Mikel INSAUSTI
62 EDICIÓN DE ZINEMALDIA

«Loreak»La fragilidad de la memoria emocional

 «Loreak»La fragilidad de la memoria emocional
«Loreak»La fragilidad de la memoria emocional

A la crítica especializada le toca recoger el testigo de la información periodística,  y ampliar la noticia histórica de que “Loreak” es la primera película íntegramente rodada en euskara que compite dentro de la Sección Oficial en Donostia. Si el hecho ya en sí mismo supone un hito, qué no decir después de haber visto la que es de largo la mejor realización de las hasta ahora proyectadas a concurso. Estamos hablando de una competición internacional en un festival de categoría A, así que debemos de ser conscientes de la consagración de dos de nuestros cineastas, unos Jon Garaño y Jose Mari Goenaga que con su ópera prima conjunta, “80 egunean”, ya dieron muestras de encontrarse en el camino de perfección que llevaba a este segundo magistral largometraje.

«Loreak» es un prodigio narrativo, con una planificación pensada y repensada, junto a una utilización de la banda sonora absolutamente creativa. La pareja Garaño-Goenaga aplica de forma muy personal las técnicas de Rosales, como la simetría del encuadre y el teleobjetivo que permite el máximo detalle. Pero es que además juegan a placer con el fuera de campo, para graduar las conversaciones más vulgares, dejándolas en un segundo término o silenciándolas en un lento «fade out».

La estudiada puesta en escena facilita el trabajo del reparto, aunque también la dirección interpretativa responde a una cuestión de estilo. «Loreak» es un drama de mujeres en la rica tradición bergmaniana, con personaje masculino al fondo; y en verdad que la presencia física en la primera parte de Joxean Bengoetxea deja huella, gracias a las contrastadas reacciones que provoca en Nagore Aranburu, Itziar Aizpuru e Itziar Ituño.

La idea romántica de la muerte, en relación al tema de la memoria emocional y su fragilidad ante el paso del tiempo, no había estado tan bien tratada desde que François Truffaut nos dejara para la eternidad esa maravilla llamada «La chambre verte». Sin darme cuenta he nombrado a Rosales, Bergman y Truffaut para hablar de Garaño y Goenaga. ¡Ahí es nada!