El presidente cubano, Raúl Castro, anunció ayer que hoy mismo partirán hacia los países más afectados por el ébola otras dos brigadas sanitarias. Viajarán a Liberia y Guinea Conakry para colaborar en la lucha contra dicha epidemia. Se suman a los 165 sanitarios que ya están en Sierra Leona.

«Tengo la convicción de que si esta amenaza no se frena y resuelve en África occidental con una respuesta internacional inmediata, eficaz y con recursos suficientes, coordinada por la Organización Mundial de la Salud y las Naciones Unidas, puede convertirse en una de las pandemias más graves de la historia de la humanidad», manifestó el gobernante caribeño.

Castro quiere frenar al ébola en África, y evitar así que pueda llegar a Latinoamérica. Es por eso que el Estado cubano no repatriará a los trabajadores sanitarios que puedan resultar contagiados, justo lo contrario a lo que proclaman una y otra vez las autoridades españolas, por ejemplo, pese a que los especialistas les han dicho que no es una buena idea. El contagio de Teresa Romero en un hospital madrileño tras atender a un misionero que enfermó en África y fue trasladado al centro de la ciudad más populosa del Estado español, Madrid, parece demostrar que la actitud del Gobierno de Rajoy no es la más prudente, aunque seguramente en sus cálculos aquel gesto en apariencia «humanitario» le tendría que dar algunos votos.

Llevar en avión militar el relativamente desconocido virus, de África al centro de una capital europea, debería traer consigo algún tipo de castigo. Quizá deberían decidir qué hacer con gobernantes tan imprudentes los trabajadores sanitarios de Madrid, que son los que más directamente han sufrido las consecuencias de aquella ocurrencia, de aquel traslado carísimo que nos ha obligado a todos a aprender cómo se contagia el ébola, qué hacer para evitarlo... Con mucho menos gasto y sin tanta alarma, los cubanos están frenando la epidemia. Otros, extendiéndola.