Txomin PITARKE
Udate | Bilboko Aste Nagusia

Los zombis aguardan al otro lado de la ría

Quien entra ahí ya sabe que al salir no va a ser el mismo, va a ser uno de eeellooos. El televisivo sheriff Rick Grimes se haría de vientre si los viera

Igual que el voraz apetito de nuestro anfitrión Gargan es universalmente conocido, en el Botxo es bien sabido que servidor no se pierde ningún evento, sarao o festejo donde poder echarse algo al buche sin apoquinar ni un céntimo. Sin embargo, quien esto suscribe se cuida muy mucho de frecuentar algunas zonas a ciertas horas, no sea que sea él quien acabe como primer plato o como postre.

Me refiero, claro está, a las hordas de zombis que cada año se reproducen en Bilbao La Vieja. Y es que se ha convertido en una tradición acabar las gaupasas de Aste Nagusia al otro lado de la ría, para dejar que las Siete Calles se desperecen y dar margen a las txosnas para que repongan existencias. Y quien dice gaupasa dice aguantar al menos hasta que el sol pegue en perpendicular, no como en la guarida pirata del Urumea, donde según cuentan llaman hacer gaupasa a mantenerse a duras penas despierto hasta las cinco de la mañana. A eso en Bilbo se le llama dar una vuelta.

Lo dicho, es un espectáculo ver miriadas de almas en pena cruzar el puente de San Antón en dirección a alguno de los cubículos donde se produce la transformación de ser humano a zombi: Amets, Txondorra, Goizalde, Pirata, Ziburu, Larrabetzu, Mandragora, Itxura, Etxegabe... quien entra ahí sabe que al salir ya no va a ser el mismo, va a ser uno de eeeellooos.

Andares torpes, ojos enrojecidos, mirada perdida... el televisivo sheriff Rick Grimes se haría de vientre si los viera. Y como además, después de una noche de intento baldío es ahí donde se dan las últimas oportunidades de ligoteo, el espectáculo de lametones, mordiscos y chupeteos con fruición es dantesco.

El domingo pasado el reloj marcaba las 12.00 y en Bilbi sonada a todo trapo «Presos de la sociedad», de RIP. Seguramente alguno de quienes tarareaban la mítica canción intentaría luego regresar al otro lado de la ría y quizá, quién sabe, escuchar los bertsos de la Plaza de Santiago. Pero entonces se habría dado cuenta de que estaba muerto. De sueño.