Mikel CHAMIZO
CRíTICA | Klasikoa

En memoria de Eresoinka


La aventura del Eresoinka original fue breve. Aquel maravilloso coro que mandó formar el lehendakari Agirre desde la resistencia antifranquista, para transmitir a Europa el mensaje «de un pueblo que muere por la libertad», nació en 1937 y se disolvió en 1939. Pero ha pasado a la historia como un hito cultural del pueblo vasco y, en este 75 aniversario de su desaparición, la Orquesta de Euskadi ha tenido el acierto de rendirles pleitesía y, a través de él, también a Enrique Jordá, colaborador del conjunto folclórico y primer director de la OSE en los 80. El homenaje se ha traducido en un encargo a la compositora de Algorta Isabel Urrutia, que ha escrito un concierto para txistu magnífico, de escritura orquestal brillante, poderosa pero también sutil y rebosante de detalles, un imponente torrente tímbrico que, a veces, por desgracia, sumergía en exceso al txistu, débil en su registro más grave. Es, en cualquier caso, una gran adición al repertorio de un instrumento que en los últimos años, y gracias al empeño de grupos como Silboberri, está experimentando una apertura sorprendente a la música contemporánea.

A «Eresoinka» le siguió el «Concierto para dos pianos» K.365 de Mozart, obra cumbre del siglo XVIII que fue transmitida en todo su espíritu lúdico por el dúo formado por Marta Zabaleta y Miguel Borges Coelho, pareja también en la vida real, clave que quizá explique, en parte, el entendimiento perfecto que se dio entre ellos, tanto en homogeneidad de sonido y fraseos como en algunos arriesgados juegos con el tempo. En la segunda parte Carlo Rizzi encaró una «Sinfonía nº1» de Brahms de planteamiento dramático y algunas ideas originales, a las que la OSE respondió con gran efectividad.