La última persona encausada a la que identificó y detuvo la Ertzaintza fue Irati Tobar, sobre las 21:15. Durante casi tres horas había resistido camuflada entre los cientos de personas que formaban el muro popular en las escalinatas del santuario de Loiola, convertido desde la víspera en epicentro de la desobediencia pacífica para denunciar el fin de los juicios políticos y la persecución a la juventud independentista.

Poco antes la policía autonómica se llevaba a Igarki Robles. También les costó encontrarlo. Imanol Salinas y Xabier Arina fueron identificados y detenidos sobre las 20.20, mientras que a Jazint Ramírez, el primer de los cinco, lo detuvieron pasadas las 20.00.

Desde que llegaron a Aske Gunea hasta que identificaron al primero de ellos pasó más de hora y media; las pelucas de colores y las caretas de color naranja que el medio millar de personas solidarias llevaban dificultó mucho la tarea en ese sentido. En la solapa de sus cazadoras, pegatinas a modo de identificación en la que habían escrito los nombres de Irati, Igarki, Jazint, Xabier o Imanol.

Sobre las 22.00, las veinte furgonetas de la Ertzaintza abandonaban Loiola. La última imagen, cargada de futuro; un millar de personas con los puños en alto y gritando «Gaur guk irabazi dugu». De espaldas, el pasado, una policía que se llevaba a cinco jóvenes militantes independentistas vascos a Madrid, a prisión, por su militancia política.

Golpes y contusiones

Aunque desde el principio se comunicó la acción era pacífica, basada en la resistencia pasiva, los agentes de la Ertzaintza emplearon la fuerza, causando pronto los primeros heridos. Contusiones, golpes, porrazos, torceduras de muñecas y sangrados en la nariz fueron habituales. «La gente sale golpeada, y con la cara desencajada», denunciaban los participantes. También tiraban con fuerza de las pelucas, tratando de buscar a alguno de los cinco. Una vez despejados los rostros, los comparaban con las fotografías para garantizar las identidades.

Uno de los heridos fue trasladado detenido al hospital, tras ser golpeado, con posible fractura de nariz. Se trataba de un vecino de Azpeitia, de 60 años. Otra persona que permanecía en el muro popular y estaba siendo desalojada perdió el conocimiento y una tercera sufrió una crisis nerviosa, pero no fue atendida por la Ertzaintza hasta que no se identificó.

A media tarde, la única confirmación que llegó desde Lakua fue que un agente resultó herido y trasladado, sin matizar que había sufrido las contusiones tras caerse en la escalinata.

Las imágenes y mensajes sobre las formas violentas que empleó la Ertzaintza fueron retransmitidas a través de las redes sociales, ya que la prensa fue expulsada del lugar y desplazada al otro lado del cordón policial. La retransmisión que el portal Ahotsa.info estaba realizando en directo a través del streaming fue interrumpida por orden de un agente. No obstante, otro ertzaina sí se ocupaba de grabar con su cámara qué ocurría y quién participaba.

Tras más de dos horas de intervención, aún quedaba más de la mitad de los congregados, con los brazos fuertemente enlazados, coreando consignas en favor de los encausados y del proceso. También denunciaban la actuación del PNV, por asumir y ejecutar la orden de la Audiencia Nacional.

La resistencia se palpaba. Aún no había ganas de rendirse. En la carretera, decenas de jóvenes se sentaban frente a las furgonetas para evitar el traslado a Madrid y, por consiguiente, su ingreso en prisión. Los cinco han pernoctado en una celda.