Raimundo Fitero
DE REOJO

Tiro


Un vídeo recorre el mundo viendo a una niña de nueve años recibiendo instrucciones para usar un subfusil de fabricación israelí en un campo de tiro particular en Arizona. La secuencia queda clara. Se trata a todas luces de un accidente. Pero resulta que todos se fijan en ello, en la circunstancia de esa muerte accidental, y se hacen grandes disquisiciones sobre las medidas de seguridad y demás perifollos, pero el núcleo central de la noticia, lo que es escandaloso, noticiable, denunciable es que una niña de esa edad tenga un entrenador personal de tiro. Que use esa ametralladora en horas no lectivas, como quien va a judo o a patinaje. Eso es lo que da miedo.

Porque las armas no las carga el diablo, sino los miedos y las consignas subliminales que cosifican a los otros y los convierten en objetivos a eliminar. El miedo a los otros, el odio religioso o de clase son los incitadores al uso de las armas. Unas armas que se cargan con balas que se fabrican a millones, que estamos ante una de las industrias más solventes, que no faltan ni las unas ni las otras en ninguna parte del mundo, pero que cuando llega a ser de un uso tan generalizado por los civiles, demuestran las fallas irremediables de una sociedad capitalista enloquecida que les lleva a considerar la violencia un estado natural que se resuelve con campo de tiro particular.

Al hilo de esta noticia en un canal brasileño donde, dicho sea de paso, se emitió el partido de fútbol Athletic-Nápoles en directo, hicieron una recopilación de accidentes con armas y se fijaron de alguna manera en los sucedidos con bandas de delincuentes brasileñas. Niños, jóvenes apenas recién entrados en la pubertad jugando y alardeando de sus pistolas frente a una cámara. Y claro, en una de esas se dispara y resultad herido de gravedad un compinche. En otro vídeo vemos a un grupo de salvajes tomando cervezas, uno de ellos con una ametralladora bastante ostentosa quiere hacer una broma y se carga a un quiosquero. Armas, al alcance de todos. Relato de una situación en donde hay millones de personas condenadas a la pobreza y a la violencia armada. Efectos colaterales del auténtico terrorismo capitalista.