Alberto PRADILLA
CONGRESO ESPAÑOL

Montoro aprovecha y trata de unir fraude y soberanismo

Pese a defender que los casos de fraude fiscal debían quedar fuera de la confrontación política, el ministro español de Hacienda, Cristóbal Montoro, aprovechó sus explicaciones sobre el «caso Pujol» para vincular el fraude al proceso soberanista.

«Tengo la convicción de que cuando la sociedad ve que el Estado democrático funciona, se reconcilia con ese sistema político y da la espalda a postulados radicales que intentan desmembrarlo». Después de amagar en varias ocasiones, el ministro español de Hacienda, Cristóbal Montoro, dejó claro cuál era su objetivo durante la comparecencia en la que debía explicar la actuación de su departamento en el «caso Pujol»: reivindicar las instituciones españolas en Catalunya y utilizar las revelaciones sobre el fraude del expresident contra el proceso soberanista. Su intervención no se salió de lo previsible. Cargó muy duramente contra Pujol, hablando de «atentado social» y aseguró que su confesión obedecía a la presión de las investigaciones. Además, anunció que el patriarca no se acogió a la amnistía fiscal abierta en 2012 por su Ministerio, aunque no dio detalles sobre sus hijos, también sospechosos.

Andorra y Gibraltar

Al escuchar la beligerancia retórica de Montoro contra la evasión fiscal, nadie diría que se trata del mismo ministro que echó balones fuera hace poco más de un año, cuando el «caso Bárcenas» salpicaba a Génova. Ayer, sin embargo, se presentó como el campeón de la lucha antifraude, planteando un escenario casi idílico en el que la actuación del Ejecutivo español habría incrementado tanto la recaudación de impuestos como las inspecciones y las condenas por no afrontar las obligaciones con el fisco. Exho- nerado de toda responsabilidad, repartió culpas fuera de su propia administración: Andorra, Gibraltar y el soberanismo catalán fueron los objetivos de sus dardos.

Paradójicamente, Montoro intentó ligar la fortuna ilegal de Pujol con la «radicalización de los discursos». Aplaudió a los «nacionalismos democráticos», sin concretar a quiénes se refería y los contrapuso a quienes «pretenden lanzar pulsos políticos al Estado y al mismo tiempo se están lucrando y sacando partido personal del mismo». En medio de la escalada, convirtió a su antiguo socio (CiU sostuvo el primer gabinete de José María Aznar, en el que él fue secretario de Estado) en «adalid del independentismo» y dejó un recado para Artur Mas, aunque sin citarlo, preguntándose si los herederos del expresident no estarían también «contaminados» por negocios oscuros.

Tanto Amaiur como PNV censuraron este intento de ligar corrupción e independentismo. Montoro, sin embargo, seguía a lo suyo, presentando su acción contra el fraude como el gran apoyo del supuesto despertar económico español. Aunque al final, la ironía le traicionó: «Llega a dar la sensación de que en España no se es nadie si no tiene problemas con Hacienda».