Amalur ARTOLA DONOSTIA
Elkarrizketa
PEDRO OLEA
PREMIO ZINEMIRA 2014

«El trabajo de Kimuak es impresionante, creo que es la escuela del cine vasco»

Estudió cine en Madrid y es allí donde ha realizado gran parte de su carrera cinematográfica, aunque nunca dejó de mirar a Euskal Herria. Tras el Franquismo volvió para rodar cintas como «Akelarre» o «Bandera negra» y, esta noche, recoge el premio Zinemira de manos de su gran amigo Imanol Uribe. Considera un honor recibir el galardón en una edición en la que el cine vasco está más presente que nunca.

Autor de cintas como «El bosque del lobo» (1971), «Tormento» (1974, película que fue premiada en Zinemaldia), «Un hombre llamado Flor de Otoño» (1978) o «Akelarre» (1983) y toda una vida dedicada al cine, el director y productor Pedro Olea (Bilbo, 1938) se muestra agradecido por recibir esta noche el premio Zinemira que otorga el Festival donostiarra a la trayectoria de una personalidad destacada dentro del cine vasco. Abandonó la carrera de Economía para dedicarse al cine y, aunque pronto se trasladó a Madrid, nunca dejó de mirar a Euskal Herria.

Conoce bien Zinemaldia. Ha participado en muchas de sus secciones, dos de sus films, «Tormento» y «Un hombre llamado Flor de Otoño», fueron premiados y, hoy, recoge el premio Zinemira. ¿Qué siente?

La verdad que estoy orgullosísimo. Tengo que disimularlo, porque si no engordo más todavía (risas). Desde que me dieron la Espiga de Oro en Valladolid hace tiempo dije que, a mí, el premio que me interesa es el del cine vasco. Y, efectivamente, por fin lo tengo y, además, en un año en el que el cine vasco está en casi todas las secciones. Hay una película en euskara compitiendo en la Sección Oficial, están también «Lasa y Zabala» de Pablo Malo y «El negociador» de Borja Cobeaga que, además, proyectan después de mi premio... Es el año perfecto para disfrutar del Zinemira.

Rebordinos comentaba que es «un director al que ya le tocaba». ¿Así lo percibe?

No, para nada; hay muchos que han hecho más cine vasco que yo. Yo empecé cuando murió Franco y hubo posibilidades, con el Gobierno Vasco etc. Era un vasco que hacía cine, pero casi todo fuera de Euskadi. Luego, tras «Akelarre» y «Bandera negra», me cabreé con el Gobierno Vasco porque dijeron que la película que quería hacer, inspirada en el crimen de Beizama, hecho del que hasta Pío Baroja escribió, no daba una buena imagen política de Euskadi... Y me fui a Madrid.

Recibe el premio de manos de su amigo Imanol Uribe. El momento promete ser emotivo...

Así lo creo. Para mí es un honor, porque empezamos los dos juntos y recuerdo, sobre todo, un viaje que hicimos a la Unión Soviética para mostrar el cine que hacíamos. Llegamos a Moscú y la gente se extrañaba al oír aquello de «cine de Euskadi», como si fuera cine de un cuarto mundo (risas). Pensaban que serían películas pequeñitas en Super 8 o 16 mm y vieron películas en 35 mm con guerras, espectáculo... como las americanas o las rusas con mucho dinero. Se quedaron absolutamente asombrados con «La conquista de Albania», «La muerte de Mikel» y «Akelarre», y les gustó tanto lo que vieron que nos invitaron a San Petersburgo y Georgia, donde hay una cátedra de vascología; estuvimos en un hotel lleno de ikurriñas y fotos del Athletic... Fue un viaje maravilloso. Imanol y yo hemos crecido juntos, somos muy amigos y es una gozada que me de el premio.

El interés de la crítica por su trabajo vino con «El bosque del lobo», cinta que estuvo a punto de ser censurada. ¿Cómo recuerda esa etapa de su carrera?

Mis dos primeras películas son malas, pero no estoy para nada arrepentido porque me sirvieron de práctica; «El bosque del lobo» no me hubiera salido así, con premio en Chicago y crítica importantísima en «Variety», si no hubiera rodado antes. Es verdad que estuvieron a punto de prohibirla, nada menos que el siniestro de Carrero Blanco. Le llegó la noticia de que era una película que daba la visión de la Galicia negra, de la España negra. Nos pidió una copia y, acojonados, se la llevamos.

Y no le gustó mucho...

Efectivamente. Sé que la vio y se escandalizó, porque empezaba con un caballo montando a una yegua mientras unos niños miraban, luego un cura se santiguaba y cogía un fusil para cargarse al hombre lobo... Dijo que se mezclaba la religión y la superstición, que daba una visión de la España negra y que había que prohibirla. Afortunadamente, en el Festival de Valladolid, que entonces se llamaba Festival de Cine Religioso y de Valores Humanos, le otorgaron el premio San Gregorio. Cuando se lo dijeron al siniestro personaje que luego subió al cielo, se lo pensó y, como era la época en la que jugaban a dar una imagen de apertura con películas de Saura y demás, no la prohibieron. Siempre digo que mi mejor premio es que la película cabreara a Carrero Blanco y que le ganara la baza, pudiendo estrenarla sin que consiguiera retirarla del cartel.

La fascinación por las brujas le llevó a hacer «Akelarre». Un trabajo para el que estudió euskara, se documentó a conciencia, analizó la mitología...

Estaba contratado en Madrid para hacer una película al año. Hicimos «Tormento», «Pim, pam, pum... ¡fuego!», «La Corea» y «Un hombre llamado Flor de Otoño», y, cuando íbamos a hacer la siguiente, que iba a ser «Sangre y arena» con una aún desconocida Sharon Stone, ocurrió que Franco había muerto, que existían el Gobierno Vasco y la televisión vasca, y que eso posibilitaba hacer temas vascos aquí. Rompí el contrato porque quería repetir la fórmula de «El bosque del lobo» y hacer «Akelarre». Quería analizar el tema de las brujas, que no eran más que unas mujeres listísimas que sabían de medicina más que los médicos titulados en Salamanca, y que no eran católicas... Para entonces ya había un feminismo, aparte del matriarcalismo vasco que ha existido siempre. Era el enfrentamiento del falo de la Iglesia contra el útero de la cueva; todo ese mundo y los motivos políticos por los que se condenaban a las brujas me parecían absolutamente fascinantes. Estuve cinco años preparándola; empecé a estudiar euskara, investigué, visitaba a Caro Baroja... Fue fascinante. Hace unos años le corté 10 minutos, porque creo que le sobraban.

Hace poco en unos encuentros en Miramar debatía, junto a sus coetáneos, sobre si existió o no el cine vasco. ¿Qué opina?

Creo que el cine vasco es en realidad el cine hecho por vascos. La perfección del cine vasco sería el cine hablado en euskara, pero eso es muy difícil; en este país ocurre lo que ocurre. Mientras tanto, debe ser un cine rodado aquí, con temas y profesionales de aquí. Creo que ya está formándose pero, en plena crisis como estamos, sin que haya subvenciones y con el PP tratando de cargarse el cine y el teatro porque le da grima la palabra «cultura», es estimulante ver tantas películas vascas en el festival de este año. A mí me parece que todo eso es «cine vasco». Ojalá que se vaya perfeccionando y que todas las películas sean como «Loreak»; es un ejemplo del cine vasco perfecto.

Algunos hablan de una nueva industria que estaría relacionada al programa Kimuak.

Por supuesto, el trabajo de Kimuak ha sido impresionante, esa ha sido la escuela de todos estos que están haciendo ahora largos. Creo que es la escuela de cine del cine vasco.

Estudió cine en Madrid y es allí donde ha realizado gran parte de su carrera. ¿Fueron tiempos difíciles para el cine vasco?

Cuando el Gobierno Vasco me negó la subvención porque mi película, decían, no daba una buena imagen, y como tenía ofertas de Madrid, acepté hacer el film de Víctor Manuel y luego hice la de la Pantoja. Y encantado de haberla hecho; era una historia de una folclórica a la que la Guardia Civil le fusila el novio por rojo. Y cantaba poco. La película no estaba mal. Luego vinieron, «El maestro de esgrima», «Más allá del jardín», «Tiempo de tormenta»... Y he vuelto en cuanto he podido.

Con trabajos como «Athletic, un siglo de pasión».

Y «Bihotzez», que trata de la riada del Casco Viejo, «La conspiración»... Desgraciadamente, he dejado sin terminar «Olaeta, un siglo en danza», que trata del paso del baile vasco al ballet vasco. Tengo minutos y minutos rodados y creo que podría ser un documento interesante para la cultura vasca. La productora se quedó sin dinero y tuvimos que dejarlo. Va a ser una tragedia si no logramos sacarlo adelante.

¿Que tal lleva residir entre Bilbo y Madrid?

Desde junio he estado dos días en Madrid. Iré ahora, a ver cómo están las cuestiones. En Madrid hace un calor infernal, es una ciudad cada vez más inhóspita para mí. Tengo a gente, amigos, y es cierto puedes elegir tu trocito de Madrid, pero es una ciudad cada vez más difícil. Voy con mucha frecuencia, pero mi domicilio y mi todo es Bilbo.

¿Algo que añadir?¿Algún consejo para los nuevos cineastas?

No, al contrario; yo tengo que aprender de ellos. A mí me gustaría haber hecho «80 egunean» y algunas que otras de las que voy a ver ahora en el festival.