La Real supo reaccionar en un momento crítico tras verse de salida con un 0-2 en contra y un ambiente extraño tras las derrotas de Ipurua y Krasnodar y sacó el carácter para darle la vuelta a la situación e imponerse a un Real Madrid que tendrá un problema como no juegue con más rigor defensivo.

El partido era muy peligroso porque el ambiente contrario a Jagoba Arrasate parecía propicio para vivir un funeral en el que se pidiera la cabeza del técnico, lo que solo hicieron unos pocos, y terminó en una fiesta apoteósica porque el equipo blanquiazul dio un baño al madridista en la segunda parte.

También en los banquillos, en los que estaban puestas todas las miradas, se impuso Arrasate a Ancelotti, que opuso al rombo de la Real un cuadrado y también dejó toda la banda a los laterales. En esa disputa de figuras geométricas y de acumulación de jugadores por el centro se impusieron a partir de la media hora los blanquiazules, sobre todo por su actitud.

Porque al final son los jugadores los que hacen buenos o malos los esquemas y a los entrenadores. La Real se dejó el alma en cada disputa con un once inicial en el que fue clave la presencia de Granero y Zurutuza en los dos vértices del mismo rombo de Krasnodar, pero con una actitud distinta de todos.

Porque no solo fueron ellos y Markel los que apretaron en el centro del campo, lo hicieron jugadores eminentemente ofensivos como Chory Castro y Prieto. Y cuando mejor estaba el partido, con dos claras ocasiones de Agirretxe en el inicio del segundo tiempo y una Real que se imponía salieron Canales y Vela para participar en los goles que consumaron la remontada y llevaron a Anoeta a la apoteosis.

Dos goles y un larguero de inicio

Nadie se podía imaginar un final así en su inicio, porque el partido no pudo empezar peor para la Real con dos goles en once minutos y una falta lanzada al larguero por Sergio Ramos. No fueron las únicas ocasiones del Real Madrid en el primer tiempo, ya que Zubikarai tuvo dos grandes intervenciones y el central sevillano amenazó a balón parado otras tres veces.

La Real fue, junto al Madrid, el equipo que menos goles de estrategia encajó la pasada temporada con la defensa zonal implantada por Arrasate, pero con un jugador como Sergio Ramos no hay zona que se le resista. En los dos primeros remates entró como un obús por la zona de un Gorka Elustondo que también fue superado por Bale, que le hizo un túnel y remató con la izquierda en una jugada en la que demostró por qué se pagaron casi 100 millones para ficharlo.

Un sector de Anoeta comenzó a pitar a los jugadores señalados -ya Arrasate había recibido una fuerte pitada al ser nombrado por la megafonía antes del encuentro-, pero la gran mayoría apoyó al equipo antes del encuentro y también en los peores momentos y eso ayudó a que la Real reaccionara de una manera sensacional. El equipo apeló a la casta, pero también al fútbol. Recurrió al carácter para apretar la salida del balón del Madrid y a la calidad para empezar a tener el balón y aprovechar las características ofensivas de los jugadores del Real Madrid.

La Real empezó a llegar a la portería de Casillas, Sergio Ramos evitó un remate de Granero y en el quinto saque de esquina realista Iñigo Martínez remató a la red un balón sacado por Chory Castro que Xabi Prieto peinó a la zona en la que entró el central de Ondarroa.

El gol metió de lleno a la Real en el partido y pronto llegó el tanto de Zurutuza tras un gran centro de Alberto de la Bella. Además la suerte acompañó en la última ocasión del primer tiempo de Sergio Ramos.

Los blanquiazules no habían merecido irse igualados al descanso, pero sí merecieron ganar el partido en su cómputo general por su gran segundo tiempo, en el que fueron muy superiores. Ya pudo adelantarse la Real en dos remates de Agirretxe y lo hizo en una gran combinación que inicia Elustondo hacia Xabi Prieto, con pared con Canales y centro del capitán que remata Zurutuza con todo (3-2).

Luego Vela marcó el 4-2 y, aunque el Madrid tuvo tres opciones para recortar distancias, no acertó con ellas y Anoeta pudo disfrutar de un final de partido festivo con olés y una gran ovación a su equipo.