Martxelo Díaz
Kazetaria
IKUSMIRA

La mentira tiene las patas excesivamente cortas

Ni 48 horas le ha durado la alegría a Xavier de Pedro, el presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). ¡Qué eufórico estaba el miércoles proclamando que las obras de recrecimiento del embalse de Esa iban a comenzar ya y que los problemas provocados por el deslizamiento de las laderas eran ya historia! «Nuestra prioridad es la seguridad, más que cumplir con los cronogramas», proclamó, mientras que los regantes a los que invitó al sarao torcían levemente el morro porque querían que la cosa fuera rápido, mucho más rápido. No en vano, los medios defensores del cemento titulaban al día siguiente recordando que esta obra debía estar en marcha en 2006 y no lo estará hasta 2018.

Pues si esta obra se ha retrasado es porque la seguridad no estaba garantizada. Y eso que poco ha importado que su rentabilidad esté también cuestionada. A pesar de la época de crisis y de recortes, para Esa siempre ha habido dinero. La última vez, 25 millones de euros para cementar una ladera que se sigue moviendo, como lo acreditan las últimas imágenes difundidas por Asociación Río Aragón y Yesa + No.

¿Cómo va a ser rentable una obra si ya ha cuadruplicado su presupuesto? Más les valía a quienes almorzaron gustosos el miércoles en Esa preguntar en Lerín a cuánto les cuesta regar con el agua del Canal de Navarra.

Tras el nuevo chasco que se habrá llevado esta mañana, seguro que De Pedro vuelve a llamar alarmistas a quienes denuncian que las laderas se mueven. Pero lo verdaderamente alarmante es que la CHE oculte los datos de los inclinómetros que tuvo que instalar tras evacuar a los vecinos de Lasaitasuna. Si no hay problema, que hagan públicos esos datos. Es más fácil decir a los vecinos de Zangoza que estén tranquilos. Y cruzar los dedos confiando en que no pase nada.

«Eppur si muove!», dijo Galileo pese a la Inquisición. Y sin embargo, la ladera de Esa también se mueve. Aunque no le guste a la CHE.