Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «Yves Saint Laurent»

De joven seminarista a Jesucristo Superstar desnudo

Cuando coinciden en la misma temporada de estrenos dos películas sobre idéntico personaje, de todas todas hay una que sale perdiendo. La derrotada ha sido finalmente «Yves Saint Laurent» de Jalil Lespert, que partía con cierta ventaja por ser el biopic oficial sobre el famoso modisto, al contar con la autorización de su pareja sentimental Pierre Bergé, quien cedió a la película sus archivos, además de la documentación necesaria y la colección de arte que compartía con el hombre junto al que fundó la marca YSL. Pero «Saint Laurent» de Bertrand Bonello ha salido mejor parada, siendo seleccionada para competir por el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Tampoco es que tuviera muchas mejores críticas, si bien Bonello cuenta con un mayor prestigio como autor, que ha terminado por serle favorable.

Debido a que no he visto la otra película en liza no puedo opinar, aunque creo que Jalil Lespert ha acertado al menos en algo: la elección del actor perfecto para el papel. Bonello se decantó por Gaspard Uliel, que ya de entrada no tiene tanto parecido físico con Saint Laurent como Pierre Niney. A Niney no se le ha de reprochar nada, en vista de lo estudiada que tiene su caracterización, que cuida en cada gesto, en la manera de moverse y de hablar. Su interpretación estelar cuenta además con la estupenda réplica de Guillaume Gallienne, muy creíble como Pierre Bergé. La pena es que no encuentre oportunidad de lucir el talento satírico exhibido delante y detrás de la cámara en «Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!», película basada en su propia obra teatral, y que le ha servido para depurar el retrato de una tipología llena de ambigüedad sexual.

Pero lo convencional de la producción se come cualquier asomo de personalidad, a la vez que el interminable desfile de secundarios está más cerca de la pasarela de moda que del verdadero cine biográfico. Nada va más allá de lo puramente anecdótico y superficial, sin querer entrar nunca en las zonas oscuras del protagonista. La balanza se inclina del lado de su imagen pública exitosa, posando como un mito para el spot de Opium.