Raimundo Fitero
DE REOJO

Una medida


La humanidad ha necesitado siempre de unidades de medida para elaborar en su mente un código cuantificable. Más o menso son los asuntos de las ciencias que se enfrentan a la superchería religiosa o de la filosofía barata. Pero en las ciencias sociales y políticas, la medida de los valores se va haciendo cada vez más difícil de cuantificar. Especialmente cuando se intenta todo valorar a base de la suma de intenciones de voto. Las estadísticas que se forman a partir de las encuestas, o supuestas encuestas, de la demoscopia partidista nos proporciona un cúmulo de sensaciones y de interesados datos que intentan únicamente encauzar el voto mayoritario. No tienen otra vocación. No es una fotografía de situación como nos venden, es un acto de propaganda.

Por eso es importante que en estos momentos se intente una pedagogía del compromiso político, que se vuelva a reivindicar la ideología como combustible imprescindible para que funcionen las maquinarias partidistas u organizativas que tengan objetivos de cambio de sistema, o hasta de reforma. Viene todo esto a cuento de la irrupción de Guillermo Willy Toledo en un agrio debate tras su abandono de «Podemos». Dice que tenía medio pie dentro y pie y medio fuera. Ahora tiene los dos fuera. Y se despidió en las redes, con tuits, es decir con consignas, eslóganes. Y se armó la marimorena. Insultos, descalificaciones, hasta que se sentó y escribió una larga carta, que es una declaración de principios ideológicos.

Porque lo que parece mosquearle a Toledo del movimiento emergente es que sirve para todo. Que es tan abierto, que puede caber hasta Madrazo, lo que ya es una putada grande. Que no entiende bien sus capacidades organizativas ni su fuerza transformadora, que se huele la tostada vaya, de que podemos estar ante un fenómeno mediático sin mucho recorrido.

Se puede compartir o no la bronca de Toledo, pero está argumentado con principios políticos, ideológicos, revolucionarios, de ruptura absoluta. Abre un debate profundo.

Aunque una medida de todo la tiene Mariló Montero, que dice que no le pone Pablo Iglesias. Y sí el guapo del los zombies. Por ahí puede ir la cosa.