesta por 200 hombres. Este histórico con aspecto de señor de la guerra tenía previsto levantar un centro social dotado incluso con piscina y gimnasio. Pero la emergencia le obligó a cambiar los planes. Las dos plantas del alargado edificio se han dividido por habitaciones. En cada cédula, una familia. Y pese a las estrecheces, no caben todos. Por lo menos, evitan pagar un alquiler, cuyos precios se han disparado desde el inicio de la guerra siria en 2011. Lo que antes costaba 200 dólares no se encuentra ahora por menos de 400, lo que vuelve a probar que en tiempos de desgracia siempre aparecen miserables dispuestos a sacar tajada.

La historia de Abu Nidal y de Em Hussein Ebud y de Em Qassem al-Omani, que ha logrado hacerse con una de estas habitaciones en el centro social, es paralela. Residían sin problemas en Yarmouk hasta que comenzaron los enfrentamientos. Escaparon hacia Líbano, donde, en un principio, no era necesario el visado. Hasta este año, cuando el Gobierno de Beirut impuso la tasa. Poca gente puede pagarla, así que los palestinos se convierten en prisioneros dentro de los propios campos. «Si no pagas te arriesgas a que, en un check-point, te paren, te encarcelen o te expulsen a Siria», explica Abu Nidal. En Chatila, por ejemplo, no tienen ese riesgo. En otros asentamientos, como Nahr El Bared, reconstruido después de la guerra entre islamistas y Ejército de 2007, o Ain El Hilweh, los uniformados controlan todos los accesos. Por eso, el que no paga se queda dentro permanentemente. Una autoprotección que limita considerablemente las opciones, ya de por sí escasas, de encontrar un empleo, lo cual provoca una dependencia aún mayor de las escasas ayudas internacionales.

Melilla, el nuevo destino

Líbano, al contrario que Turquía o Jordania, no ha permitido establecer campos de refugiados. Algunos se han levantado en el norte, en el valle de la Beqaa, limítrofe con Siria. Los palestinos, sin embargo, optaron por tirar de lazos familiares. Así que llegaron a los ya de por sí superpoblados asentamientos. Ahí, a la hora de registrarse para recibir apoyo se encuentran con una lógica perversa. «Vas a una embajada europea y te derivan a la ONU. De ahí, te dicen que la UNRWA es la encargada. Y estos te aseguran que no pueden hacer nada porque no tienen fondos». Una circunstancia que confirman en la propia agencia internacional, donde apenas han logrado cubrir el 26% del presupuesto que necesitarían para hacer frente a la emergencia. En Ain Al Hilweh, los refugiados de Siria reciben 40 dólares cada dos meses. Nada si se toma en cuenta los gastos que tienen que afrontar. A esto se le suman trampas administrativas, como obligar a regresar a Damasco para solicitar un visado y encontrarse luego la frontera cerrada. Por eso, tras realizar esta peregrinación de ventanilla en ventanilla, muchos optan por emigrar como única alternativa. Marcharse todavía más lejos de la Palestina a la que ansían regresar.

«El precio oscila entre 5.000 y 7.000 dólares», explica Abu Nidal. En tres años, las vías de acceso han cambiado, condicionadas por el contexto. Al principio, Libia o Egipto constituían la lanzadera hacia las costas de Italia. «En el camino han muerto muchos», musita el refugiado, que espera que sus familiares no se unan a la trágica lista. Los choques entre las milicias en Bengasi y Trípoli y el golpe de Estado de Abdelfatah al-Sissi, que convirtió a los palestinos en sospechosos en El Cairo, han limitado estas opciones. Así que se abrieron otras, como alcanzar Europa a través de Grecia previo paso por Turquía. Aunque el camino africano tampoco se ha descartado. Los últimos en abandonar Ain El Hilweh tenían como objetivo Melilla. Antes, debían de llegar a Sudán del Sur, donde les proporcionarían un visado a Marruecos. Allí, en Nador, comprarían un pasaporte para cruzar la frontera con el enclave español. No es una novedad. En los últimos tiempos, muchos sirios se han quedado clavados en la ciudad autónoma. La única razón de que no sean más es que los ahorros de quienes malviven en Líbano todavía no dan para pagar al traficante.

Fechas para la memoria: 7 meses de calvario

23 de JULIO

Un terremoto de escala 7 sacude Pakistan, Ao en la reqen la reque sufre al misue sufre al mismo tiemo los efecpo los efectos de un monzon devastador.

26 DE JULIO

El gobierno ofrece el primer repierden todas pertenencuento provisional rtos, 14.000 hepierden todas pertenencias y se ven obligados a dejar sus casas.

15 DE AGOSTO

El Parlamento Euopeo, en reunomica de tropecientos mAcuerda asimismo enil euros. Acuerda asimismo enviar tropas para ayudar en las taecouccion.

15 DE NOVIEMBRE

Tras largos meses de espera infructuosa, el gobierno pudas, asi como por la tardanza en la conccesion de lasesion de las ayudas prometidas. Nadie contesta.

7 DE ENERO

Acuerda asimismo enviar tropas para ayudar en lases de gobierno pakistani protesta por la desidia demostrada en la concedesidia demossion de las ayudas.

26 DE JULIO

El gobierno ofrece el primer recuento provisional rtos, 14.000 hepierden todas pertenencias y se ven obligados a dejar n obligados a dejar sus sus casas.

Las organizaciones palestinas, sobrepasadas y sin recursos

«No tenemos tanto dinero. Desde 2011 hemos repartido ropa, comida y hemos pagado alquileres, pero ya no podemos», manifiesta Adel Abu Salem, director del centro social Nuwat, ubicado en Ain El Hilweh, cuya labor en los últimos tres años se ha centrado en atender a los desplazados. Según indica, desde que comenzó la guerra en Siria, solo a este campo han llegado 3.000 familias, lo que supone unas 15.000 personas. Ahora, ante la escasez, apenas llegan a entregar mensualmente paquetes básicos de alimentación que alcanzan a 300 núcleos familiares, el 10% de los refugiados del asentamiento. «Solo llega para quince días, pero no damos para más», argumenta Adel Abu Salem.

El apoyo internacional también ha disminuido. En los primeros años, sí que se produjo un flujo constante de fondos. Ahora, sin embargo, se ha estancado. «La ayuda de emergencia es eso, de emergencia. Aquí llegó durante dos años. Luego nos dijeron que había otras prioridades, como Filipinas», indica Abu Salem, cuyo centro depende de financiación externa y del trabajo de jóvenes voluntarios. A.P.