Los amantes del documental tienen una cita ineludible con «Seré asesinado», que combina de forma ejemplar la investigación periodística con el thriller político. La discusión en los foros gira en torno a si se debe conocer o no la histora real antes de ver la película, con una mayoría que opina que es mejor no tener información previa para llevarse una soropresa al final de la proyección. Yo no lo tengo tan claro, porque entiendo que más importante que la mecánica del suspense es la búsqueda de la verdad. Y la realización del periodista inglés afincado en Catalunya Justin Webster, que cuenta con el respaldo de la BBC, no llega a resolver todas las dudas planteadas, dada la complejidad del caso Rosenberg. Por eso haríamos mal como espectadores en conformarnos con la hipótesis que el autor defiende, y que se ciñe al sumario cerrado por el fiscal Castresana.

A grandes rasgos las cuestiones objetivas vienen determinadas por la realidad convulsa centroamericana y la especial virulencia con que se manifiesta en Guatemala, donde se cometen 17 asesinatos por día, de los cuales un 98% quedan impunes. Ante una situación tan caótica resulta muy difícil intentar comprender desde fuera las motivaciones personales de alguien que se ve envuelto en dicha espiral violenta.

Rodrigo Rosenberg era un rico abogado guatemalteco perteneciente a la oposición conservadora, y que mediante un video, emitido publicamente tras su asesinato a manos de unos sicarios, acusaba al gobierno corrupto como responsable directo de su anunciada muerte. El alcance viral de su denuncia hizo tambalearse a la presidencia de centro-izquierda.

Pero una denuncia, por muy impactante que sea, no es una prueba. Y las pesquisas llevadas a cabo por la CICIG (Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala) demostraron que todo formaba parte de una trama conspirativa orquestada en la sombra por el propio fallecido. Buscaba venganza por el doble crimen del empresario Khalil Musa y de su hija, con la cual mantenía un apasionado romance.