Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «El amor es un crimen perfecto»

Los Larrieu cambian los Pirineos por las montañas suizas

Los hermanos Larrieu realizan en «L'amour est un crime parfait» un impecable ejercicio de estilo, moviéndose entre el cine de Chabrol y el de Ozon a la hora de crear un suspense ambiguo e inquietante. Y todo ello sin dejar de ser fieles a sí mismos, porque de nuevo hacen una utilización del paisaje que va mucho más allá del simple decorado natural. Filman las montañas suizas como lo han venido haciendo hasta ahora con sus queridos Pirineos, siempre contemplando las cumbres nevadas y las carreteras o caminos sinuosos en la noche cerrada como una fuente de insondable misterio. Los de Lourdes vuelven a contar con su actor fetiche Mathieu Amalric y le instalan en una casa alpina o lujosa cabaña que recuerda a la que tiene Polanski en Gstaad, y cada cual que saque al respecto sus propias conclusiones.

El protagonista lleva a tan apartado lugar a sus conquistas amorosas, por lo gneral alumnas jóvenes de su cátedra de literatura en la Universidad de Laussanne. Dicho centro docente parece una continuación del exterior típicamente suizo, por obra y gracia de un diseño interiorista que elimina las barreras arquitectónicas dentro del edificio, convirtiendo el hall, los pasillos, aulas y demás espacios en pendientes y laderas de suave trazado con un blanco inmaculado que simula la acumulación de nieve. Todo es aparentemente perfecto, al igual que el propio país de la neutralidad.

Pero las pasiones humanas en un escenario así de neutro se vuelve aún más turbias, y los Larrieu se encargan de ir dejando escapar las pulsiones sexuales y violentas ocultas bajo esa capa superficial que parece la nata de un pastel envenenado. El dilema entre eros y tanatos acaba tensionando el ambiente, por más relajado que resultara en un principio a consecuencia del controlado ritmo narrativo impuesto por Jean-Marie y su hermano Arnaud.

En lo que a la trama policial atañe, tomada de la novela «Incidences» de Philippe Djian, juega un papel clave para la resolución del caso Maïwenn. Su verdadera identidad se esconde bajo la piel de la madre que busca a su hija desaparecida.